El siglo de los dictadores. Olivier Guez
de 1937). A su vez, el Duce intentó deslumbrar al Führer durante su visita a Roma, en mayo de 1938, desde donde el papa Pío XI había partido hacia Castel Gandolfo para respirar un aire más sano. Entretanto, Italia había abandonado a Austria a su suerte en marzo de 1938, permitiendo que Alemania llevara a cabo el Anschluss tan ansiado por el Führer.
También en política interior, Mussolini apretó las clavijas. Combatió las actitudes consideradas burguesas, impuso el paso de ganso, criticó con palabras cada vez menos veladas a la monarquía y, lo más grave, en 1938 realizó un fuerte viraje racista y antisemita,9 aunque no se trató de medidas de persecuciones físicas, sino discriminatorias. Obsesiones raciales y prejuicios antiburgueses se mezclaban en esa ofensiva, que contribuyó a destruir el modus vivendi establecido con el papado y provocó revuelo en la opinión pública, que vio en ello una servil imitación de los detestados alemanes. Pero el Mussolini que envejecía estaba más que nunca decidido a hacer nacer a ese hombre nuevo con el que soñaba desde siempre, incluso bajo coacción ¡La guerra! Por medio de la guerra y en los campos de batalla se haría nacer al italiano fascista. Pero en esta cuestión, Mussolini se ahogaba bajo el peso de contradicciones insalvables, ya que ni el estado del ejército, ni el de las finanzas permitían comprometerse con los alemanes, por quienes sentía una curiosa mezcla de odio, admiración y temor secreto. En el momento de la crisis checoslovaca de septiembre de 1938, contribuyó a salvar la paz gracias a la conferencia de Múnich. Cuando Hitler, violando la palabra empeñada, invadió y despedazó a Checoslovaquia algunos meses más tarde, el dictador italiano replicó rapiñando a Albania, antes de firmar una verdadera alianza con el Reich: el Pacto de Acero del 22 de mayo de 1939. Especificó que no podía entrar en guerra antes de 1943. Pero, una vez más, los alemanes lo engañaron al invadir Polonia y precipitar a Europa en un nuevo apocalipsis.
En septiembre de 1939, sometido a las presiones del clan antialemán y todavía realista sobre la situación de su país, Mussolini optó por una posición ambigua: la “no-beligerancia”. Esta neutralidad hostil hacia las democracias constituyó un intervalo lleno de amenazas para el futuro. El fulgor de las victorias alemanas lo atormentó aún más. Y cuando Francia, ante la sorpresa general, se derrumbó en pocas semanas, comprendió que debía participar en el pillaje. El 10 de junio de 1940, Italia les declaró la guerra a Francia y al Reino Unido. Una decisión fatal, que tomó en contra de las reservas del rey y de varios jerarcas, de la oposición del papado y de la mayoría del país. Esa decisión, acorde con su dinámica ideológica, le costó la vida.
Porque desde los primeros días, la guerra del Duce se convirtió en un largo calvario. Alpes, Libia, Grecia: en todas partes se produjeron derrotas que le hicieron perder el apoyo de la opinión pública. En todas partes debió humillarse, pedir la ayuda de la Wehrmacht, que se adornaba con los laureles de la victoria, como el Afrikakorps de Rommel, enviado a Libia para salvar al ejército italiano de un desastre frente a los ingleses. Para peor, las ciudades de la península sufrieron muy pronto las devastaciones de los bombardeos aliados. La miseria, la desesperación y la ira se propagaban allí como la peste. Aunque la vindicta popular se volvía en primer lugar contra los pequeños jefes del PNF, la imagen del Duce como jefe infalible se debilitó, sobre todo entre los oficiales y los jerarcas. Su salud sufrió las consecuencias de las malas noticias que se acumulaban sobre su escritorio. El dictador empezó a ceder. Nacido de la guerra, irrigado por la pasión guerrera, el régimen no pudo sobrevivir a la derrota.
La hora final
El desembarco de los anglosajones en Sicilia, en julio 1943, marcó la hora final del fascismo. Tras el bombardeo a Roma, varios barones del régimen optaron por dejar a un lado al Duce, que, alejado del país, ya no escuchaba a nadie y había dejado de fascinar a los suyos, lo que era sin duda mucho más grave. Los conjurados decidieron actuar a través de un voto del Gran Consejo del Fascismo, órgano supremo del PNF, y exigieron su convocatoria para la noche del 24 al 25 de julio de 1943. Encabezados por Dino Grandi,10 los insurrectos –¡algunos de los cuales llegaron armados a la sesión!– obtuvieron, tras una larga y pesada reunión, una mayoría para retirarle a su jefe los poderes militares, aunque con la certeza de mantener el régimen. Pero Víctor Manuel III había urdido en forma paralela su propio complot, y cuando el 25 de julio Mussolini se presentó en su residencia privada, seguro de volver a dominar los acontecimientos, mandó carabineros para arrestarlo. Completamente desconcertado, el prisionero fue llevado a una prisión de Roma, pero rápidamente lo trasladaron a lugares considerados más seguros: la isla de Ponza, luego la de la Maddalena y finalmente al Gran Sasso, en los Abruzos. Durante ese tiempo, el régimen se licuó y en septiembre de 1943, Italia se pasó a los aliados en condiciones apocalípticas.
Hitler, por su parte, no quería perder el control de la península. Ligado a Mussolini por extraños sentimientos de estima teñidos de superioridad y de un desprecio absoluto por los “traidores” italianos, hizo que un comando lo liberara y lo recibió en Berlín para convencerlo de ponerse al frente de un Estado asociado fascista en el centro norte de la península. Pero el Duce ya no era más que la sombra del jefe carismático que había sido. Obedeciendo a los nazis, instaló su República Social Italiana (RSI) en diferentes ciudades de los lagos de Lombardía y desarrolló una lucha implacable contra todos sus enemigos. Tanto por espíritu de venganza, como por temor a la reprobación de Hitler, les ofreció a los fascistas más enfurecidos la cabeza de su yerno Ciano, que había votado en su contra en la sesión del Gran Consejo. Condenado a muerte tras un simulacro de juicio, el “Bruto” del fascismo murió con dignidad, fusilado por la espalda.
El dictador, recluido en su villa Saló, intentó dirigir los acontecimientos y limitar las injerencias de los alemanes, pero el avance lento e inexorable de los Aliados selló el final de la sangrienta aventura de la RSI. Intentó una última maniobra política con los socialistas para una transición “suave” hacia un nuevo poder. En realidad, ya no tenía ninguna carta en la mano. El 25 de abril de 1945, huyó de Milán con destino a los Alpes, en compañía de un puñado de partidarios y de su amante Clara Petacci. El viaje terminó trágicamente: disfrazado de soldado alemán, el antiguo amo de Italia fue arrestado por partisanos, que lo fusilaron junto a Clara, en condiciones aún misteriosas, el 28 de abril de 1945. Su cadáver, que fue llevado a Milán y arrojado a la plaza Loreto, sufrió los peores ultrajes de una multitud histérica y fue colgado en una rampa.
Vencido, Mussolini entró en la muerte con ese cuerpo aplastado y luego enterrado deprisa. Más tarde, fue llevado a su ciudad natal de Predappio, donde reposa actualmente, rodeado de una extraña fascinación que no deja de plantear interrogantes.
Bibliografía
Además de la magistral biografía de Mussolini de ocho tomos escrita por Renzo de Felice, se puede leer:
Emilio Gentile, La religion fasciste, Perrin, 2002.
—, Qu’est-ce que le fascisme ? Histoire et interprétation, Gallimard, 2002.
Frédéric Le Moal, Histoire du fascisme, Perrin, 2018.
Pierre Milza, Mussolini, Fayard, 1999.
Didier Musiedlak, Mussolini, Presses de Sciences Po, 2005.
Michel Ostenc, Mussolini, une histoire du fascisme italien, Ellipse, 2013.
Max Schiavon, Mussolini. Un dictateur en guerre, Perrin, 2016.
1 El Tratado le otorgaba a Italia el Trentino, Istria, una parte de Dalmacia, un protectorado sobre Albania y territorios coloniales.
2 El 24 de octubre de 1917, un ataque austro-alemán perforó el frente italiano, provocando la derrota del 2º ejército y un repliegue hasta el Piave, con un saldo de 30.000 muertos y 275.000 prisioneros.
3 Este término designaba en su origen al emblema de la autoridad de los magistrados en la antigua Roma y luego fue tomado