Estados traumatizado y no traumatizado de la personalidad. Rafael E. López Corvo
todos lados. Le pregunté si deseaba que esta conducta desapareciera o se hiciese permanente. Respondió: “Que desaparezca”. A continuación le dije: “Si puede contener su emoción frente a la conducta del niño y no decirle nada, ésta se extinguirá por sí misma en pocos días; pero si entra en una lucha de poder con él, dicha conducta les contendrá a los dos, y así, aunque la conducta eventualmente desaparezca, después de un tiempo podría regresar intacta o transformada en una metáfora; y probablemente él ya no recuerde por qué lo hace”. Defino los traumas pre-conceptuales como hechos resultantes cuando un evento temporal se convierte en permanente y se repite compulsivamente como una narrativa emocional de ausencias en “conjunción constante” 7.
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La función alfa se encuentra activa continuamente, día y noche (Ferro, 2006; Grotstein, 2007) y alterna entre dos dominios diferentes: uno es consciente y voluntario, el otro inconsciente e involuntario. Por ello Bion originalmente se refirió a la función alfa como “trabajo-de-sueño-alfa” (1992, p. 62). Ambas dominios parecieran trabajar de modo diferente aunque dialécticamente interactuando continuamente. La consciencia lidia con impresiones sensoriales de la forma explicada más arriba, digiriendo impresiones sensoriales crudas o elementos beta y transformándolos en elementos alfa. Cuando existen hechos que no han sido propiamente digeridos durante el estado de vigilia, quizás debido a una baja tolerancia la frustración del Yo –en el sentido de no haber lidiado adecuadamente con algunas “mentiras”– la función alfa inconsciente puede fabricar un sueño durante el dormir con el propósito de revelar la verdad oculta. En otras palabras, la función alfa inconsciente corrige aquellos aspectos que han sido evadidos por la función alfa consciente, la cual a fin de evitar la frustración no lidió con ellos cuando estaba físicamente despierto –una situación en cierto modo equivalente a lo que Freud escribió como los “residuos diurnos”8. Es por ello que Bion enfatizó que los sueños no son, como mucha gente puede pensar, la consecuencia de una “indigestión”, sino todo lo contrario; los sueños son el producto de una digestión, mientras dormimos, de lo que pudo haber quedado mal digerido mientras nos encontrábamos físicamente despiertos. Esta forma inconsciente de función alfa es usada por la madre en estado rêverie mientras atiende su bebé, e igualmente por el analista en una situación similar cuando escucha a su paciente “sin memoria ni deseo”. Consiste, en otras palabras, en los intentos del analista de “soñar” el discurso del paciente utilizando su función alfa inconsciente, a fin de permitir el surgimiento de O –de lo inefable o “verdad última”– para luego, empleando su función alfa consciente, cambiar O en conocimiento, en +K, a fin de construir una interpretación. Seguimos un itinerario similar cuando utilizamos nuestra función alfa consciente con el propósito de descifrar un sueño, el cual ha sido fabricado por la función alfa inconsciente del paciente.
El principal propósito del “trabajo del sueño” de acuerdo a Bion, no es la necesidad de engañar la censura, sino más bien la de evadir la frustración. De igual manera, el propósito de los pensamientos oníricos pudiera ser el modificar lo que origina la frustración, cuya fuente esencial no es sólo la conjunción de hechos actuales presentados por la realidad, sino también las emociones provenientes de los traumas tempranos, los cuales son automáticamente movilizados por los eventos actuales. Freud (1896) hizo referencia a esto con bastante anticipación:
Hemos aprendido que los síntomas histéricos no necesariamente se originan de una experiencia real por sí sola, sino que en cada caso, el recuerdo de la experiencia temprana estimulada por asociación, juega su parte en la causa del síntoma. (p. 197)
Me referiré a este concepto en el capítulo VI mediante el uso de algún material clínico.
Siguiendo a Bion (López-Corvo, 2003) los elementos alfa se agrupan en el preconsciente como una membrana o “barrera de contacto”, entre la conciencia y el inconsciente, ayudando a discriminar entre el estar despierto y el estar dormido, estar consciente o inconsciente, o entre estar receptivo o no a la verdad elaborada durante los sueños. En este último sentido los sueños serían, como Freud originalmente afirmó, “los guardianes del dormir”. La forma consciente de la función alfa también realiza esta clase de discriminación; sin embargo, cuando ésta falla, los individuos podrían pensar que están despiertos aunque en realidad estarían experimentando una pesadilla, en la medida que consideren que sus propias proyecciones constituyen verdaderas percepciones de la realidad. Esto sería muy similar a los hombres descritos por Platón que viven dentro de una “caverna”. Usualmente, y esto es un agregado mío, el trauma pre-conceptual “atomizado” y proyectado inconscientemente, contiene a la parte consciente de la mente pensante mediante la compulsión a la repetición y las continuas identificaciones proyectivas e introyectivas. Quizás esta conceptualización introducida por Bion acerca de la fenomenología de los elementos beta y la función alfa, podría ser considerada, después de Freud, como la “tercera tópica”.
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Existen cuatro esculturas inconclusas realizadas por Miguel Ángel, conocidas como “Los esclavos”, en las cuales se muestran dos fracciones muy diferentes: una parte muy bien terminada y otra que contrastando con el resto, muestra un mármol aun sin trabajar, dando la impresión de que tales figuras “inacabadas” permanecen secuestradas en la piedra. Estas particulares tallas podrían encubrir muchos significados. Inicialmente fueron hechas para la igualmente incompleta tumba del papa Julio II, un trabajo que mantuvo ocupado a Miguel Ángel durante más de cuarenta años y sobre lo cual en algún momento escribió: “Encuentro que he perdido toda mi juventud ligado a esta tumba”. De forma similar a como Miguel Ángel y sus metafóricas esculturas inacabadas permanecieron secuestradas en la piedra, la parte inconsciente traumatizada confisca a las partes no-traumatizadas y mutila su capacidad de libertad, creatividad y autonomía. Como consecuencia, la persona se siente “prisionera” y cree que no será capaz de liberarse a sí misma por cuanto su mente, que representa los medios y el fin de un posible escape, se ha empobrecido, está secuestrada y carece de la capacidad de hacer consciente la realidad. La interpretación es el instrumento/cincel del analista, que usará para tallar y liberar a la parte no traumatizada de la personalidad de la “prisión” en la que se encuentra. Freud (1905) evocó a Leonardo da Vinci así como su metáfora de per via di porre y per via di levare, para distinguir entre pintar y esculpir. Pintar o per via de porre, implica añadir colores para producir una forma, mientras que esculpir, o per via di levare, requiere retirar material para que la figura se libere, tal y como lo hacemos los psicoanalistas a fin de liberar al Self. Aunque Freud no especificó que se estaba refiriendo a la relación entre histeria y trauma, podríamos suponer que intuitivamente estaba considerando el tema de “cómo los traumas al aprisionar la mente constantemente, determinan toda forma de psicopatología existente”.
La libertad representa un impulso importante, una especie de instinto de libertad que podría ser alcanzado solamente cuando uno se identifica con su propia verdad, a cualquier costo (Grotstein, 2007). Todo progreso en el ser humano representa una continuidad desde el tiempo cuando estábamos dentro del cuerpo de nuestra madre como uno más de sus “órganos internos”, hasta después del nacimiento cuando nos convertimos en individuos autónomos e independientes capaces de producir cualquier clase de desempeño creativo. Un hallazgo común y central encontrado en la psicología de los adolescentes es su afán de liberarse del dominio y control de sus padres, aunque a menudo no tienen muy claro hacia dónde dirigir su esfuerzo, si contra los padres externos o contra los padres internos. Al igual que los niños, muchos adolescentes no son capaces de distinguir entre el objeto externo y lo proyectado. Los tatuajes y los piercings, por ejemplo, son formas manifiestas de tomar control del cuerpo, sería algo como decir: “Hago lo que yo quiera con este cuerpo porque es mío”. La alta incidencia de suicidio entre adolescente es también expresión de una confusión entre objeto y proyección, donde no les queda claro si el “asesinato” es contra de ellos mismos o contra de sus padres (que terminan siendo ellos mismos), lo cual representa una manera psicótica de atacar a los padres internos. Los adultos y adolescentes que no son capaces de contener estas confusiones juveniles, pueden permanecer “a mitad de camino”,