Deportes, masculinidades y cultura de masas. Pedro Acuña Rojas
descriptivo, pero a su vez crítico y asertivo.
Es precisamente en estos terrenos discursivos donde opera la disputa por la hegemonía cultural de los deportes, donde las posibilidades de contestación a la cultura de masas se hacen más inteligibles. De hecho, la producción de lo impreso y las prácticas de lectura se encuentran ligadas a la emergencia de un espacio crítico, o como plantea Jürgen Habermas, una “esfera pública” que opera como escenario propicio para la escenificación del conflicto entre Estado y sociedad civil77. Según el lingüista neerlandés Teun Van Dijk, el análisis crítico de medios expone operaciones hegemónicas a partir del examen de tres estructuras lingüísticas del mensaje mediático: léxico (la elección de palabras puede inducir a los lectores); sintaxis (la voz pasiva en oraciones periodísticas minimiza los actores); y figuras literarias (las metáforas explican un contexto de manera disimulada)78. Para el caso del periodismo deportivo no existe un texto deportivo estándar, sino más bien una mezcla de géneros y subgéneros que encajan en la rúbrica del deporte. Dichos textos toman la forma de segmentos estructurados en boletines de noticias, columnas de opinión, entrevistas en profundidad, estadísticas, chismes, caricaturas, fotografías, y primeras planas. A diferencia de la prensa diaria, que realiza una elaboración discursiva en el ámbito de la información cotidiana, las revistas constituyen sus discursos a partir de saberes especializados que buscan entretener, emocionar y establecer pautas culturales. El semiólogo francés Roland Barthes señala la importancia del lenguaje en las revistas de moda para asociar determinadas costumbres con jerarquizaciones sociales basadas en atuendos o vestimentas. La lectura barthesiana resulta útil para comprender la producción textual de una revista como un sistema de representaciones e impresiones subjetivas79.
Pero no todas las revistas deportivas emplean el mismo tipo de lenguaje comunicacional o buscan las mismas audiencias. De acuerdo a la categorización metodológica de Giselle Munizaga, existen tres tipos de revistas80. En primer lugar, las revistas que basan su producción en sistemas de creencias o conocimientos para representar doctrinas religiosas, comunidades científicas o corrientes artísticas. Su objetivo es la divulgación de saberes, así como también apuntar a una esfera de significación cerrada, unitaria y distinguible. Aunque puedan tener una distribución mercantil, no interpelan a un público como consumidor indiferenciado en tanto buscan nutrir su campo intelectual con una suficiente gravitación social.
Un segundo tipo de revistas está constituido por aquellas que basan su producción discursiva como plataforma de una organización social o política. Su acento no está en públicos masivos ni en un objetivo ideológico a largo plazo, sino más bien en la acción inmediata. Buscan movilizar y alinear lectores para reclutar nuevos miembros y lograr apoyo comunitario suscitando una imagen favorable de la institución que representa. Estas revistas no requieren de un campo intelectual, sino que uno impulsado por intereses reivindicativos expresados en formato llamativo, pero de bajo costo. Al no ser estrictamente competitivas, su circulación es limitada ya que solo necesita movilizar a lectores que se sienten identificados con sus contenidos.
El tercer tipo de revistas incluye a aquellas que apelan a un público masivo en base a una serie de saberes cotidianos que buscan entretener y educar a los lectores. Entre estas revistas están más comúnmente las de espectáculo, cuyo discurso se sostiene en íconos producidos por el cine, la música o el deporte. El hecho de que estas publicaciones no requieran de campos intelectuales cerrados y busquen maximizar ganancias mediante la venta de ejemplares, no implica que carezcan de perfiles ideológicos o reivindicaciones políticas. Sin embargo, a diferencia del segundo tipo, requieren de una sociedad con un mínimo nivel de masificación cultural y alfabetización para constituir públicos consumidores. Requieren también de un aparato empresarial que divida las funciones, así como también de bienes de capital (talleres e imprenta, equipos fotográficos, máquinas de escribir, etc.).
El libro concentra mayoritariamente su atención en la tercera categoría. De las revistas analizadas pueden identificarse dos tipos: un primer grupo de publicaciones de corta duración y baja circulación, editadas en las primeras décadas del siglo XX por empresas independientes y en talleres de bajo costo, combinando hábilmente el perfil ideológico con la búsqueda de públicos masivos; y un segundo grupo de revistas con mayores niveles de circulación editadas durante el segundo cuarto del siglo XX por la editorial Zig-Zag, empresa que para fines de la década del cincuenta monopolizaba el mercado editorial con doce revistas de entretenimiento. El estudio culmina en 1958 ya que, como plantea Alfredo Riquelme, el período entre 1958 y 1973 corresponde a un nuevo contexto de profesionalización de la actividad periodística y una ampliación democrática en el cual la hegemonía derechista de los medios fue desafiada por un conjunto de medidas que tendieron a posibilitar un acceso más extenso a la prensa81.
En el Chile de la primera mitad del siglo XX, las revistas deportivas entraron en la disputa por las audiencias durante el surgimiento de la denominada prensa de masas, la cual, según Guillermo Sunkel, estuvo organizada en base a dos matrices culturales: una ligada a educar a los sectores populares y representar sus intereses frente al Estado, típica de periódicos panfletarios de los años cuarenta como El Siglo o Frente Popular (matriz “racional-iluminista”); y otra más rica en imágenes y sensibilidades populistas, presente en tabloides amarillistas de los cincuenta como Las Noticias Gráficas y Clarín (matriz “simbólico-dramática”). Para Sunkel, esta prensa sensacionalista, con fuerte énfasis en la cobertura de sucesos deportivos, nació precisamente como “popular” porque era accesible a públicos previamente excluidos por la cultura oficial82. La investigación de Sunkel es fundamental para comprender que las revistas deportivas oscilaron entre una matriz racionalista y una dramática al emplear la visión tradicional del periodismo “serio” simultáneamente interpelando la subjetividad de los lectores por medio de informaciones deportivas. Es por esto que fotografías, publicidad y caricaturas resultaron cruciales para representar las aspiraciones de las masas y el deporte como un espectáculo más cercano a públicos analfabetos y semialfabetos83. Por ende, existe la necesidad de analizar las formas en que las narrativas deportivas, con un significado pluralmente inteligible, se extendieron a temas más amplios que el propiamente deportivo.
Si bien la historiografía chilena sobre prensa ha avanzado considerablemente en las últimas dos décadas, reconociendo el surgimiento del segmento deportivo en la prensa diaria a inicios del siglo XX, la historia cultural tiene una deuda con las revistas deportivas84. Por un lado, es incomprensible que los estudios de medios no contemplen la aparición de la prensa moderna sin referirse a los deportes; por otro lado, es menos entendible que los estudiosos del deporte no consideren el rol de los medios como facilitadores de la masificación deportiva. En general, estos dos campos culturales están entrelazados en todos los niveles. Los propietarios de revistas deportivas a menudo organizaban eventos deportivos y muchos atletas y futbolistas se convirtieron en destacados cronistas, y lo más importante, el público para estos entretenimientos estaba compuesto por audiencias similares. Dado que la historia oral y los registros radiales no son opciones viables para este período, el libro depende ampliamente de textos escritos para trazar los debates que giraron en torno a la cultura de masas. Las secciones de “concursos para suscriptores” y “cartas al director” permiten que algunas voces de lectores y deportistas se transmitan, a pesar de que estas voces también están cuidadosamente mediadas. Finalmente, este libro no ofrece una historia cultural de todas las revistas deportivas chilenas. La producción de cultura de masas en este periodo estuvo dominada casi por completo por Santiago y ocasionalmente Valparaíso. Si bien la recepción de estos productos culturales en el norte o sur del país es un importante objeto de estudio, escapa del alcance de este libro.
Esta historia sobre revistas deportivas chilenas se organiza en cuatro capítulos, los cuales giran en torno a cuatro períodos significativos tanto para la historia política chilena como para el desarrollo del deporte nacional. El primer capítulo, “Caballeros, señoritas y científicos: ideales socioculturales y discursos atléticos en las primeras crónicas deportivas chilenas, 1899-1917”, analiza la incipiente cobertura informativa de algunos pasatiempos al aire libre y el abundante debate sobre educación física en las primeras revistas deportivas, incluyendo Chilian Sport & Pastime, el semanario misceláneo Zig-Zag, El Sport Ilustrado, El Sport y Variedades, El Sportman, Sport i Actualidades, y El Ring.