Estados traumatizado y no traumatizado de la personalidad. Rafael E. López Corvo
de supuestos básicos se manifiesta y sus sentimientos predominan en el grupo, el resto que permanece latente se mantienen contenidos dentro del sistema proto-mental; por ejemplo, si el de ataque y fuga es manifiesto, las emociones de dependencia y apareamiento estarán latentes. [López-Corvo, 2003, p. 105]
Después de finalizar su entrenamiento como analista, Bion nunca habló explícitamente sobre estos conceptos, aunque pudiéramos asumir que los mismos sirvieron de telón de fondo a otras ideas posteriores. La interacción entre el “grupo de trabajo” y el grupo de “supuestos básicos” por ejemplo, pasó a representar en la psicología individual, la interacción entre lo que él llamó “la parte psicótica” y “no psicótica de la personalidad”. También podría deducirse que los “supuestos básicos” corresponderían a aquellas emociones originadas desde los diferentes puntos de fijación. Así el “sp dependiente” correspondería al estadio oral, el de “ataque y fuga” al anal y de “apareamiento” al genital. Sin embargo, siguiendo la línea de pensamiento de este libro, preferiría considerar que los supuestos básicos representan emociones que provienen de los traumas pre-conceptuales ocurridos alrededor de la época cuando tienen lugar los estadios sexuales (oral, anal y genital) y en términos freudianos, representarían puntos de fijación. El “sistema proto-mental” es el equivalente a lo que Bion más tarde denominaría como “espacio beta”, un espacio primitivo que se iniciaría a partir de la vida intrauterina.
De acuerdo a Meltzer (1986), la creatividad de Bion creció significativamente después de la muerte de M. Klein en 1960, quizás sugiriendo que éste subordinaba su originalidad a las ideas de su analista y maestra. El viejo concepto del “doble” fue usado por Bion bajo el esquema del “gemelo imaginario”, para defender la noción de Klein del Edipo pre-genital temprano y poder además graduarse en el Instituto de Psicoanálisis en 1950. Después se dedicó a extensas investigaciones clínicas sobre psicosis, así como a la conceptualización epistemológica del pensamiento. De todos esos escritos, el artículo sobre “Diferenciación entre personalidad psicótica y no-psicótica” (1957) puede ser concebido hoy día como un hito para entender la fenomenología del trabajo de la mente en función.
Podríamos preguntarnos qué hizo que Bion no considerase la dicotomía psicótica no-psicótica como expresión de una dinámica universal presente en todas las mentes. Podríamos especular algunas posibilidades, como por ejemplo, que quizás para esa época Bion lidiaba con una confusión similar a la que había en aquellos quienes creyeron que el concepto de Klein acerca de la “posición esquizo-paranoide” se refería específicamente a las psicosis (Grosskurth, 1986, p. 429), en lugar de considerarle una dinámica universal presente en todas las mentes. Sin embargo, es posible observar que Bion intentó proporcionarle cierta generalización al concepto cuando dijo:
Es más, considero que aun en el neurótico hay una personalidad psicótica que debe ser tratada de la misma manera … [1967, p. 63] Sobre el hecho de que el Yo mantiene contacto con la realidad, depende justamente la existencia de una personalidad no-psicótica paralela, aunque oscurecida por la personalidad psicótica … [Ibíd. p. 69] Considero que esto es también verdad para el neurótico severo, en quien creo hay una personalidad psicótica oculta por la neurosis, al igual que la personalidad neurótica está oculta por la psicosis en el psicótico … [Ibíd. p. 91]
En una investigación similar, Meltzer (1978) señaló que Bion no había discriminado entre la parte psicótica de la personalidad y la psicosis clínica, debido a la influencia ejercida por Klein en aquellos que consideraron a la posición esquizo-paranoide como representante del punto de fijación de la esquizofrenia. Añadió que no estaba claro si Bion pensaba “que esta parte de la personalidad es ubicua o sólo existe en la persona que presenta una esquizofrenia” (p. 26). La discriminación a menudo hecha por Freud, entre persona “normal” y “neurótica”, ayudó a sustentar el delirio de la existencia de un modelo idealizado de salud mental absoluta. Lacan en 1966, estuvo bastante cerca en denunciar tal prejuicio, entre paciente y analista, cuando expresó:
Piensa, qué testimonio de espiritual elevación pudiésemos expresar, si reconocemos que estamos hechos del mismo material de aquellos a quienes moldeamos. (p. 26)
Sin embargo, al considerar su pronunciamiento como “un testimonio de espiritual elevación”, Lacan parecía estar proporcionando una “concesión” en lugar de una “verdadera declaración”.
En 1974, durante una de sus conferencias en Brasil (1974), Bion aclaró, de manera anecdótica, que la confusión sobre su original declaración acerca de los dos lados de la personalidad, era consecuencia del tipo de paciente que trataba para ese entonces.
He analizado pacientes esquizofrénicos que venían a mi consultorio. Aunque todavía pienso que la mejor descripción que puedo hacer de ellos es “esquizofrénicos”, no considero que fueran compatibles con aquellos pacientes que debían estar hospitalizados. Debo añadir que en el mundo psicoanalítico que me es familiar, la “chifladura” es algo frecuente. Me asombra la frecuencia con que muchos analistas piensan que para reivindicar su título deben haber tratado muchos pacientes esquizofrénicos. Me pregunto también cómo se las ingenian los hospitales mentales para sobrevivir. De lo poco que sé, encuentro difícil de creer que hubiese tantos analistas con pacientes esquizofrénicos en tratamiento. Tal afirmación pertenece más al dominio de la moda que al de la ciencia del psicoanálisis. Así como puede existir la moda de usar plumas en el sombrero, así también los psicoanalistas llevan “psicóticos en el pelo”. (pp. 92-94)
Basado en esta afirmación así como en la experiencia de muchos otros psicoanalistas, además de la propia, considero que la referencia de Bion a “psicótico” y “no-psicótico” es una dinámica que se encuentra presente en todos los seres humanos, y que ha sido el resultado de eventos traumáticos tempranos imposibles de ser digeridos. Por ello he preferido cambiar su terminología a estados traumatizados y no-traumatizados de la personalidad 1, utilizándolo como título de este libro. Igualmente considero que la fragmentación de la mente en estado “traumatizado” y “no-traumatizado” es consecuencia de la presencia ubicua de los traumas pre-conceptuales. El estado traumatizado es resultado de experiencias traumáticas ocurridas durante los primeros años de vida, mientras que el estado no-traumatizado representa el desarrollo físico y mental que transcurre de modo normal y en forma paralela, desde el nacimiento hasta la adultez.
Todos los seres humanos han estado, están y estarán, fatalísticamente marcados por la indispensable presencia y eventual ausencia de los objetos parciales primarios; en primer lugar el pecho o la madre y subsecuentemente, el pene o el padre. Ambos objetos son absolutamente indispensables para la vida. El primero para la sobrevivencia y el logro del sentimiento de ser un “ser humano” (animado)2; el otro para la independencia, la libertad y la esperanza. Muchas de estas “presencias-ausencias” son eventos temporales, pero gran cantidad de ellas sobrepasarán el “escudo protector” de Freud o el “rêverie materno” de Bion (1962, p. 36) y se harán permanentes, estableciéndose como un sufrimiento continuo o “trauma psíquico”. Similar al Sombrerero Loco de la fiesta del té en Alicia en el país de las maravillas, los traumas pre-conceptuales se transforman en un eterno “ahora” que es continuamente proyectado en todas partes.
Las particularidades inducidas por tales “ausencias-presentes” traumáticas, marcan a cada individuo en forma única y representan un hecho seleccionado que estructura el comportamiento específico, así como la idiosincrasia característica de todos los seres humanos. Siempre hay una añoranza substancial por los objetos perdidos y otras veces existe la ilusión de guardarlos internamente, lo cual proporciona una sensación de triunfo y orgullo. Otras veces existe la impresión de que falla la capacidad para retenerlos, lo cual induce un sentimiento de desesperanza y melancolía, así como también de envidia hacia aquellos que se siente lo han logrado. El vacío interno de estas ausencias es diminutamente fragmentado y continuamente proyectado en todas partes, induciendo una búsqueda infinita en el ambiente así impregnado. Con los años, las representaciones internas de estas ausencias mutan, aunque cambiando solamente su “apariencia” –emulando a Proteos el dios de los