El siglo de los dictadores. Olivier Guez

El siglo de los dictadores - Olivier Guez


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de 1937). A su vez, el Duce intentó deslumbrar al Führer durante su visita a Roma, en mayo de 1938, desde donde el papa Pío XI había partido hacia Castel Gandolfo para respirar un aire más sano. Entretanto, Italia había abandonado a Austria a su suerte en marzo de 1938, permitiendo que Alemania llevara a cabo el Anschluss tan ansiado por el Führer.

      En septiembre de 1939, sometido a las presiones del clan antialemán y todavía realista sobre la situación de su país, Mussolini optó por una posición ambigua: la “no-beligerancia”. Esta neutralidad hostil hacia las democracias constituyó un intervalo lleno de amenazas para el futuro. El fulgor de las victorias alemanas lo atormentó aún más. Y cuando Francia, ante la sorpresa general, se derrumbó en pocas semanas, comprendió que debía participar en el pillaje. El 10 de junio de 1940, Italia les declaró la guerra a Francia y al Reino Unido. Una decisión fatal, que tomó en contra de las reservas del rey y de varios jerarcas, de la oposición del papado y de la mayoría del país. Esa decisión, acorde con su dinámica ideológica, le costó la vida.

      Porque desde los primeros días, la guerra del Duce se convirtió en un largo calvario. Alpes, Libia, Grecia: en todas partes se produjeron derrotas que le hicieron perder el apoyo de la opinión pública. En todas partes debió humillarse, pedir la ayuda de la Wehrmacht, que se adornaba con los laureles de la victoria, como el Afrikakorps de Rommel, enviado a Libia para salvar al ejército italiano de un desastre frente a los ingleses. Para peor, las ciudades de la península sufrieron muy pronto las devastaciones de los bombardeos aliados. La miseria, la desesperación y la ira se propagaban allí como la peste. Aunque la vindicta popular se volvía en primer lugar contra los pequeños jefes del PNF, la imagen del Duce como jefe infalible se debilitó, sobre todo entre los oficiales y los jerarcas. Su salud sufrió las consecuencias de las malas noticias que se acumulaban sobre su escritorio. El dictador empezó a ceder. Nacido de la guerra, irrigado por la pasión guerrera, el régimen no pudo sobrevivir a la derrota.

      La hora final

      Hitler, por su parte, no quería perder el control de la península. Ligado a Mussolini por extraños sentimientos de estima teñidos de superioridad y de un desprecio absoluto por los “traidores” italianos, hizo que un comando lo liberara y lo recibió en Berlín para convencerlo de ponerse al frente de un Estado asociado fascista en el centro norte de la península. Pero el Duce ya no era más que la sombra del jefe carismático que había sido. Obedeciendo a los nazis, instaló su República Social Italiana (RSI) en diferentes ciudades de los lagos de Lombardía y desarrolló una lucha implacable contra todos sus enemigos. Tanto por espíritu de venganza, como por temor a la reprobación de Hitler, les ofreció a los fascistas más enfurecidos la cabeza de su yerno Ciano, que había votado en su contra en la sesión del Gran Consejo. Condenado a muerte tras un simulacro de juicio, el “Bruto” del fascismo murió con dignidad, fusilado por la espalda.

      El dictador, recluido en su villa Saló, intentó dirigir los acontecimientos y limitar las injerencias de los alemanes, pero el avance lento e inexorable de los Aliados selló el final de la sangrienta aventura de la RSI. Intentó una última maniobra política con los socialistas para una transición “suave” hacia un nuevo poder. En realidad, ya no tenía ninguna carta en la mano. El 25 de abril de 1945, huyó de Milán con destino a los Alpes, en compañía de un puñado de partidarios y de su amante Clara Petacci. El viaje terminó trágicamente: disfrazado de soldado alemán, el antiguo amo de Italia fue arrestado por partisanos, que lo fusilaron junto a Clara, en condiciones aún misteriosas, el 28 de abril de 1945. Su cadáver, que fue llevado a Milán y arrojado a la plaza Loreto, sufrió los peores ultrajes de una multitud histérica y fue colgado en una rampa.

      Vencido, Mussolini entró en la muerte con ese cuerpo aplastado y luego enterrado deprisa. Más tarde, fue llevado a su ciudad natal de Predappio, donde reposa actualmente, rodeado de una extraña fascinación que no deja de plantear interrogantes.

      Bibliografía

      Además de la magistral biografía de Mussolini de ocho tomos escrita por Renzo de Felice, se puede leer:

      Emilio Gentile, La religion fasciste, Perrin, 2002.

      —, Qu’est-ce que le fascisme ? Histoire et interprétation, Gallimard, 2002.

      Frédéric Le Moal, Histoire du fascisme, Perrin, 2018.

      Pierre Milza, Mussolini, Fayard, 1999.

      Didier Musiedlak, Mussolini, Presses de Sciences Po, 2005.

      Michel Ostenc, Mussolini, une histoire du fascisme italien, Ellipse, 2013.

      Max Schiavon, Mussolini. Un dictateur en guerre, Perrin, 2016.

      1 El Tratado le otorgaba a Italia el Trentino, Istria, una parte de Dalmacia, un protectorado sobre Albania y territorios coloniales.

      2 El 24 de octubre de 1917, un ataque austro-alemán perforó el frente italiano, provocando la derrota del 2º ejército y un repliegue hasta el Piave, con un saldo de 30.000 muertos y 275.000 prisioneros.

      3 Este término designaba en su origen al emblema de la autoridad de los magistrados en la antigua Roma y luego fue tomado


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