Sueño de Medianoche. Valentina Villafaña

Sueño de Medianoche - Valentina Villafaña


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algún sobrenatural, se daría por vencida.

      Tras llegar, Eizenach no tardó en hacerse popular, sus rasgos únicos y su peculiar belleza llamaron la atención de muchos productores. Su voz, en conjunto con su hermoso rostro, no tardaron en ser codiciados por las grandes disqueras de aquella gran ciudad.

      Alexia, sin embargo, sabía que apenas pisara la ciudad tendría que prepararse para lo peor, Crystal era conocida por ser una ciudad peligrosa, decadente y llena de las más grotescas criaturas: vampiros tan antiguos como ella, brujos poderosos, bestias de toda clase; además, del infinito bosque que bordeaba completamente la ciudad, refugio de más licántropos de los que deseaba matar de ser necesario. Aquella monstruosa ciudad era gobernada por el caos y Eizenach probablemente terminaría siendo partícipe de todo eso. Crystal actuaba como un virus, capaz de arrastrar a las personas a sus más oscuros pasajes y consumirlos de la noche a la mañana; aquella ciudad estaba enferma, no podía dejar que Eizenach se enfrentara a todo aquello completamente sola, por supuesto que no, y más temprano que tarde la inevitable petición llegaría.

      Eizenach se encontraba observando la ciudad apoyada en el borde del enorme balcón a veintitantos pisos de altura, desde aquella privilegiada posición no hacía más que cuestionarse si lo que quería estaba bien; sin embargo, desde su llegada a Crystal, las cosas se habían vuelto más claras y el encanto de la vida eterna no hacía más que llamarla como si de una sirena se tratara. Alexia, a unos metros de ella, se encontraba sentada en un enorme sofá de cuero con un libro entre las manos; sin embargo, podía oír cómo el corazón de la chica latía a mil por hora, cómo su respiración parecía estar entrecortada y la sangre corría llena de adrenalina por su cuerpo. Dio una mirada de reojo, Eizenach continuaba en silencio hasta que de pronto se volteó, clavando su felina mirada sobre la ajena. Alexia bajó el libro, al mismo tiempo que se cruzaba de piernas, la expresión de su rostro y la fuerza de aquellos latidos le indicaban que nada bueno saldría de esa boca.

      —¿Qué sucede?

      Eizenach recorrió el enorme pent-house con su vista, el sofá donde se encontraba Alexia, los enormes estantes repletos de libros al final de la habitación, el comedor a unos metros de distancia, las escaleras de vidrio detrás de la imponente mujer y una serie de muebles decorativos, todo tan diferente a su mansión en Alemania, sin embargo, le gustaba; aquella ciudad le parecía fascinante, ¿cómo esperaba disfrutar todas aquellas cosas si la vida humana pasaba en un abrir y cerrar de ojos? La pelirroja enarcó una ceja, esperaba una respuesta.

      —Eizenach, algo te inquieta ¿no es así?

      —Sí —declaró con fuerza en sus palabras al mismo tiempo que dejaba escapar un pesado suspiro, Alexia guardó silencio—. Quiero ser inmortal, un vampiro igual que tú.

      —¿Con qué fin?

      —Con el fin de estar contigo. Yo seguiré envejeciendo y eventualmente, moriré algún día, en cambio tú, no lo harás nunca. —Su voz se había vuelto melancólica, todo rastro de seguridad antes mostrado, se había esfumado de repente.

      —No es algo tan fácil de decidir. No puedo solo convertirte de la noche a la mañana, estamos en una ciudad, lo que lo hace más peligroso, además, las autoridades deben estar de acuerdo.

      Eizenach se acercó con molestia hasta su tutora, reduciendo las distancias de forma incómoda para cualquiera en la posición de Alexia.

      —¿Qué autoridades…? Como sea, no me interesa. Quiero ser un vampiro y lo seré.

      Pero Alexia, aun sabiendo que aquello no terminaría bien, se alejó un poco manteniendo su frío semblante, sabía que terminarían en una discusión sin sentido, eso era seguro, la conocía perfectamente y tenía muy claro que no se daría por vencida ni aceptaría un no por respuesta; si quería evadir la petición tendría que jugar sus cartas con delicadeza.

      —No lo haré, Eizenach.

      Eizenach, que estaba preparada para aquella respuesta, respondió con ironía:

      —Supongo, entonces, que tendré que buscar a un vampiro que quiera hacerlo. Estoy segura de que puedo llamar la atención de algún vampiro que viva en esta ciudad, después de todo, me has enseñado a reconocerlos… —terminó en tono triunfal; sin embargo, Alexia estaba esperando una respuesta de ese tipo.

      —Suerte con eso, Eizenach. Aun si lo encuentras, ¿qué te hace creer que lo permitiré? No tienes idea de cómo es el proceso. Y dudo que estés dispuesta a correr el riesgo de que el vampiro simplemente te mate.

      Eizenach esbozó una burlona sonrisa, su corazón se calmó y la sangre parecía fluir con calma por su cuerpo. Alexia agudizó su mirada, aquello no podía ser bueno, tanta calma ante una negativa de su parte.

      —Qué lástima que esa sea tu respuesta… entonces tendré que aceptar la propuesta de Dorian.

      —¿Quién es ese? —preguntó Alexia, notoriamente molesta.

      —Un productor.

      —¿Y qué propuesta es esa?

      —¿Quieres saber?

      Eizenach también conocía a Alexia lo suficiente como para ponerla en una situación difícil y no dudó en jugar con su mejor arma.

      —Eizenach Von Einzbern, ¿qué has estado haciendo?

      La menor la miraba segura de sus actos, había leído todo lo que debía leer, también investigado todo lo necesario y ya en esa ciudad solo faltaba poner a prueba todo ese conocimiento que la misma Alexia se había encargado de pulir en ella. Eizenach era una estratega, después de todo, probablemente tarde o temprano habría cazado a uno de su estirpe.

      —Dorian es un vampiro que curiosamente “atrapé”. No lo tengo en una habitación amarrado con cadenas, si es lo que imaginas, pero hice un estudio de la historia de la ciudad, te sorprendería la cantidad de cosas que puedes encontrar en internet, especialmente fotografías de gente del pasado que camina entre nosotros en pleno siglo XX. Curioso, ¿no? —su voz aterciopelada atravesaba los oídos de la mayor—. Por todo lo que me has dicho, dudo que Dorian, el coqueto productor, quiera ser expuesto por la bestia inmortal que es, lo cual me deja en una posición de bastante poder sobre él: mi silencio a cambio de la vida eterna.

      Alexia se sintió totalmente incompetente al ver cómo una niña de apenas diecisiete años le había puesto una soga al cuello, a ella, que tenía más años de los que podía recordar. Cerró sus ojos por unos segundos, frotando una arruga en su frente que se formaba cada vez que la menor ganaba una de sus discusiones.

      —¿Y? ¿Qué dices? ¿Lo harás?

      No deseaba hacerlo, ser un vampiro era una condena, no un premio, pero al parecer Eizenach no lo veía de esa manera.

      —¡Qué inmadura eres!, no es como si fuera un juego, ¿sabes?

      —No seas dramática, no veo que te quejes por serlo.

      Alexia se mordió el labio inferior. Temía que el día en que Eizenach se lo pidiera llegase, pero no tenía opción. La conocía y sabía perfectamente que, si no lo hacía ella, acudiría a alguien más.

      —Tú ganas, lo haré.

      —¡Genial! ¿Cuándo lo harás?

      —Cuando quieras.

      —¿Puede ser ahora?

      La pelirroja asintió. En el fondo de su muerto corazón sabía que al hacerlo estaba condenando a la única persona que era valiosa para ella. Veía a Eizenach no como a alguien bajo su tutela, sino de una forma mucho más importante. No era una mortal ordinaria y lo sabía, pero, aun así, una insana tranquilidad la embargó por completo.

      —¿Qué tengo que hacer? —preguntó Eizenach.

      —Solo quédate en silencio y no te muevas mucho. Tendrás que aguantar los mareos y evitar caer inconsciente, de lo contrario, morirás. —Había un dejo de amenaza en su voz.

      —Está bien.

      Eizenach


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