Deportes, masculinidades y cultura de masas. Pedro Acuña Rojas
de las masas también es un tema recurrente en la obra del sociólogo inglés Herbert Spencer, quien señala que la masa está constituida por un grupo de adultos desadaptados que deben someterse a un estricto sistema educativo. La gimnasia, a su juicio, resulta un mal necesario ya que, pese a ser una actividad monótona, depende de reglas establecidas, fomenta la obediencia y el espíritu competitivo entre los niños antes de que enfrenten las dificultades de la exigente vida moderna19. Aunque escéptico sobre los efectos de la educación en las masas, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche considera que la razón por la cual los individuos se agrupan en masas es debido a la pereza. En su visión, el éxito de la prensa radica en la flojera ya que los individuos prefieren asumir la opinión grupal antes que articular cualquier pensamiento propio20.
Para la mayoría de los pensadores liberales del siglo XIX, las masas tienden a confundirse con muchedumbres exaltadas y violencia colectiva de la plebe, cuya presencia en la vida pública amenazaba el orden burgués. Atento a las contradicciones del capitalismo industrial y al surgimiento del proletariado, el teórico alemán Karl Marx constituye una excepción ya que cuestiona dichas nociones liberales, advirtiendo que una de las condiciones necesarias para sublevarse contra las clases dominantes radica en la insoportable alienación de las masas desposeídas en un mundo de cultura y riquezas21. Marx entiende alienación como una separación mental entre la clase asalariada y los bienes producidos de su propio trabajo, los cuales no le pertenecen. En el caso de la prensa, por ejemplo, un tipógrafo no es el dueño de la imprenta ni de la revista producida en el taller donde trabaja, sino que recibe un salario en compensación por su labor. De este modo, la clase revolucionaria aparece no solo por el hecho de contraponerse a otra clase, sino que como representante de toda esa masa privada de las mercancías que fabrica. Asignando un lugar preponderante a la lucha de clases en la historia, Marx también cuestiona la prensa burguesa por tildar a la masa social, como “vil muchedumbre estúpida”. Advirtiendo el potencial revolucionario de las masas al momento de constituir su consciencia de clase, Marx sostiene que “es la burguesía la que tiene que temer la estupidez de las masas mientras siguen siendo conservadoras y su consciencia en cuanto se hacen revolucionarias”22.
La experiencia insurreccional de la Comuna de París en 1871 provocó un primer intento “científico” de los intelectuales burgueses por comprender la psicología de las masas realizado por el médico francés Gustave Le Bon, quien argumenta que las masas son un fenómeno psicológico por el cual los individuos están dotados de un “alma colectiva” (o “alma de la raza”, en algunas traducciones), de carácter impulsivo e irracional que les hace comportarse de manera completamente distinta a como lo harían aisladamente. Según Le Bon, al formar un grupo uniforme desaparecen las virtudes personales hundiendo lo heterogéneo en lo homogéneo23. El sociólogo italiano Scipio Sighele desarrolla planteamientos similares al analizar huelgas y disturbios obreros. Su planteamiento contradice a Marx al atribuir una supuesta capacidad hipnótica de la prensa para avivar la vorágine del populacho contra la autoridad24.
El debate sobre la psicología de masas se enriqueció gracias al neurólogo austriaco Sigmund Freud, quien propone que el surgimiento de las masas se explica mejor desde el inconsciente de los individuos. Freud argumenta que cada ser humano forma parte de muchas masas al tener distintas construcciones del yo25. Así, el juego constituye un ejemplo de aquellas construcciones al propiciar experiencias de frustración y goce, indispensables para el hombre civilizado, que, si se reprimen, estallan de manera desastrosa. El deporte, desde esta perspectiva, cumpliría una función social positiva, de contención emocional de las masas. Como discípulo de Freud, el psiquiatra marxista austriaco Wilhelm Reich alude al inconsciente psíquico de las masas en su controversial libro La psicología de masas del fascismo, en el cual explica el ascenso nazi no desde el carisma de Hitler ni las maniobras capitalistas de la burguesía, sino que a partir del estricto modelo familiar alemán. Para Reich habría sido la represión de los instintos sexuales infantiles más profundos lo que generó individuos frustrados dispuestos a compensar su frustración obedeciendo un movimiento autoritario de masas26.
Los acontecimientos políticos del primer tercio del siglo XX condujeron a un profuso debate filosófico sobre las masas. En 1930, Ortega y Gasset publica La rebelión de las masas esquivando las influencias del marxismo y el psicoanálisis, leyendo el advenimiento de las masas como una invasión en la cual las aglomeraciones son la expresión máxima de incultura. Cuando Ortega habla de masas no se refiere a la clase obrera, sino que al “hombre-medio” que representa la antítesis del humanista culto27. Para Ortega, el acceso de las clases populares a espacios reservados de la aristocracia desnuda la ignorancia de las masas, las cuales no gustan de espectáculos refinados y buscan la satisfacción en “los juegos del cuerpo”. A diferencia de los teóricos anteriores, Ortega reconoce el rol de los deportes en la constitución de las masas al señalar que los gustos populares se escenifican mejor en los estadios de fútbol que en los museos y al entender el espíritu deportivo como una metáfora del deseo humano28. La metafísica de Ortega se basa en la obra de dos historiadores interesados en la cultura física: en primer lugar, el historiador alemán Oswald Spengler, quien considera que la manifestación más evidente de la muerte de la cultura occidental es el periódico moderno, con la uniformidad que impone por sobre la riqueza ideológica del libro. A su vez, Spengler ve en los deportes una resurrección del pan y circo romano, especialmente en las peleas de boxeo, el cine y las apuestas29. En segundo lugar, el historiador neerlandés Johan Huizinga, quien define el juego como fundamento esencial en la cultura (y no de la cultura) en su obra Homo Ludens. Huizinga plantea que el juego constituye lo más serio de la existencia humana al crear un orden lúdico distinto al orden secular del deporte moderno30.
Si para la metafísica de Ortega, Spengler y Huizinga las masas representan la decadencia cultural de occidente, para los teóricos norteamericanos la cultura de masas simboliza el ejercicio pleno de los valores democráticos. La expansión social del entretenimiento y la adaptación tecnológica a nuevas formas de producción y consumo transformaron la “masa social” en “sociedad de masas” y la “muchedumbre” en “público”. Si para Spengler el libro es sinónimo de progreso y el periódico de incultura, para los teóricos norteamericanos el libro profundiza la segregación y el periódico facilita el intercambio comunicacional entre todas las clases sociales. A su vez, varios autores coinciden en que la sociedad de masas es una sociedad de consumo (no de producción). Así, la función de la cultura de masas sería la de alimentar el mercado y su resultado depende del diálogo entre oferta y demanda. Sociólogos liberales como Edward Shils rechazan la cultura de masas por la suposición de consumidores acríticos e indiferenciados, sustituyendo aquel término por el de “culturas del gusto”, en las que los receptores obtienen la cultura que desean de acuerdo a sus preferencias y no por imposiciones del mercado31. Otros como el canadiense Marshall McLuhan enfatizan que el medio en sí mismo –no el contenido que transporta– debe ser el foco de estudio con su fórmula “el medio es el mensaje”. Más atento al deporte que sus pares estadounidenses, McLuhan plantea que la compleja red de medios que aparece en el mundo de la comercialización es más fácil de observar en el mundo del deporte32. De esta forma, los mentores de una nueva conducta cultural masiva ya no son necesariamente la familia, el trabajo o la escuela, sino que los medios, los cuales ofrecen la primera posibilidad democrática de comunicación entre los diferentes individuos que componen el colectivo social.
El optimismo norteamericano sobre la sociedad de masas encontró una respuesta pesimista en la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt, un proyecto académico surgido durante el período entreguerras que combinaba las herramientas del marxismo y el psicoanálisis. El ascenso del nazismo provocó el exilio de los filósofos Max Horkheimer y Theodor Adorno a Estados Unidos. Tanto la experiencia totalitaria en Alemania como la cultura comercial de Estados Unidos inspiraron el concepto de “industria cultural” para referirse a la producción de mercancías culturales. Películas, programas radiales y revistas de entretenimiento caben en el mismo esquema de producción diseñada para restar autonomía de las masas33. Adorno y Horkheimer vinculan la racionalidad capitalista con los dispositivos de ocio donde Hollywood o el jazz pueden ser vistos como productos fabricados en cadena. Esta línea interpretativa describe la cultura de masas como esencialmente manipuladora ya que sobredimensiona la alienación con los productos culturales que