Deportes, masculinidades y cultura de masas. Pedro Acuña Rojas
de la Facultad de Filosofía y Humanidades; al comité editorial de Cuadernos de Historia, en particular Sergio Grez, Isabel Farías y dos evaluadores anónimos, por guiarme en la publicación de mi artículo: “¡Formemos espartanos chilenos! Políticas y campañas deportivas durante la dictadura de Carlos Ibáñez, 1927-1931”, el cual compone una porción del segundo capítulo de este libro. En la Escuela de Historia de la Universidad Diego Portales, a mis mentores de pregrado, Hillary Hiner y Claudio Barrientos, quienes despertaron mi inquietud intelectual por la historia de las masculinidades y me formaron para construir mi propio relato historiográfico. También agradezco a la Escuela de Historia por brindarme la oportunidad de impartir el curso “Historia del Fútbol” durante el primer semestre de 2019. Al Departamento de Historia de la Universidad Alberto Hurtado y al programa de Magíster en Historia de Chile Contemporáneo, en particular Soledad Zárate y Marcos Fernández, por la oportunidad de conducir el seminario “Aproximaciones históricas sobre educación física y deportes” durante el segundo semestre de 2019, en el cual discutí aspectos teóricos y metodológicos significativos para este libro junto a un excelente grupo de estudiantes.
No puedo dejar de agradecer a quienes han estado siempre conmigo. A mis amistades tanto en Estados Unidos como en Chile, especialmente Claudio, George, Alberto, Cristóbal, Nicolás, Felipe, Hans, Juan, Eric, Pía, Valeska, Carolina, Ernesto, Alex, Juan, Álvaro, Sebastián, Daniela, Thania, Enrique, Brian y a mis compañeros futbolistas de diversos equipos, incluyendo UCI Men’s Soccer, Mighty Mixture FC, Los Charchas Jr., Sabandijas FC, y CA Independiente. Mis agradecimientos más especiales van hacia mi familia, en especial a mi padre, Pedro, a quien este trabajo está dedicado y con quien comencé a discutir este libro por primera vez. Gracias por transmitirme el amor por el deporte y por regalarme las primeras revistas deportivas con las que aprendí a leer. Estas revistas me conectan contigo pese a que ya no estás con nosotros. A mi madre, Gloria, por su apoyo incondicional y gran capacidad narrativa. Este libro también se hizo mientras conversábamos sobre el pasado familiar. A mis hermanas, Alejandra y Paola, por ser un tremendo ejemplo de lucha por un Chile más justo y feminista; a mis sobrinos Amaya, Gaspar y Colomba, quienes me alentaron a mantenerme fuerte en la distancia y me llenan de orgullo por su inteligencia y sensibilidad.
A mis suegros y cuñado, por acogerme en Curanipe, donde terminé de escribir este libro. A mi compañera de vida, Francisca, con quien he tenido la fortuna de compartir una década de aventuras y desafíos. Gracias por leer y escuchar tanto sobre este libro y discutir cada uno de mis planteamientos. Finalmente, agradezco a mi hijo Baltazar, a quien este libro también está dedicado y quien me dio la fuerza para terminarlo mientras estaba por nacer. Gracias por escogerme como padre y recordarme cada segundo qué es lo más importante en la vida. Este libro les pertenece a ambos.
Introducción
El siglo nuestro se resolvió a desenfundar el cuerpo y redescubrirlo […]. Yo creo que esta reivindicación del cuerpo es una de las normas mejores de nuestro tiempo. De ella han venido los llamados deportes y no tengo nada que decir contra estos. Pero tras los deportes ha venido la exageración de los deportes, y contra esta sí hay mucho que decir. Es uno de los vicios, de las enormidades contra la norma de nuestro tiempo, es una de sus falsificaciones. Está bien alguna dosis de fútbol. Pero ya tanto es intolerable. Y lo mismo digo de los demás deportes físicos. La prueba está en los periódicos, que por su naturaleza misma son el lugar donde más pronto y más claramente se manifiesta lo falso de cada época […]. Son ya demasiadas las columnas y las páginas que dedican a los ejercicios corporales. Los muchachos no se ocupan con fervor más que de su cuerpo y se están volviendo estúpidos1.
En 1934, el filósofo español José Ortega y Gasset describió con desconfianza y desprecio la cobertura de los deportes en la prensa escrita. Ortega entiende el deporte como una expresión revitalizadora del cuerpo, y al mismo tiempo, como un pasatiempo que fomenta la idiotez juvenil. Notoriamente ambivalente con respecto a los deportes, Ortega valora el cultivo físico del cuerpo, pero cuestiona su desbordante presencia en los medios de comunicación. El exceso de fútbol le resulta particularmente inaguantable no solo por la exaltación de comportamientos irracionales, sino más bien por desencadenar fuerzas sociales insospechadas y promover la irrupción de una masa ignorante.
A diferencia de lo que plantea Ortega, el deporte chileno estuvo lejos de constituir una experiencia irreflexiva o aislada de las transformaciones políticas y socioculturales experimentadas durante la primera mitad del siglo XX. Una de las claves para entender la ideología de la prensa escrita, más allá de la visión pesimista de Ortega, radica en una reevaluación de la cultura de masas y particularmente del periodismo especializado en deportes. Poniendo especial atención al género revisteril, este libro reconstruye la profunda politización del deporte en los medios escritos. Aunque brindando suficiente documentación sobre la historia del deporte chileno, el estudio pertenece más a la historia de la narrativa periodística que a una historia de acontecimientos deportivos. En ese sentido, no se trata de un libro sobre fútbol, hípica o tenis, sino más bien, sobre la construcción sociocultural de aquellas prácticas, es decir, sobre el conjunto de narrativas derivadas de los textos escritos y visuales en la prensa deportiva. Como tal, el libro se inclina a leer artículos y columnas periodísticas no como relatos objetivos de “lo que sucedió”, sino más bien, como representaciones subjetivas de lo que el deporte significó para cada escritor y lector bajo condiciones específicas de producción y consumo cultural. De esta manera, el libro cuenta la historia de las historias que acumulativamente narraron el deporte desde sus años formativos hasta su transformación como espectáculo de masas.
Este libro tiene lugar en la convergencia de diversos campos de investigación ya que reúne la historia del deporte con los estudios comunicacionales y los estudios culturales. Al centro de este encuentro está el importante concepto de “mediación”, la idea de que la cultura no consiste en actos y eventos puros sino en textos. Desde una óptica de historia cultural, el objetivo central del libro es demostrar que la prensa deportiva intervino activamente en el proceso histórico de constitución de lo masivo por medio de la promoción del deporte en la sociedad civil. Pese a las resistencias iniciales de las autoridades, que consideraban el deporte como un asunto de poca importancia, las revistas deportivas jugaron un importante rol mediador en la transformación del deporte como asunto de Estado y como motor de la cultura de masas. El libro concentra su análisis en las representaciones culturales y transformaciones discursivas de cada revista deportiva, especialmente aquellas que adquirieron expresiones autónomas del poder político y la cultura oficial. Además de emplearlas como fuentes documentales, sometidas a criterios de investigación histórica, las revistas se analizan como actores políticos independientes, sujetos culturales, e intelectuales colectivos2. Tal posición, hizo de las revistas una de las plataformas comunicacionales más relevantes en la discusión pública sobre políticas deportivas estatales, influyendo en la opinión de gobernantes, dirigentes, deportistas, y fundamentalmente sobre lectores y sus prácticas culturales.
Como fuentes para una historia cultural, los textos periodísticos permiten explorar acuerdos, malentendidos y desencuentros entre la cultura deportiva emergente y la cultura oficial imperante. A diferencia de los libros, la prensa escrita avanzó desde una lógica que no necesariamente era la del saber escolar o institucional, sino que desde una dinámica del entretenimiento creada por empresarios editoriales y entusiastas columnistas que establecían un dialogo con las culturas populares a las cuales también intentaban representar3. Contrariamente a las visiones liberales del siglo XIX, las campañas alfabetizadoras no robustecieron el consumo de libros, sino más bien, abastecieron de compradores al mercado de diarios y revistas4. Por otra parte, los cronistas deportivos actuaron –en lenguaje gramsciano– como “intelectuales orgánicos”, es decir, como agentes conscientes de procesos inconscientes y articuladores de una nueva hegemonía cultural5. Como plantea Ángel Rama, “la cultura letrada apareció como palanca de ascenso social, de respetabilidad pública y de incorporación a centros de poder; aunque con una relativa autonomía respecto a ellos, sostenida por la pluralidad de centros que generaba la sociedad burguesa en desarrollo”6. Pese a sus orígenes burgueses, las actividades deportivas también capturaron la imaginación de intelectuales subalternos que desafiaron y ajustaron la ideología de la prensa liberal para