Espacios y emociones. Lorena Verzero

Espacios y emociones - Lorena Verzero


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examinar la categoría de “atmósfera”, que tanto el texto de Auerbach como la versión española introdujeron para cualificar y describir una faceta del milieu. Atmósfera es un término que proviene del campo epistémico de la meteorología, donde designa la capa de aire y gases que rodean la tierra y otros cuerpos celestes. Es producto de constelaciones de fuerzas, intensidades y flujos que, al mismo tiempo, también producen efectos y fuerzas sobre los objetos y seres vivos que están en su ámbito. Desde el siglo XVIII, el término fue aplicado como metáfora en conceptualizaciones antropológicas del ser humano, de su situación individual y colectiva. El significado de atmósfera remite a la semántica de lo sensible, de lo afectivo y de las sensaciones que el entorno trasmite a los seres vivos que están en un espacio. Describiendo las cualidades e intensidades sensoriales-afectivas, las sensaciones corporales y las distintas fuerzas y efectos invisibles que emergen del entorno espacial, el término rehúye nítidas y claras significaciones y se define por su opacidad. Varias corrientes del pensamiento fenomenológico, situadas entre la filosofía fenomenológica, la teoría de la arquitectura, la psicología (ambiental), la sociología de las emociones y la estética, pusieron el foco de su interés en estas fuerzas emocionales-afectivas de los espacios y en la vivencia subjetiva de las fuerzas ambientales a nivel corporal, psíquico y también social. En el abordaje de la relación recíproca entre un sujeto y su entorno se investigaba el componente reflexivo y la distancia que el sujeto logra tomar para describir las características de la atmósfera. En la primera mitad del siglo XX, la vivencia subjetiva del espacio se convirtió en un tema central de la filosofía y la estética; basta mencionar las obras de Edmund Husserl, Martin Heidegger, Ludwig Binswanger, Kurt Lewin, Maurice Merleau-Ponty y Gaston Bachelard. La relación recíproca entre un sujeto y su entorno implica siempre un componente reflexivo, o sea que el sujeto logre tomar una distancia para describir las características de la atmósfera.

      Desde una perspectiva fenomenológica, el filósofo alemán Gernot Böhme pone el concepto de atmósfera en el centro de su ambición de fundamentar una “nueva estética” (Böhme, 1995 [2013]). El punto de partida de Böhme es la importancia del punto de vista del sujeto en la vivencia corporal de los espacios. Siguiendo la tradición fenomenológica, Böhme hace foco en el cuerpo, sus vivencias y percepciones. Por otro lado, este autor propone una “nueva estética” que se basa en el concepto de atmósfera, que define como la “relación entre las cualidades del entorno y del estado de ánimo del ser humano” (Böhme, 2013: 22). Como el entorno espacial y sus cualidades son de extraordinaria importancia para la existencia humana, el término “atmósfera” debería ser desarrollado como concepto filosófico para fundamentar una nueva estética. En su obra Atmósfera. Ensayos sobre la nueva estética, Böhme describe así los efectos de esta:

      En la percepción de la atmósfera yo siento en qué tipo de entorno me encuentro. Esta percepción tiene dos caras: por un lado, el entorno [Umgebung], que emite una cualidad de humor [Stimmungsqualität]; por otro lado, el yo por el cual comparto en mi sensación este humor y a través del que me doy cuenta de que estoy ahora en este lugar (…) A la inversa, las atmósferas son las maneras por las que las cosas y los entornos se presentan. (Böhme, 2013: 96; la traducción es mía)

      En esta perspectiva, la atmósfera describe el espacio afectivo en que el sujeto está situado. El término alemán Stimmung, que le sirve a Böhme en su definición de atmósfera, es un derivado de la palabra alemana Stimme [‘voz’], por cierto difícil de traducir:27 Stimmung constituye una entrada en el Diccionario de los intraducibles que en la versión original francesa se ‘traduce’ con los términos “accord, ambiance, atmosphère, humeur, disposition, tonalité affective” (David, 2004). Stimmung designa el estado emocional y los afectos del sujeto que está pensado bajo el aspecto de su relación con el entorno. Traducimos la Stimmungsqualität que menciona el texto de Böhme, por cuestiones pragmáticas, como “cualidad de humor”; otras posibles versiones para acentuar distintos matices podrían haber sido “atmósfera”, “ambiente“, “tonalidad afectiva”.

      El término Stimmung es importante en la historia del abordaje de las emociones en Alemania. Es utilizado como concepto vecino o bien para parafrasear el de “atmósfera”. La asociación de atmósfera con el significado de ‘espacio sonado’ (“gestimmter Raum”) tiene de trasfondo la filosofía de Martin Heidegger, en la que la reflexión en torno de la Stimmung es central. Como Heidegger formuló en Sein und Zeit, el “estar-en-el-mundo” del sujeto siempre implica ciertos estados anímicos que oscilan y que influyen en su percepción del mundo. Los humores y estados anímicos (Stimmung) son los “estados basales de nuestro estar-en-el-mundo” según Heidegger (Fuchs, 2013: 17)28 o, como señala su alumno Friedrich Otto Bollnow, los “humores” (“Stimmungen”) son las tonalidades de la existencia humana (Wellbery, 2003: 727). Bajo la influencia de tal filosofía existencial del humor, el psicoanalista suizo Ludwig Binswanger desarrolló el término “espacio tonado” (gestimmter Raum), que da cuenta de la espacialidad de la vida psíquica y la expresividad emocional de las figuras espaciales.29 Las dinámicas psíquicas, la percepción, la imaginación y la vivencia subjetiva están situadas en estas perspectivas dentro de las relaciones con el mundo, pero sin proponer una distinción clara entre lo mental/interior/psíquico y el mundo exterior.

      A pesar de sus diferencias particulares, ambos términos, “espacio tonado” y “atmósfera” apuntan al espacio concreto, por el que el ser humano se mueve como algo más que el espacio físico y material. Se alude también a un espacio afectivo que está lleno de presentimientos, flujos y energías, de fuerzas [también físicas-sensoriales], de humores, de diferentes cualidades afectivas. Las relaciones que los cuerpos mantienen con su entorno pueden ser conscientes o inconscientes, pueden quedarse bajo o afuera del registro explícito y del control del sujeto y ejercer sus efectos independientemente de la consciencia. En este sentido, los “espacios afectivos”, los “espacios tonados” y las “atmósferas” describen “cualidades afectivas holísticas de los entornos espaciales o las situaciones interpersonales” (Fuchs, 2013: 17). Consisten en realidades culturales o materiales (por ejemplo, las “atmósferas urbanas” propias de la civilización urbana) que emergen en el marco de las interacciones y dinámicas sociales y pueden tener vínculos estrechos con hechos y procesos físico-naturales (como las circunstancias del clima, el paisaje, el atardecer, una tormenta, el sol de otoño, etc.).

      La concepción filosófico-estética de Böhme enfatiza la relación entre las cualidades del entorno Y los estados del ser humano, mientras que los vínculos que designa esta “Y” representan las atmósferas (Böhme, 2013: 22). La atmósfera está situada, por lo tanto, entre el sujeto y el objeto. Por el lado del objeto, condensa las constelaciones materiales y culturales (y en la recepción estética, los textos literarios, las obras del arte, los filmes, etc.) que constituyen situaciones con efectos en el sujeto. No representa las cualidades de ciertos objetos individuales sino las del conjunto y de la constelación entre los diferentes objetos y seres humanos.30 Al mismo tiempo, la atmósfera depende de la presencia corporal de los seres humanos que advierten y perciben las fuerzas ambientales, que se materializan en sensaciones, impresiones, percepciones y afectos de los cuerpos (Böhme, 2013: 33). Como puede observarse, resulta clave para este modelo la presencia corporal del sujeto.

      La creación de cualidades atmosféricas del entorno material, cultural y simbólico puede ser el objetivo de intervenciones estéticas, por lo cual las atmósferas pueden tener un valor de escenificación conscientemente producido por las prácticas artísticas. El arte es concebido desde esta perspectiva como dispositivo para la “producción de atmósferas”. Algunas obras visuales provocan efectos en el espectador, crean una dramaturgia de la atmósfera. En este sentido, la atmósfera está estrechamente vinculada con el concepto de aura de Walter Benjamin.31 El efecto de una obra de arte es analizado por Böhme como su poder de producir atmósferas y el “aura” que uno respira en su recepción. La “realidad de las imágenes” remite a fuerzas que provocan una afectación en el espectador. Böhme considera que en el sujeto perceptor reside asimismo la capacidad de establecer distancias con las atmósferas, de “romper con las fuerzas de sugerencia de las atmósferas y permitir un trato más libre y lúdico con ellas” (Böhme, 2013: 47). Las atmósferas son interfaces sensoriales y perceptibles en las que el ser humano vive, sufre y experimenta las cualidades emotivas-espaciales


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