El Vel. Ernesto Derezensky

El Vel - Ernesto Derezensky


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privado, generalmente entre dos personas por un lado y los fenómenos que requieren de una lógica colectiva o de “masa" por el otro.

      En el primer apartado puede leerse una recensión bastante exhaustiva de la obra de Lacan sobre los momentos en los cuales su articulación está referida al fenómeno de violencia muy pocas veces en forma explícita. No hace falta decir la palabra “violencia” para saber que eso está ahí potencialmente. La doctrina del goce resulta crucial cuando se trabaja el tema de la pasión5, del acting out, del pasaje al acto, de la tensión agresiva producida por la rivalidad imaginaria, de la locura yoica, del ejercicio pulsional, de la pulsión de muerte, de la necesidad de autocastigo, de la crueldad del superyó, del estrago, del odio al diferente. También sobrevuelan potencialmente hechos de violencia en los casos en los cuales la forclusión expone al sujeto a padecimientos insoportables supuestamente originados en la intención del otro. El acto psicótico puede tener la forma autopunitiva, melancólica o de agresión al otro.

      La “violencia de género” es un significante amo exitoso que nos obliga a detenernos para ver qué hay debajo de ese gran manto. La perspectiva de género es tan amplia en su extensión que invita a discriminar la singularidad de los sujetos en cuestión. Este acercamiento en búsqueda de la singularidad del sujeto hace que cada caso se inscriba en la clase solo después del análisis, sin prejuicios ni saberes previos. En el 2015 con este tema se realizó una Jornada cuyo título era “Machismo, Feminismo, el género en cuestión.”6 Abordamos el problema del racismo como fenómeno de “masa” contando con los discursos. No hay racismo sin discurso porque éste impone el orden de los puestos simbólicos que es el verdadero resorte de la llamada “raza”. El puesto de los Amos y de los otros.

      En enero de 2017, muere nuestro amigo y colega Carlos García cuyo empuje constante y lucidez siempre estuvieron presentes en nuestros años de trabajo en común. La posibilidad de esta publicación exigió recortar los temas y reducir el número de los autores. Nuestro próximo libro se abrirá al tratamiento de otras problemáticas ligadas a la violencia e incluirá la rica producción de los colegas que nos acompañan a quienes agradecemos su presencia y colaboración. En la actualidad al grupo originario se sumaron Gustavo Kroitor, Patricia Sawicke y Ernesto Rizzo.

EL FENÓMENO DE LA VIOLENCIA

      La violencia lacaniana

       Marcelo Marotta

      La violencia es recurrente en Lacan.

      A lo largo de su enseñanza puede utilizar esta noción tanto para expresar el matiz de una conducta como la particularidad de un mecanismo o un dato de la estructura. Son pocas las ocasiones en las cuales Lacan la define de un modo explícito. Más adelante las señalaremos.

      La violencia siempre parece manifestarse por fuera de la articulación significante. En la época anterior al inicio de su enseñanza propiamente dicha, donde aún no despliega la noción del significante, la violencia queda ligada al registro imaginario. Lo mismo sucede en la etapa estructuralista, donde la ubica en el eje a-a´del esquema Lambda. Aunque promediando esta época, al considerarla como un dato de estructura, también se la puede identificar con la impronta del significante constituyendo al sujeto. Finalmente, en el último tramo de la enseñanza acentúa su aspecto real.

      Ya que se presenta en nuestra experiencia como un engranaje de la “máquina original que pone en ella en escena al sujeto”7 o también como una respuesta posible de éste ante la marca que lo determina, conviene aislar lo que la violencia aporta como dato de estructura de lo que manifiesta como fenómeno.

      La mayor cantidad de referencias –que son más de medio centenar– pertenecen a los trabajos del período pre-estructuralista y a los de la enseñanza clásica de Lacan. Lo demás, en especial luego de la primera mitad de los años ´60, son nociones que podemos homologar a la violencia y a las que he preferido calificar como “variaciones de la violencia”, es decir, como otras formas en las cuales ésta se puede presentar.

      La violencia en el período pre-estructuralista

      Los primeros aportes los encontramos en el “caso Aimée” de su tesis De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad de 1932. Quizás el más relevante sea el que la enmarca en el mecanismo del pasaje al acto, cuando la enferma “lleva a cabo el acto fatal de violencia contra una persona inocente, en la cual hay que ver el símbolo del “enemigo interior”, de la enfermedad misma de la personalidad”8.

      Luego en el trabajo sobre la familia de 1938, la violencia ya no aparecerá como en la tesis aportando el tono de una conducta o la especificidad de un mecanismo, sino que va a participar como un elemento de la estructura, tal como se lo puede comprobar cuando considera que los complejos desempeñan “un papel de “organizadores” en el desarrollo psíquico”9 o cuando ubica la función de la violencia en el complejo de la intrusión que revela la estructura de los celos colaborando en la génesis de la sociabilidad. Allí el sujeto, presa de los celos ante el amamantamiento de su hermano, se identifica con “el otro, objeto de la violencia”10, vinculada con una agresividad que domina la economía afectiva.

      Pero la referencia más significativa de este período la encontramos en el Escrito de 1948 “La agresividad en Psicoanálisis”. Allí afirma que las “violencias propiamente dichas” son tan raras en la experiencia analítica “como lo implican la coyuntura de emergencia que ha llevado al enfermo al médico, y su transformación, aceptada por el primero, en una convención de diálogo”11. En este contexto las manifestaciones violentas, abordadas desde la experiencia, se diferencian de la agresividad entendida como intención de agresión y como imagen de dislocación corporal.

      Esta sutil diferencia, como veremos más adelante, vuelve a aparecer en otros tramos de la enseñanza, y sugiere que por violencia propiamente dicha debemos entender aquella que encuentra un modo de descarga por fuera de la dimensión del diálogo, mientras que la agresividad puede sostenerse en las distintas modulaciones discursivas que implica esa convención.

      Más allá de ello conviene subrayar, tal como lo señaló Jacques-Alain Miller, que ya en los primeros párrafos del texto Lacan explicita su interés por intentar convertir a la agresividad en un concepto de uso científico, “para establecer una dimensión de la experiencia en la que hechos objetivados puedan considerarse como variables suyas”12.

      Estos hechos objetivados son las reacciones agresivas que Lacan recopila en la primera parte del Escrito, dedicado a este aspecto fenomenológico. Luego, a partir de la Tesis IV, da el salto hacia la metapsicología para considerar a estos hechos objetivados fundados sobre una tendencia a la agresividad que es propiamente libidinal. Así podrá considerar toda una serie ordenada de reacciones agresivas como variables de la libido.

      Se trata aquí de la libido negativa, que es la manera con la cual, en este texto, aborda la pulsión de muerte desde el registro imaginario y de la agresión que se produce a nivel del estadio del espejo. A partir de este estadio el hombre, dividido por el semejante, se siente agredido o agresor con respecto al otro y con respecto a sí mismo. Desde esta perspectiva el fundamento de la agresividad será la identificación narcisista y la estructura paranoica del yo.

      La época estructuralista y algunas definiciones

      Cuando la palabra dimite…

      Ya iniciada la enseñanza propiamente dicha de Lacan, en el Seminario 1, ocupándose de la clínica, plantea que el análisis se orienta a ser sólo violencia implícita cuando reduce al otro a la función del yo del sujeto para analizar sus resistencias, degradando así el proceso de la palabra.

      Retoma y completa estas consideraciones en el Escrito de 1954 “Introducción al comentario de Jean Hyppolite…”. En él vuelve a criticar el análisis de las resistencias donde la operación del analista derrapa de la vía simbólica que debe seguir,


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