El debate fundacional: los orígenes de la historiografía chilena. Iván Jaksić
del ejemplar de El Crepúsculo en que aparecía el ensayo y, más adelante, en 1846, promulgó una nueva ley de imprenta, bastante más restrictiva. La combinación de palabra impresa y juicio de imprenta era explosiva, y tanto el caso de Bilbao como otros anteriores culminaron en
desórdenes callejeros.24 Si bien el incidente se relacionaba directamente con las violaciones de la ley de imprenta, para nuestros propósitos conviene tener en cuenta que el ataque a la Iglesia tenía un trasfondo histórico, debido a su influencia en el período colonial. La condena de esta influencia, aun cuando no existieran estudios acabados al respecto, se utilizaba para inducir cambios políticos y culturales de primera magnitud.
El debate fundacional
La presentación de una memoria anual sobre un tema histórico estaba contemplada en los estatutos (art. 28) de la Universidad de Chile, y especificaba que “se pronunciará un discurso sobre alguno de los hechos más señalados de la historia de Chile, apoyando los pormenores históricos en documentos auténticos, y desenvolviendo su carácter y consecuencias con imparcialidad y verdad”.25 La intención de Bello era inaugurar una tradición de estudios históricos desde la universidad y, como vimos, pidió a Lastarria, quien había sido designado como uno de los 19 miembros fundadores de la Facultad de Filosofía y Humanidades, que presentara la primera memoria en 1844. Lastarria caracterizó el encargo del rector de acuerdo a su narrativa de Bello como una figura autoritaria, y señaló en sus Recuerdos literarios que fueron las diversas conversaciones que ambos sostuvieron sobre temas históricos las que “le movieron sin duda a ordenarnos que hiciéramos la primera Memoria histórica”.26 Lastarria aceptó, pero decidió presentar un provocador ensayo, titulado “Investigaciones sobre la influencia social de la Conquista y del sistema colonial de los españoles en Chile”, ante los académicos de la universidad y autoridades públicas, el 22 de septiembre de 1844.27
El ensayo de Lastarria tenía un doble propósito: por una parte, demostrar que no obstante Chile se había emancipado de España en 1810, el país era todavía cautivo de una mentalidad colonial, palpable en las caducas instituciones culturales y políticas que obstaculizaban el desarrollo democrático. Por otra, el discurso buscaba promover una metodología histórica que consistía en extraer lecciones del pasado, para guiar el cambio en el Chile del presente y encaminarlo hacia un futuro democrático.
Algunos elementos del rechazo de Lastarria al legado colonial no eran nuevos: ya aparecían en su discurso ante la Sociedad Literaria en 1842. Pero en las “Investigaciones” de 1844, Lastarria denunció la nefasta persistencia del colonialismo español. En este discurso, Lastarria hizo un resumen de tres siglos de historia para concluir que el balance del período era desastroso. La inquietud que manifestó a su público era que el país había avanzado muy poco desde 1810, ya que no era mucho lo que podía esperarse de un pueblo que, “bajo la influencia del sistema administrativo colonial, estaba profundamente envilecido, reducido a una completa anonadación y sin poseer una sola virtud social, a lo menos ostensiblemente, porque sus instituciones políticas estaban calculadas para formar esclavos”.28 La tarea por delante, afirmó, era conducir el proceso de Independencia a su verdadera culminación, es decir, eliminar los escombros coloniales presentes en la legislación y en las costumbres. En sus propias palabras:
los héroes de nuestra Independencia terminaron su espinosa tarea destruyendo el poder que nos esclavizaba, y dieron con esto principio a la reacción social que en el día se opera contra lo pasado: a la generación presente y más que todo a los hombres públicos que tienen en sus manos la suerte del Estado, corresponde apoderarse de esa reacción para encaminarla hasta destruir completamente las resistencias que opone el sistema español antiguo encarnado en la sociedad. Cada paso que demos en esta revolución importará un triunfo sobre los principios retrógrados.29
El discurso estaba diseñado para impactar, y los académicos y autoridades presentes respondieron como Lastarria quería, aunque no con la aprobación que esperaba. De acuerdo con su descripción, los asistentes oyeron el discurso “con una indiferencia glacial” y, además, “la Universidad calló y ni siquiera me dio las gracias”.30 Lastarria se sintió especialmente decepcionado porque un elemento importante de su presentación, su “metodología”, había sido completamente soslayado. En el discurso declaró que habría sido muy fácil para él concentrarse en la simple narración de los hechos históricos, pero se preguntaba acerca de la utilidad social que de ello podría obtenerse, y de si era incluso posible hablar con objetividad sobre temas tan recientes. “No os presento, pues”, declaró, “la narración de los hechos, sino que me apodero de ellos para trazar la historia de su influencia en la sociedad a que pertenecen, cuidando de ser exacto e imparcial en la manera de juzgarlos”. Es decir, la evaluación y el sentido de los hechos históricos eran más importantes que su identificación como tales.
El ensayo de Lastarria tenía suficientes elementos que preocupaban a Bello como para responder, a través de El Araucano, en dos artículos fechados el 8 y el 15 de noviembre de 1844.31 Bello sostenía que el historiador podía referirse a cualquier tema o período con imparcialidad, si es que en efecto se guiaba por los documentos y no por un móvil político o ideológico. Además, los detalles de la historia no le parecían menos importantes que las generalizaciones que caracterizaban el discurso de Lastarria. En su contestación, Bello declaró que a la historia no solo convenían “las grandes y comprensivas lecciones de sus resultados sintéticos. Las especialidades, las épocas, los lugares, los individuos, tienen atractivos peculiares, y encierran también provechosas lecciones”.32 Sin embargo, su mayor preocupación era que, en el afán por denunciar el pasado colonial español, Lastarria distorsionaba la verdad: sobre los abusos de la Conquista y la Colonia, Bello afirmó que España tenía la misma actitud que “los estados poderosos han manifestado siempre en sus relaciones con los débiles, y de que aún en nuestros días de moralidad y civilización hemos visto demasiados ejemplos”.33 Y sigue:
Pero debemos ser justos: no era aquella una tiranía feroz. Encadenaba las artes, cortaba los vuelos al pensamiento, cegaba hasta los veneros de la fertilidad agrícola; pero su política era de trabas y privaciones, no de suplicios ni sangre. Las leyes penales eran administradas flojamente. En el escarmiento de las sediciones no era extraordinariamente rigurosa; era lo que el despotismo ha sido siempre, y no más, a lo menos respecto a la raza española, y hasta la época del levantamiento general, que terminó en la emancipación de los dominios americanos. El despotismo de los emperadores de Roma fue el tipo de gobierno español en América. La misma benignidad ineficaz de la autoridad suprema, la misma arbitrariedad pretorial, la misma divinización de los derechos del trono, la misma indiferencia a la industria, la misma ignorancia de los grandes principios que vivifican y fecundan las asociaciones humanas, la misma organización judicial, los mismos privilegios fiscales; pero a vueltas de estas semejanzas odiosas hay otras de diverso carácter.34
Si bien Bello evitaba justificar el pasado colonial, o sus legados, rechazó sin embargo el tono de denuncia que emanaba del discurso de Lastarria.35 Además, era contrario a la idea de que, como resultado del colonialismo, los chilenos y los demás hispanoamericanos estuviesen irrevocablemente corrompidos: “Jamás un pueblo profundamente envilecido, completamente anonadado, desnudo de todo sentimiento virtuoso, ha sido capaz de ejecutar los grandes hechos que ilustraron las campañas de los patriotas, los actos heroicos de abnegación, los sacrificios de todo género con que Chile y otras secciones americanas conquistaron su emancipación política”.36
A partir de esta evaluación del colonialismo español, Bello rehusó adoptar las mismas conclusiones de Lastarria sobre la guerra imperiosamente necesaria contra sus presuntos legados. El propósito de su crítica era dirigir la atención hacia la manera en que se establecían los hechos históricos, puesto que solo conclusiones falsas podrían extraerse a partir de premisas erróneas. El hecho, empero, de que Bello prestara tal atención a un ensayo escrito por un autor de 28 años, sin mayor experiencia como historiador, demuestra que los temas involucrados eran muy serios. El asunto de cómo Chile debía evaluar su pasado colonial, o el pasado en general, era en realidad bastante grave.
La crítica de Lastarria al colonialismo hispánico era más cautelosa que la de Francisco Bilbao en “Sociabilidad chilena”, pero seguía la misma lógica: los legados del coloniaje debían ser destruidos en nombre