Espacios y emociones. Lorena Verzero

Espacios y emociones - Lorena Verzero


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los cinco sentidos)– es una calidad del espacio (material o inmaterial) que emerge del flujo continuo y particular de configuraciones de personas, objetos, lugares, sentimientos e imaginarios (Sumartojo y Pink, 2018): una realidad que se experimenta a nivel colectivo e individual y que, apelando a la percepción, la sensorialidad y los recuerdos encarnados, puede activar intuiciones estéticas, conocimientos anticipados y nuevos horizontes de sentido, pero también puede desencadenar y reproducir antiguas experiencias sedimentadas en la memoria colectiva.

      Generalmente, cuando se manifiesta, la atmósfera se hace presente a través de imágenes familiares capaces de generar un hilo unitivo entre los individuos. En una situación de incertidumbre, un colectivo de personas puede percibirse unido por una memoria anticipatoria –vinculada a vicisitudes preexistentes y simbolizada, por ejemplo, por una figura emblemática– que genera pesimismo, aun si no existen todavía las condiciones reales para decir que “todo irá mal”. Por supuesto, puede ocurrir exactamente lo contrario y manifestarse en la forma de un optimismo contagioso: piénsese en todas aquellas ocasiones en la cuales nos sentimos unidos por el hilo del “trabajo espiritual de las generaciones anteriores”, por una sensación de crecimiento humano difundido. Expresiones como “algo mágico está pasando”, “hay un aire de novedad”, “el futuro está a nuestro alrededor” indican que el ambiente está imbuido de emociones positivas y generadoras de cosas nuevas.

      Se vuelve necesario, observan Sumartojo y Pink (2018: pos. 210) estudiar

      las condiciones específicas en las que las atmósferas emergen y los significados que las personas les atribuyen –y, de manera crucial, [cómo] estos significados pueden entonces acompañar a las personas, dando continuamente forma a la compresión de sus experiencias–.

      La atmósfera se presenta como un objeto de investigación clave para entender la relación que existe entre lugares, historias, afectos culturales y cuerpo(s). Aquí quisiera destacar en particular cómo este campo de estudio podría representar un terreno fecundo para explorar aquellas “situaciones” del tiempo presente cuyas heridas no sanadas (llenas de significados afectivos sedimentados) siguen, para retomar las palabras de Sumartojo y Pink, acompañando a las personas y moldeando la compresión de sus experiencias actuales. O, como hemos visto con Bodenhamer (2016: 218), siguen conectando “las realidades emergentes y las profundas contingencias del pasado”.

      Pienso en particular en las manifestaciones descoloniales –o de “reconstrucción epistémica”, como las definen Walter Mignolo y Catherine E. Walsh (2018)– donde la atmósfera (de una calle, una plaza, un puerto, un pueblo, etc.) se perfila como un espaciotiempo entre un pasado viviente (el “pernicioso legado colonial”, Mignolo y Walsh, 2018: 238) y un presente lleno de fuerzas nuevas: fuerzas empujadas por subjetividades colectivas e individuales tendientes a la transformación del razonar, sentir y emocionar(se) (Mignolo y Walsh, 2018: 197), es decir, a la aesthesis decolonial.18 En este juego de fuerzas a menudo prevalece el peso del pasado no sanado porque el lugar está imbuido con una recalcitrante energía afectiva residual (las demasiadas y reiteradas emociones negativas acumuladas en el tiempo). Y aquí reencontramos el “giro afectivo” ya que, como ha subrayado Ana Peluffo, “[u]n proyecto común de los pensadores” de este horizonte de pensamiento “es la tendencia a desconfiar de las emociones canónicas (la felicidad, el amor, la compasión) y re-evaluar aquellas consideradas negativas por la cultura dominantes (la indignación, el resentimiento, la envidia)” (2016: 24). Estos últimos son estados afectivos que pueden haber pasado por un proceso histórico de “disciplinamiento”, al representar una forma de energía social incómoda –una energía que, justamente por el hecho de haber sido reprimida y canalizada en estructuras ajenas a ella (por ejemplo, en forma de expectativa social), vuelve sistemáticamente para sacudir dicho orden impuesto–. En esta perspectiva, la atmósfera, como situación marcada por una “explosión” emocional,19 podría representar el contexto ideal para indagar acerca de cuáles formas materiales (objetos, imágenes, palabras, disposiciones arquitectónicas, etc.) moldean la inmaterialidad realísima de los imaginarios que acompañan los estados afectivos colectivamente compartidos y espacio-temporalmente construidos.20

      Aunque los pensadores de la decolonialidad no hacen explícitamente referencia al concepto de “atmósfera”, considero que este concepto ofrece un marco interpretativo muy fructífero ya que, al enfocarse en el cuerpo, la apreciación sensorial y las emociones, apoya la reflexión decolonial en un doble sentido: por un lado, contribuye a rehabilitar el valor epistemológico de la aesthesis en su significado originario, como relación con el mundo en forma de “‘sensación’, ‘proceso de percepción’, ‘sensación visual’, ‘sensación gustativa’ o ‘sensación auditiva’” (Mignolo, 2010: 13).21 Por otro lado, da cuenta de esas experiencias en las cuales ciertas emociones parecen quedar atrapadas en determinados contextos (la mayoría de las veces, vinculados a disposiciones espaciales), sin posibilidad de evolucionar hacia algo nuevo –lo que Philippopoulos-Mihalopoulos (2019: 167 y 169) define como una atmósfera “fabricada [engineered] para promover su propia perpetuación”, como ocurre en las situaciones de racialización (véase también Blickstein, 2019)–. A pesar de la idea de extrema emancipación que proporciona, internet bien puede ser interpretado como un espacio digital que, con sus algoritmos poderosos e incluso coercitivos (véase Appadurai 2016; García Canclini 2019; véase también el capítulo de Leone en este volumen), no hace más que alimentar y reproducir (“ingenierizar”) ciertas perniciosas atmósferas emocionales.22

      Concluyo esta contribución con la reflexión de la artista visual guyano-francesa Tabita Rezaire, quien –recurriendo a la teoría de Mignolo como trasfondo de sus obras– escribe:

      aunque el colonialismo per se ha terminado legalmente, su legado viviente es omnipresente en las sociedades contemporáneas. […] Vergüenza. Enojo. Dolor. Humillación. Baja autoestima. Ansiedad. Fatiga. Inquietud. Adicción. Estrés. Depresión. Precariedad. Soledad. Desconexión... Los síntomas de la colonialidad se hacen sentir en nuestros seres […] A pesar de las olas de descolonización de América, África y Asia, la colonialidad sobrevivió, y estamos sudando a mares. Por eso la descolonialidad es tan necesaria […] La descolonialidad es un camino hacia la curación. (Rezaire, 2020: xxx-iv)

      El presente escrito quiso ser una contribución a este camino hacia la curación, en un mundo que nos está desvelando que las emociones pueden ser un potente instrumento de concordia, cuidado recíproco y proyección creativa hacia el futuro, al mismo tiempo capaz de conectarnos –como diría Lotman– con el trabajo espiritual de las generaciones anteriores.

      Referencias bibliográficas

      Anderson, Ben, 2009, “Affective atmospheres”, Emotion, Space and Society, 2-2, 77-81. URL: https://doi.org/10.1016/j.emospa.2009.08.005.

      Appadurai, Arjun, 2016, “The academic digital divide and uneven global development”, CARG Papers 4. URL: https://repository.upenn.edu/cargc_papers/4.

      Bell, Deanne, 2018, “A pedagogical response to decoloniality: Decolonial atmospheres and rising subjectivity”, American Journal of Community Psychology 62-3/4, 250-260. URL: https://doi.org/10.1002/ajcp.12292.

      Blickstein, Tamar, 2019, “Affects of racialization”, Jan Slaby y Christian von Scheve (eds.), Affective Societies: Key Concepts, Londres y Nueva York, Routledge, pp. 152-165.

      Bodenhamer, David, 2016, “Making the invisible visible: Place, spatial stories and deep maps”, David Cooper, Christopher Donaldson y Patricia Murrieta-Flores (eds.), Literary Mapping in the Digital Age, Londres y Nueva York, Routledge, 207-220.

      Bodenhamer, David, John Corrigan y Trevor Harris, 2015, Deep Maps and Spatial Narratives, Bloomington, Indiana University Press.

      Böhme, Gernot, 1995, Atmosphäre: Essays zur neuen Ästhetik, Fráncfort del Meno, Suhrkamp.

      ___ 2017a, The Aesthetics of Atmospheres, ed. de Jean-Paul Thibaud, Nueva York, Routledge.

      ___ 2017b, Atmospheric Architectures:


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