Colección de escritos publicados en Nueva España por diferentes cuerpos y sugestos particulares. Mariano Peset Mancebo
habitantes
Proclama que la nobilísima Ciudad de México dirige á los fidelisimos habitantes de Nueva España
Manifiesto que el Obispo de la Puebla de los Angeles dirige á sus Diocesanos
Edicto segundo del mismo Señor Ilustrísimo...
Exhortacion que dirige á los habitantes de la Provincia de Valladolid su Diputado
Diálogos patrióticos entre Filopatro, Acerayo y Morós.
Primero
Segundo
Tercero
Quarto
Quinto
Sexto
Séptimo
Octavo
Nono
Décimo
Undécimo
Duodécimo
Décimotercio
Décimoquarto
Décimoquinto
Foncerrada michoacanense, Oidor de Mexico, habla á sus compatriotas por la felicidad pública.
EL VIREY DE NUEVA ESPAÑA
A TODOS SUS HABITANTES.
Conseguido en la formacion del Supremo Consejo de Regencia de España é Indias, que á nombre de nuestro adorado Rey y Señor D. Fernando el VII gobierna el Reyno, el deseo general de la Nacion que aspiraba á depositar su confianza en una autoridad concentrada conforme á nuestras leyes, y mas á propósito que la anterior Junta Central para desplegar aquella energía y actividad que son necesarias á fin de conducir la Nacion en las críticas circunstancias en que se encuentra; principió aquel Cuerpo representante de la Autoridad Soberana á dirigir sus miradas paternales y benéficas hácia todas las partes de nuestra dilatada Monarquía para dispensarles el auxîlio y proteccion que respectivamente pudiesen necesitar. Entre las que mas llamaron su atencion fue una este importante Reyno, cuya feracidad, riqueza y demas qualidades apreciables que lo califican le hacen preferente objeto de la codicia, ambicion y voracidad del tirano Napoleon. Y deseoso S. M. de poner á cubierto este pais de una invasion que lo reduxese á la mas insufrible tiranía, de establecer en él los principios de justicia y equidad que pudiesen elevarlo á la prosperidad de que es susceptible, y de renovar y estrechar cada vez mas los sagrados vínculos que lo unen á la Madre Patria: entre otras providencias que ha tomado y tomará oportunamente, tuvo la dignacion de nombrarme á mí por Virey de este Reyno, para que persuadido y penetrado yo de sus ilustradas y justas ideas, pudiese contribuir á su realizacion. Aunque esta eleccion honraba demasiado mis cortos méritos y talento, supliqué sin embargo por tres veces á S. M. me permitiese continuar mis servicios en los exércitos, porque me era muy sensible dexar la península en ocasion en que los pérfidos enemigos de nuestra independencia cometian en ella tan sacrilegas profanaciones y atentados. S. M. no tuvo á bien condescender á mis súplicas, y yo no pude tomar otro partido que obedecer ciegamente sus superiores mandatos, consolándome con la idea de ser el instrumento de que se valia S. M. para establecer en este Rey no el orden, la equidad y la justicia en lo interior, y e! respeto y consideracion para con los extrangeros, que son y han sido siempre los mas vehementes deseos de la universalidad de la Nacion. Estas miras tan saludables, tan benéficas y tan justas han ocupado constantemente mi atencion desde mi nombramiento para servir este Vireynato. Ya me lisongeaba yo anticipadamente de ser el instrumento de vuestra prosperidad y seguridad: contaba con que siendo dóciles á mis insinuaciones, excitaria cada vez mas en vosotros aquel amor á la Madre Patria que ha sido siempre vuestra divisa; y me prometia que guiados, como ella, por los principios heroicos que la han conducido en la lucha terrible que con asombro y admiracion del mundo sostiene contra el mas infame tirano que vomitaron los abismos, opondriais una barrera impenetrable á sus provectos locos é insensatos de universal usurpacion. ¡Pero qual ha sido mi desconsuelo al ver desvanecerse aquella agradable perspectiva que era el objeto de mis anhelos, y el fin adonde se dirigen todos mis pasos y providencias! Sí, Españoles Americanos, mi sentimiento es inexplicable, y agrava mucho mas mi dolor la consideracion de que sois vosotros mismos los que os oponeis.á vuestra felicidad.
Deseoso de curar vuestros males, y de vencer todo obstáculo que se oponga á ella, desde mi entrada en esta Capital, me he ocvipado constantemente en conocer vuestra situacion, y mi corazon ha sido penetrado del mayor sentimiento al conocer la rivalidad, division y el espíritu de partido que reyna entre vosotros. Este mal, si por desgracia continuase, seria el principio de nuestra ruina, seria el fomento de una injusta odiosidad entre