¿Quién mató a Ramiro Llanes?. Luciano Truscelli
viajaba mucho por el tema del documental. Se levantaba temprano, desayunaba leyendo el diario. Jugaba al tenis tres veces por semana con algún amigo, una vez por semana iba a pescar con Fede. El resto del tiempo se dedicaba a buscar información para el documental en su oficina, que está a unas cuadras.
—Tendríamos que ir a la oficina, Fide —le digo.
—Sí.
—Bueno, Alicia, no te molestamos más, te dejamos descansar —señalo yo.
— Para lo que necesiten, estoy a disposición—
—Seguramente te llamaremos para que nos acompañes a la oficina, ¿podrás? —pregunta Fidel.
—Obvio.
—Gracias, Alicia, estamos en contacto —indico yo.
Saliendo de la casa, vamos con Fidel a tomarnos el colectivo de regreso.
—No me cierra lo del hijo, ¿por qué estaba ahí? —pregunto yo.
—Habrá escuchado algún ruido y se acercó —me contesta Fidel.
—¿Y no lo defendió? ¿No vio nada?
—Según Pablo, en el interrogatorio dice que no.
—¿Podés conseguir el interrogatorio?
—Sí, obvio, lo llevo al bar a la noche, ¿te parece? Ahora me voy a hacer servicio.
—A las 8 nos vemos en el bar.
—Okey.
Me tiro en la cama, luego de una ducha y pienso en el hijo de los Llanes, en el Águila, cómo empieza a formarse este caso. Agarro mi PC en busca de información. En la pared del living tengo una pizarra de corcho, en donde suelo desplegar las anotaciones, las pistas y lo que va llegando a los casos. Por el momento armo un cuadro sinóptico de los posibles actores.
Llego temprano al bar, un poco antes de las 7, algo ansioso por avanzar con el caso.
Denise está del otro lado de la barra.
—¿El café de siempre? —pregunta Denise con una leve sonrisa.
—Algo un poco más fuerte, ¿borbón?
—¿Hielo?
—No, gracias.
Abro mi carpeta con la intención de empezar a unir algunos cabos, aunque sin la información que va a traer Fidel, mucho no puedo hacer. Solo tengo algunas imágenes del lugar.
—¿Lo esperás a Fidel? —me pregunta Denise.
—Cuándo no.
—Creo que está un poco atrasado por el tráfico, viste cómo son los viernes.
—Me imagino. Decime, Denise, ¿por qué matarías a alguien?
—Qué pregunta. Supongo que en defensa propia sería mi primera respuesta.
—Es muy inteligente respuesta, Denise, ¿y otra?
—Y si se meten con un ser muy querido, supongo.
Empecé a leer los vínculos familiares, que son realmente pocos. Al margen de la esposa y su hijo, solo unos tíos muy lejanos que viven en Uruguay. Solo quedaría pensar en Alicia y Federico, si hay algo o alguien amenazándolos.
—¿Los tíos son pobres? Viste que la plata llama —me comenta Denise.
—La gente pobre vive mejor que la gente rica, Denise, pero puede ser una posibilidad.
—¿Vos sos pobre o sos rico? —dice entre risas.
Me saca una carcajada, me sonrojo y la miro fijo, nunca había puesto atención en ella.
—Soy Mateo, encantado.
—Mayor gusto –me dice Denise, y se aleja hacia la cocina.
Llega Fidel.
—Conseguí la cinta, y el informe del forense —dice.
—Sos una luz.
Salgo de la barra y nos sentamos los dos en una mesa, Fidel pide cerveza, yo café.
Saca un grabador, de esos antiguos que graban con casete y lo apoya en la mesa.
—No dice mucho más de lo que ya sabemos, ¿no? —indico yo.
—Y no, pero basado en lo que se habla en la comisaría, con el tono de tristeza que se siente en el audio, dudo que tenga algo que ver.
Me reclino hacia atrás, respiro hondo mientras tomo nota mental de todo.
—Sí, no te digo que lo descartaría, pero sí —digo mientras miro por la ventana—. ¿Lo soltaron?
—Sí, por el informe que te voy a mostrar. Preparate.
Le hago una mueca de atención.
El informe del forense da indicios de suicidio, no hay huellas dactilares, ni de pasos, no hay registros raros en las cámaras de seguridad. La caja de herramientas donde están las huellas del hijo fue llevada por él minutos antes del crimen, en su relato dice que fue a guardarla.
La descripción nos da una puñalada mortal en el abdomen, y el golpe en el auto corresponde con un chichón encontrado en la frente, que sería producto de la caída.
—¿Tan arriba el golpe en la caída? —le pregunto a Fidel.
—Mateo mide un metro, por más que sea en la parte de arriba, vos viste el auto, es muy bajo.
—Puede ser —contesto yo, poco convencido.
Fidel toma un trago, apoya el chop.
—De todas maneras, no está cerrado el caso, ¿qué opinás?
—No me cierra lo del golpe, el hijo no fue.
Mientras hablo con Fidel me suena el celular, es Alicia.
—Alicia.
—Quería notificarte que Fede está en casa, y dispuesto a ayudarnos.
—Me enteré, señora, me alegro por ustedes. Mañana con Fidel tenemos la intención de darle un vistazo a la oficina, sería una buena ocasión para hablar con él.
—Perfecto. Mañana los espero.
—A primera hora estamos ahí.
—Me voy a la radio Fide.
—Saludos a Dai.
—¿Por qué no se los das vos? —le digo con un guiño pícaro.
Atravieso la puerta, de frente viene caminando Denise que venía de cobrarle a una mesa de afuera.
—Chau, Mateo, que tengas suerte —dice con una sonrisa, un poco más abierta que la anterior.
—Gracias, igual para vos, que descanses.
Daiana y Fidel tuvieron un acercamiento hace unos años, en una fiesta de fin de año que organizó la radio en un boliche de Capital. Hacían linda pareja y se llevaban muy bien, pero, bueno, por razones que desconozco ella no quiso que la relación prospere.
Fidel es una persona muy graciosa, un poco egocéntrico, pero en él no es un defecto, es morocho, de pelo y ojos oscuros, estatura media.
Dai es más como quien dice chapada a la antigua, una señora. Siempre prolija, con el pelo recogido, bajita, siempre vestida de manera formal, estructurada y muy aplicada.
—Buenas noches y bienvenidos, esto es Área nocturna…
Al finalizar el programa, enciendo un cigarro en la terraza del estudio.
—¿Cómo venís con el caso Llanes? —pregunta Dai con intriga.
—Ahí vamos, estamos full con Fidel.
—¿Cómo