Estados traumatizado y no traumatizado de la personalidad. Rafael E. López Corvo

Estados traumatizado y no traumatizado de la personalidad - Rafael E. López Corvo


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que si Ferenczi y Bion estuvieron examinando “la mente” desde diferentes puntos de vista y en diferentes épocas, y fueron agudos en sus conclusiones, pudieran haber coincidido; después de todo, “la verdad no necesita un pensador”3. Aunque Bion originalmente se refirió a pacientes esquizofrénicos en dos de sus trabajos (1967, pp. 42, 63), sus conclusiones fueron extensivas a individuos no psicóticos.

      Considero que aún en neuróticos severos hay una personalidad psicótica con la cual hay que lidiar de la misma manera antes de alcanzar el éxito. [1967, p. 42]

      Y, adicionalmente, al final de su trabajo sobre “la diferenciación de las partes psicóticas de las no psicóticas”, dijo:

      Es más, considero que esto se mantiene como una verdad para los neuróticos severos en quienes creo hay una personalidad psicótica velada por la neurosis de la misma manera que la personalidad neurótica es apantallada por la psicosis en el psicótico (Ibid, p. 63).

      Siguiendo algunos de estos puntos he llegado a dos conclusiones:

      1 aunque Bion nunca hizo una referencia explícita sobre el trauma, pienso, igual que Grotstein (2007, p. 154), que este concepto está implícito en la mayoría de sus contribuciones y obviamente, como lo he señalado anteriormente, no es una coincidencia que él y Ferenczi observaran similares mecanismos en diferentes formas de psicopatología;

      2 aun cuando Bion hizo sus observaciones utilizando pacientes esquizofrénicos, se dio cuenta de la ubicuidad de sus afirmaciones y por lo tanto pensó que estas observaciones también podían aplicarse a los pacientes neuróticos.

      Yo sin embargo creo que tal discrepancia de estados está presente absolutamente en la mente de todos los seres humanos, aun en aquellos que pudiesen ser considerados como “normales”. Estos dos aspectos los evaluaremos en detalle en el capítulo primero.

      * * *

      Los elementos beta son almacenados como partículas que no pueden ser empleadas para pensar y sólo son buenas para ser usadas como misiles en los mecanismos de identificación proyectiva, representando registros emocionales inconscientes y primitivos que han sido almacenados y que pueden ser actuados, más no recordados. Ellos son usados en la acción como una forma de lenguaje evacuativo (1962, p. 6) con el propósito de manipular al objeto mediante identificaciones proyectivas e introyectivas. Originalmente Bion (1963) los describió como actos indigestos:

      Sin embargo, años más tarde Bion afirmó que los elementos beta no eran sólo sinónimo de patología mental, sino que también podían representar una clase de comunicación quizás intuitiva, comúnmente usada por los niños (1974a, pp.127-128). Obviamente, para esta época Bion estaba concibiendo la noción de “O”, la cual también clasificó como un elemento beta.

      * * *

      Aunque las experiencias traumáticas almacenadas en el inconsciente representan elementos beta, no todos los elementos beta son experiencias traumáticas, ya que otros hechos indigestos o pensamientos no pensados, como por ejemplo la noción intuitiva de “O” u otras formas desconocidas de “impresiones sensoriales no traumáticas”, pueden también ser consideradas, siguiendo la descripción de Bion, como un elemento beta. Ahora me estoy refiriendo a lo que he llamado “traumas pre-conceptuales”, los cuales representan elementos beta o cicatrices dejadas en la mente por estímulos psíquicos que tuvieron lugar en un tiempo en el que no sólo existía una mente rudimentaria incapaz de digerir y contener el impacto de tales hechos psíquicos, sino además y muy importante, la función alfa de la madre también ha fracasado.

      Hemos aprendido de Freud que una experiencia deviene traumática cuando es capaz de fracturar el “escudo protector” que resguarda al Yo de los estímulos. Este concepto fue retomado por Bion cuando –quizás siguiendo la conocida afirmación de Winnicott acerca de que “no existe tal cosa como un bebé solo [sin madre]”– afirma, que el rêverie de la madre juega un rol sustancial en el fracaso del niño para contener determinados estímulos. Un hecho puede hacerse traumático cuando una serie de condiciones, tales como la intolerancia del Yo a la frustración, transforman un hecho temporal en uno permanente. Si la realidad representa un evento temporal circunscrito a un instante, podríamos entonces preguntarnos, ¿qué conjunto de circunstancias tuvieron el suficiente peso para cambiar lo que pudo haber sido un momento transitorio en la vida de una persona, en otro indisoluble? ¿Qué convirtió una ausencia temporal en una presencia permanente? Quizás podría ser algo similar a como las huellas de un dinosaurio quedaron impresas en la piedra caliza. Podemos imaginar a un dinosaurio sediento realizando sin incidentes su caminata diaria hacia un lago, hasta que una mañana en particular, la presencia de una serie de variables, se juntan para preservar sus huellas para siempre. Ello explicaría por qué ahora, cuando el lago ya no existe y el dinosaurio ha sido borrado de la faz de la tierra y por lo tanto sólo hay ausencias, sus huellas producidas en sólo un instante, han sido preservadas para la eternidad. Obviamente, entiendo que la mente al ser impresa con la huella de una emoción particular repudiada, puede representar una condición mucho más compleja que las impresiones dejadas por el dinosaurio en la piedra caliza 180 millones de años atrás.


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