¿Quién mató a Ramiro Llanes?. Luciano Truscelli

¿Quién mató a Ramiro Llanes? - Luciano Truscelli


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Alicia, por nuestra parte, si es viable, haremos todo lo posible.

      La mención de Alicia acerca del narcotráfico tiene que ver con el último documental de Ramiro en Natural Channel, denominado Reyes del mal, un programa que tiene como fin desenmascarar a quienes hoy destruyen nuestro continente mediante tráficos de droga, de oro, de animales, hasta trata de personas.

      Son las doce y media del mediodía y quedé en almorzar con Fidel acá, en el Mediterráneo.

      —Alicia debe saber de alguna amenaza —le digo a Fidel.

      —Solo te habló del narco, ¿no del resto? —dice intrigado.

      —Solo de ellos —digo, mientras levanto la mano ubicando a la mesera.

      Fidel pide una ensalada “mediterránea”, esta era a base de verduras verdes, tomates, cubos de queso y palta, yo, ñoquis de verdura con salsa blanca, con una cantidad muy abundante de queso rallado, uno de mis preferidos.

      De tomar compartimos una botella de vino blanco chardonnay, cosecha 2010. La variedad no fue pedida por nosotros, fue una cortesía de Denise, encargada del bar, amiga de Fidel, quien es el enlace para que él haga sus presentaciones.

      —Te vas a atorar, Mateo —dice, mientras toma un sorbo de la reluciente copa.

      —Estoy ansioso por arrancar con el caso, necesitamos un permiso para entrar a la escena del crimen, Fide —digo.

      —Acabo de hablar con Pablo, ya los tengo —dice, y me guiña el ojo derecho.

      —¿Pablo sigue en la Federal?

      —Más que nunca, está a dos pasos de ser comisario —dice con orgullo.

      —Genial, ¡vamos!

      Campo, aire, cielo abierto. Nos dirigimos hacia la localidad de Pilar, en la provincia de Buenos Aires.

      Pese a las circunstancias, siempre es lindo venir a estos lugares llenos de oxígeno.

      Será porque me crie en un monoambiente, con mis padres y mis dos hermanos menores, que cada vez que salgo del centro me reconforta.

      En el departamento de arriba vivía mi amigo Fidel, con quien pasábamos mucho tiempo mis hermanos y yo.

      Somos Pablo, Fidel y yo en la camioneta de Pablo, una 4x4 que tiene unos 10 años, pero de estado inmaculado.

      Pasamos el peaje de acceso y continuamos camino. A unos 20 minutos, el country de la familia Llanes, donde sucedió el episodio.

      Toco timbre y automáticamente un cuadrado negro encastrado en una de las columnas de entrada se enciende como una TV, en la que nos vemos reflejados.

      —Buenas tardes, Alicia, venimos con el permiso —digo.

      —¿Quién es el señor de bigotes que está detrás de ustedes? —pregunta con un poco de temor.

      —Tranquila, señora, su nombre es Pablo, de la Policía, es parte de la investigación —responde Fidel.

      —Adelante.

      Pablo trabaja para la comisaría n.º 706 de la Capital, en el mismo departamento de Fidel, el departamento de homicidios.

      Fidel confía mucho en él, aunque yo lo veo un poco oportunista, si bien nos facilita varias cosas para nuestros trabajos, sabe bien que nuestra ayuda acelera la investigación.

      La escena del crimen está ubicada en la zona de atrás de la casa de los Llanes, más precisamente en el garaje, el cual tiene una salida que da a la calle trasera en un costado del portón. Otro acceso que da al interior de la casa es mediante una puerta corrediza al pasillo que desemboca al living del lugar.

      Al abrir el portón frontal, una gran mancha de sangre se ubica en el capó del deportivo japonés de la familia, que también tiene un bollo importante en la parte de arriba de la puerta del conductor, casi en el techo. Una caja de herramientas tirada en el suelo, así como todo lo que estaba dentro desparramado por este. Al lado del deportivo, otro más pequeño, una coupé para dos personas, que supuestamente usa Federico, con un salpicado sutil de sangre en la puerta izquierda.

      Por último, arriba de una repisa que estaba contra la pared, una nota, en papel cuadriculado, que dice “nunca más” y firmada por un tal “Águila”.

      El cuerpo sigue sus pasos de examen anatómico, ya retirado por los forenses con autorización del médico legista.

      —¿Por qué dice que su hijo está implicado, señora? —le pregunto yo.

      —Fede tuvo una discusión fuertísima con él, hay huellas en la caja de herramientas que está tirada en el garaje y se está estudiando si el elemento con el que fue asesinado es de esa caja o no —contesta Alicia.

      —Pudo haber entrado alguien y matarlo, la puerta que da atrás no tiene llave —dice Fidel.

      —Fede no escuchó ni vio nada.

      —Debo irme a la comisaría, ¿los llevo, señores? —pregunta Pablo.

      —Nos quedamos un rato más haciendo unas preguntas si Alicia nos lo permite —le respondo yo.

      —No hay problema —contesta ella.

      —Gracias, Pablo —dice Fidel.

      —A la orden.

      Alicia nos invita a Fidel y a mí al living, tomamos asiento mientras ella prepara café.

      —Alicia, nos gustaría que nos hable del aspecto psicológico de Ramiro, de sus afectos, si tenía algún enemigo —dice Fidel.

      Alicia se acerca con una bandeja con café y unos bizcochos, al tiempo que miro con detenimiento algunas cosas personales de la víctima.

      —Bueno, desde su lado personal puedo decir que era una buena persona, transparente, lo que vio el mundo por la televisión decía bastante de él. Humanitario y sensible, es difícil pensar en algún enemigo directo. Sí, como ya le había comentado a Mateo, tengo mucha sospecha del narcotráfico —dice ella, un poco más aliviada que ayer.

      —¿El nombre “Águila” le dice algo? —pregunto.

      —Tratame de vos, Mateo.

      —Disculpame.

      —Vos te referís a la nota, sí, el Águila es el jefe de la organización ilícita de drogas que investigaba Ramiro.

      —Claro, Fidel, tendríamos que averiguar algunas cosas de su persona —digo yo.

      —Eso no creo que sea difícil —me responde.

      —Necesito que saquen a Fede de la comisaría, está incomunicado y sufre mucho —dice Alicia con tristeza.

      —Eso me temo que será más complicado, está en manos del avance de la investigación —le contesta Fidel.

      —Vamos a tratar de comprobar lo antes posible que el señor Federico no fue el autor, si es así… —digo yo.

      —Es así, y te agradecería que no lo pongas más en duda —contesta un tanto enojada.

      —No suelo mezclar lo profesional con lo personal, Alicia, te comprendo, pero nuestro trabajo debe seguir esa línea.

      Alicia no emite sonido por un momento.

      —¿Cómo era la relación con vos? —le pregunto.

      —Buena, teníamos nuestras discusiones pero en general nos tratábamos bien, lo único que había desaparecido un poco era la pasión.

      —¿Podés ampliar? —le pide Fidel.

      —Digamos que hacía unos meses que no nos atraíamos como antes. Hacíamos viajes juntos, fines de semanas de spa, eso fue desapareciendo con el tiempo.

      —Bueno, no soy casado, pero imagino que es normal —agrego yo.

      —Probablemente


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