Deportes, masculinidades y cultura de masas. Pedro Acuña Rojas
y fundamentalmente, en los medios. El deporte, como elemento novedoso a fines del siglo XIX y más claramente visible en las primeras décadas del siglo XX, se consolidó como un espacio de confrontación simbólica relevante para la configuración moderna del periodismo chileno. Más importante aún, las revistas lograron conciliar elementos residuales de la cultura popular (imaginarios colectivos, costumbres locales, aspiraciones sociales) con elementos de la emergente cultura de masas e incorporar dichos elementos dentro de la cultura política chilena que edificó el Estado a mediados del siglo XX. Gracias a su mediación cultural, las revistas deportivas no fueron simples retratos de la cultura deportiva en desarrollo, sino que se constituyeron como actores colectivos relevantes para mediar las diferencias entre grupos de interés y reconciliar los gustos por una u otra práctica deportiva; una mediación que aseguró el consentimiento activo entre clases dirigentes y subalternas. La transformación histórica del deporte en espectáculo masivo, en el cual diversos grupos sociales experimentaron nuevas formas de ocio (comprar, leer o simplemente hojear una revista deportiva), requirió de una serie de resignificaciones semánticas por parte de productores y consumidores culturales. Ajustes que pueden describirse adecuadamente como operaciones hegemónicas y relaciones de poder en las cuales las revistas no impusieron visiones dominantes, sino que más bien, desplegaron una inédita capacidad polisémica para diversas audiencias. Al evitar el rígido mecanicismo que caracteriza las posturas pesimistas y sin caer en el optimismo de las corrientes liberales, el objetivo de esta historia cultural es el de analizar tanto la especificidad de las prácticas culturales como la forma en que dichas prácticas generaron efectos en el Estado y la sociedad civil.
Historias del deporte en América Latina y Chile
Las primeras historias del deporte latinoamericano fueron escritas por periodistas deportivos a mediados del siglo XX. Construidas en base a crónicas publicadas en la prensa periódica de cada país, estas historias se enfocan principalmente en estadísticas o anécdotas del fútbol más que en interpretaciones críticas de los deportes, con la excepción del cronista Mario Rodrigues Filho, quien tempranamente advirtió las tensiones raciales del fútbol brasileño47. Durante la segunda mitad del siglo XX, la historia del deporte no constituyó una preocupación seria para las instituciones académicas. La “frivolidad” típicamente asignada al deporte y la “ligereza” de los relatos periodísticos influyeron en este sesgo. Mientras algunos cientistas sociales e historiadores en Norteamérica y Europa comenzaban a desarrollar un interés en los deportes modernos alrededor de 1970, la actividad académica en gran parte de América Latina se encontraba interrumpida por las dictaduras cívico-militares. Los estudios de Norbert Elias y Eric Dunning en el Reino Unido o Allen Guttmann y Michael Oriard en Estados Unidos demostraron que el proceso de “deportivización” de los juegos populares, lejos de ser un fenómeno trivial en las sociedades modernas, se consolidó como un fenómeno histórico tan importante como el capitalismo, digno de ser estudiado a nivel global48. Solamente a comienzos de 1980, los deportes comenzaron a capturar el interés de investigadores argentinos y brasileños a medida que esos países comenzaban a transitar gradualmente a regímenes democráticos.
Inspirados principalmente por la antropología simbólica de Geertz, los cientistas sociales latinoamericanos pusieron atención al rol que jugó el fútbol en el proceso de construcción nacional e identidad local. Visto como un ritual colectivo, los primeros estudiosos del deporte vieron en el fútbol un reflejo de identidades masculinas, carnavalescas y patrióticas. La colección de ensayos de 1982 O Universo do futebol editada por el brasileño Roberto Da Matta es considerada el primer trabajo crítico de fútbol en la región. Le siguió el antropólogo argentino Eduardo Archetti con una serie de artículos publicados en la década de 1990 sobre el deporte argentino y su celebrado libro Masculinidades: fútbol, polo y tango en Argentina donde analiza la forma en que varias prácticas deportivas construyeron nociones de virilidad y argentinidad49. Archetti también explora la centralidad de revistas deportivas como El Gráfico de Buenos Aires, la publicación más prestigiosa del continente fundada en 1919 y recientemente finalizada en 201850. Tanto para Da Matta como para Archetti, el deporte es una arena dramática donde varios actores sociales despliegan y defienden sus identidades. Da Matta y Archetti legitimaron el estudio del deporte motivando a otros investigadores latinoamericanos a explorar dinámicas de imperialismo, dependencia y modernización en el deporte, especialmente a partir de una mirada interdisciplinaria, aunque predominantemente sociológica, antropológica e histórica51.
Paralelamente, un grupo de académicos anglo-parlantes contribuyeron a la investigación histórica del deporte desde 1980. La mayoría de estos trabajos se presentan como estudios latinoamericanos pese a que mayoritariamente revisan Brasil y Argentina. Trabajos como el de Tony Mason y David Goldblatt se sustentan en base al concepto de “imperio informal”, el cual describe la potente influencia económica y cultural británica en los puertos sudamericanos, ejemplificada con la publicación de periódicos ingleses52. El problema de estos estudios es su sesgo con respecto a la evidencia escogida (periódicos angloparlantes como el Buenos Aires Herald) así como también un excesivo énfasis en los “padres-fundadores” del fútbol sudamericano: agentes imperiales o locales conectados con el mundo británico, tales como Alexander Watson en Argentina y Charles Miller en Brasil. Una de las críticas a esta literatura apunta a que el énfasis en la dominación cultural británica ignora una serie de dinámicas locales que explican porqué otros deportes como el bádminton o el críquet no fueron exitosamente propagados en el continente53.
En Chile, la primera oleada de estudios académicos sobre deporte fue liderada por periodistas, abogados e historiadores durante la década de 1990. Los ahora clásicos trabajos de Edgardo Marín, Pilar Modiano y Cristián Muñoz siguen el modelo descriptivo careciendo de argumentaciones profundas sobre el fenómeno deportivo, privilegiando el registro anecdótico, estadístico y legislativo54. Publicadas con financiamiento de la Dirección General de Deportes y Recreación (Digeder), los trabajos de Muñoz y Modiano abordan la institucionalidad deportiva del siglo XX. Escasamente interesados en la visión de la prensa, estos trabajos concentran su mirada en la fundación de clubes y las primeras asociaciones deportivas. Modiano es la primera historiadora en trazar la difusión de los deportes, aunque sin ofrecer una explicación satisfactoria sobre porqué el tenis, el atletismo y la hípica fueron mayoritariamente practicados entre las clases altas a diferencia del fútbol que rápidamente concitó atención socialmente transversal. Precisamente, el fútbol acapara la mayor atención de los autores chilenos, ubicándolo como un reflejo de las transformaciones sociales y políticas del país55. Uno de los trabajos que mejor logra entrelazar el deporte con el modelo social imperante es el de los sociólogos Ricardo Trumper y Patricia Tomic. Según ambos autores, la clasificación de Chile al Mundial de Francia 1998, la consolidación del tenista Marcelo Ríos como Número 1 del Ranking ATP y el discurso en torno al velocista Sebastián Keitel (“el blanco más rápido del mundo”) fueron presentados como resultado de las políticas de libre mercado ya que, como triunfos atléticos internacionales, simbolizaban la competitividad de los productos chilenos exportados en el extranjero personificando la modernización neoliberal56.
Uno de los escritores chilenos más importantes es el sociólogo de la comunicación Eduardo Santa Cruz, quien ha realizado una amplia investigación sobre la historia del fútbol como entretenimiento de masas. Santa Cruz argumenta que el surgimiento de espectáculos deportivos masivos obedece a un proceso más generalizado de modernización del país. En particular, sugiere que la popularización del fútbol coincidió con el proyecto desarrollista e industrializador, en el que el Estado logró educar a las clases obreras para convertirlas en actores relevantes con responsabilidades y deberes ciudadanos57. El problema con respecto a las visiones de “modernización” e “industrialización” es que estos conceptos tienden a usarse como abstracciones cuyas influencias aparentes en el deporte se consideran evidentes o como un simple reflejo de los cambios producidos por la innovación tecnológica. Sin duda, la industrialización impulsó la expansión de nuevas oportunidades laborales e inició un movimiento generalizado del campo a la ciudad. Pero este contexto no explica la “apropiación” de ciertas prácticas deportivas y la “marginación” de otras. En su obra más amplia sobre prensa y sociedad, Santa Cruz sitúa la revista Estadio (1941-1982) como un actor cultural central del proyecto desarrollista58. Aunque