Los buitres de la deuda. Mara Laudonia

Los buitres de la deuda - Mara Laudonia


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todos eligieron presentar la renuncia con él, en un gesto de lealtad, si bien, como se verá, la mayoría volvió al ruedo en distintas funciones dentro del kirchnerismo, salvo el propio Lavagna.

      Designó como secretario de Finanzas a Guillermo Nielsen, un economista especializado en finanzas tanto en el sector público como en el privado que durante la gestión de Jorge Remes Lenicov al frente del Ministerio de Economía del duhaldismo había sido el enlace entre ese Ministerio y el Banco Central. Como secretario de Política Económica designó a Oscar Tangelson, un hombre de íntima confianza de Kirchner.

      Nielsen sumó al equipo a su ex socio Leonardo Madcur, quien con treinta y dos años durante la etapa duhaldista ofició de subsecretario de Financiamiento, pero luego se ganó el respeto y la confianza de Lavagna, quien lo nombró secretario de Coordinación Técnica bajo el gobierno de Kirchner.

      Madcur ingresó al Ministerio de Economía “un sábado, en medio del caos de 2002, y mi primer trabajo fue participar en la elaboración del decreto 905, que refundó el sistema financiero y en la norma que erogaba el CER a los créditos”, recordó el abogado, que hoy se ubica lejos de la función pública.[12]

      Otro de los pilares del equipo era Sebastián Palla, joven economista que no llegaba a treinta años, egresado de la Universidad Di Tella, que fue becario en el grupo Socma y en la Fundación Macri, donde conoció a Guillermo Nielsen. Palla primero entró como asesor y mano derecha de Nielsen, quien luego lo ascendió a subsecretario de Finanzas.

      Además, se sumaba como asesor Sergio Chodos, especialista en reestructuración de pasivos de bancos y empresas, quien recordó que “ingresar al equipo de reestructucturación de la deuda fue algo reloco para mí, un cambio muy grande, era ir otro lado del mostrador”, relató el ex abogado del estudio Brouchou quien, como se verá, permaneció en el sector público.

      Posteriormente, Héctor Torres se sumó al equipo como representante de la Argentina ante el FMI, y destronó a Guillermo Zocalli, un hombre histórico en la silla argentina ante el organismo, que encarnaba la vieja etapa del neoliberalismo impulsor de la convertibilidad desde primerísima hora.[13]

      Relaciones tortuosas

      Al comenzar su mandato el 25 de mayo de 2003, Kirchner había heredado de Eduardo Duhalde un miniacuerdo con el FMI. Éste había sido formulado en enero de 2003 sobre la base de la emergencia económica que significaba el salvoconducto que permitía mantener lazos con la comunidad financiera internacional tras el default.

      El entendimiento logrado con el Fondo se convertía en una pieza importante para mejorar las relaciones del país con el mundo financiero y servía para afirmar la relativa estabilidad lograda en los nueve meses anteriores. Además, le dio al gobierno siguiente la decisión de establecer la magnitud de los incrementos en las tarifas públicas.

      Ese miniacuerdo fue una negociación de unos nueve meses para lograr un convenio de apenas seis meses. Fueran necesarias quince misiones para renegociar el acuerdo, lo que constituyó un record de viajes de autoridades del FMI al país y de los funcionarios argentinos a Washington.

      “Los acreedores y el FMI decían que Duhalde se iba, por lo tanto ellos querían hablar con la nueva gestión, pero lo cierto era que había que negociar un acuerdo con el FMI. Se sabía ya que iba a haber elecciones, pero ellos querían negociar con la nueva gestión. Había mucha interferencia para llegar a resolver el tema de la deuda, de carácter político también. Y en lo técnico íbamos resolviendo problemas que estaban en la hoja de ruta”, relata Mad-cur, quien recuerda que en medio de las negociaciones, en junio de 2002, se interpusieron las muertes de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, lo que obligó a Duhalde a anunciar elecciones anticipadas para abril de 2003.

      El equipo económico acudió a la asamblea anual del FMI de septiembre de 2002, donde fue mirado como la oveja negra del rebaño, para negociar el acuerdo. Ese foro parecía haber olvidado que, hacía apenas cuatro años, Carlos Saúl Menem había sido distinguido allí por haber aplicado las mismas políticas que llevaron a la economía argentina al default.

      “Para terminar de negociar ese miniacuerdo con el FMI fuimos por dos días y nos quedamos, hasta que terminamos de negociar, dos semanas más”, agrega. Personal de la embajada argentina en Washington dio cuenta de ello: “Llevaron poca ropa, casi sólo lo puesto, por lo que los ayudábamos a lavar las camisas en un lavadero”.

      Allí, en la asamblea del Fondo, “el FMI nos tenía dormidos, porque los banqueros querían saber si había funcionado lo del canje de depósitos por los Boden (lanzados en agosto de ese año).[14] El FMI quería colocar un bono compulsivo a los afectados por el «corralito» y nosotros no, lo hicimos voluntario al canje, para nosotros ya era suficiente el sufrimiento de la gente con la pesificación y no queríamos enchufarles un bono compulsivo a los ahorristas”, graficó, mostrando las dificultades para cerrar un arreglo.

      Con todo, la intransigencia del Fondo impidió la meta de un acuerdo. El equipo económico se volvió con un borrador avanzado pero no fue el convenio definitivo, que no llegó sino hasta enero de 2003.

      Los funcionarios argentinos experimentaron en carne propia el poco grado de autonomía que tenían ante el FMI en la elaboración de las políticas económicas nacionales, si pedían a cambio los fondos frescos.

      Para Madcur, el colmo de los pedidos del Fondo fue cuando exigió la reforma de la Constitución para avanzar con el programa. “El FMI nos pedía en ese entonces que se dividieran los bancos en bancos comerciales y banca de inversión, y que se separaran del Banco Central, y modificáramos la coparticipación. Nosotros contestábamos que no les podíamos imponer cosas a la provincias, entonces nos pedían: «Cambien la Constitución Nacional y listo, aprieten el botón, y no nos importa si tienen dificultades institucionales»”, resume Madcur sobre la dinámica de las negociaciones cotidianas con el organismo.

      Finalmente, el acuerdo que se alcanzó contenía metas fiscales –con exigentes superávits primarios– y monetarias, que no eran concretas sino lineamientos que se fijaban y que quedarían a cargo del gobierno siguiente. Ese acuerdo finalizaba en agosto y luego habría que negociar otro.[15]

      Pese al entendimiento alcanzado, el FMI seguía con su constante actitud de presionar. El 30 de abril de 2003 el director gerente del Fondo Monetario, el alemán Horst Köhler, en un mensaje para dos candidatos justicialistas –Carlos Menem y Néstor Kirchner– que competirían en el ballotage presidencial del 18 de mayo afirmó: “Estamos listos para trabajar con el nuevo gobierno argentino sobre un programa de reforma global, que será necesario para avanzar en los actuales beneficios acarreados por la estabilización y para instaurar una base firme para un crecimiento sostenido, acorde al considerable potencial del país”. En realidad, era una manera de recordar que el gobierno electo se debería sentar rápidamente a negociar con el FMI indefectiblemente.

      Köhler dijo en esa conferencia que le daba la bienvenida a la reciente estabilización en la Argentina y hasta se permitió elogiar el espíritu democrático de los ciudadanos. “Las encuestas recientes sugieren que, a pesar de los difíciles momentos económicos, no existe deseo popular de un retorno a los pasados regímenes autoritarios”, expresó, cual sapo de otro pozo.

      El gobierno siguiente no tendría otra alternativa que encarar esa negociación con el FMI, porque en agosto caducaba el miniacuerdo debido a los abultados vencimientos con los organismos y la nueva deuda.[16]

      El último acuerdo que firmó la Argentina con el FMI

      La aún frágil situación económica desde mediados de 2003 obligó inicialmente a Kirchner a continuar los pasos de sus antecesores y firmó entonces el primer acuerdo con el FMI en Dubai en septiembre de 2003, donde se presentó la oferta de reestructuración de la deuda argentina. A través del mismo, el país obtendría unos 12.500 millones de dólares de auxilio financiero.

      Este acuerdo tuvo una particularidad respecto de los anteriores: fue el único que se respetó a rajatabla desde 1958 y en el que la Argentina cumplía todos los objetivos macroeconómicos que el FMI solicitaba. Lo cierto es que resultó también el último acuerdo, debido al hartazgo de Kirchner y Lavagna respecto de las imposiciones del


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