Las teorías literarias y el análisis de textos. Adriana Azucena Rodríguez
“no llamar al objeto por su nombre, sino describirlo como si lo viera por primera vez y tratar cada acontecimiento como si ocurriera por primera vez”.12 En el mismo sentido, retoma la figura de la descripción con sugerencias como la de evitar el empleo de “los nombres dados generalmente a sus partes, sino otras palabras tomadas de la descripción de la partes correspondientes a otros objetos”.13 O bien, utilizar la voz de un relator poco común, inesperado, que adopte una percepción inesperada capaz de comunicar la novedad del objeto. Asimismo, Shklovski reconoce el procedimiento de retirar los objetos de su contexto, incluso dogmas y ritos, sustituyendo, por ejemplo, las palabras rituales por palabras del lenguaje corriente; servirse de la imagen únicamente para “crear una percepción particular del objeto, crear su visión y no su reconocimiento”,14 procedimiento frecuente en la adivinanza y el eufemismo. Por supuesto, su enumeración de procedimientos concluye con la atención a los “constituyentes fonéticos y lexicales como la disposición de las palabras y de las construcciones semánticas”,15 ya que la lengua poética está creada “conscientemente para liberar la percepción del automatismo”.16
Así, con la hipótesis formalista de que la lengua poética se caracteriza por su uso peculiar de la lengua, ajeno a la lengua cotidiana, marcado por recursos verbales que obligan al lector a percibir la realidad de un modo “desautomatizador”, el análisis literario puede arrojar lecturas reveladoras de ciertos textos. La selección, en este caso, corresponde al poema “Calle desconocida” de Jorge Luis Borges, perteneciente al libro Fervor de Buenos Aires, en cuyo prólogo el autor escribió unas líneas que parecen análogas a las ideas formalistas: “La literatura impone su magia por artificios; el lector acaba por reconocerlos y desdeñarlos”.
Se incluye, además, un ejemplo de los primeros párrafos de un comentario elaborado a partir de los siguientes puntos.
Propuesta de actividades para el análisis
1 Analizar el poema “Calle desconocida” en términos formalistas: ¿con qué medios se crea la “impresión máxima” de los objetos?
2 Señalar los “obstáculos” para la comprensión del texto.
3 No se trata de reconocer las figuras retóricas del poema, sino de describir cómo se logra la creación de una visión del objeto.
4 Tampoco se trata de interpretar al autor, sino de “ver” la realidad de una manera nueva, capaz de “desautomatizar” las acciones y objetos cotidianos.
Jorge Luis Borges publicó, en 1923, el libro Fervor de Buenos Aires, en el que se encuentra el poema “Calle desconocida”.1 La fecha del libro coincide con las corrientes vanguardistas y las reflexiones formalistas que se desarrollaban en Rusia. La coincidencia más relevante, sin embargo, es la del interés por revelar objetos cotidianos como si se vieran por primera vez. Esto ocurre con la experiencia de “Calle desconocida”: situaciones comunes son reveladas mediante diversos mecanismos que, si bien oscurecen la claridad del mensaje, revelan la magnificencia de la situación cotidiana planteada en el texto.
Desde los primeros versos, en vez de señalar que la experiencia referida ocurrió en los primeros momentos de la tarde, recurre a una alusión mística tomada de la tradición hebrea:
Penumbra de la paloma
llamaron los hebreos a la iniciación de la tarde
cuando la sombra no entorpece los pasos
en otras palabras, realiza la operación descrita por Shklovski de retirar los objetos de su contexto (1991: 68). Al mismo tiempo, obliga al lector a salir de su propio contexto para imaginar el tono de una paloma y llevarlo al “tono” de una tarde específica. Lo mismo sucede con las siguientes notas que profundizan en la imagen de la tarde, “cuando la sombra no entorpece los pasos”, en otros término, en un momento de luz regular en que aún se puede saber hacia dónde se dirigen los pasos. Nuevamente, la imagen de la tarde se desvía hacia un ámbito distinto al temporal o espacial:
la venida de la noche se advierte
como una música esperada y antigua.
Un procedimiento similar le permitirá recrear la intensidad de la luz del brevísimo instante recreado:
En esa hora en que la luz
tiene una finura de arena.
di con una calle ignorada,
abierta en noble anchura de terraza,
cuyas cornisas y paredes mostraban
colores tenues como el mismo cielo
que conmovía el fondo.
Con este procedimiento, el lector deberá imaginar diversas tonalidades de luz, ejercicio que no sería posible si el autor hubiera establecido una hora específica.
Así, mucho después de que el poeta ha logrado comunicar el espacio y el momento en que ocurrió la experiencia aludida, continuará con la revelación de una calle desconocida, experiencia que recuerda el asombro, casi siempre instantáneo, de descubrir una calle por primera vez.
1 Jorge Luis Borges, Fervor de Buenos Aires, Madrid, Alianza, 2008, pp. 22-23.
El estudio formalista de la poesía inicia la tendencia de considerar el texto poético como una instancia al margen de aspectos extratextuales. También se atribuye a este grupo de estudios la distinción entre lengua poética (extraña y oscura) y lengua cotidiana (clara y unívoca). Estos puntos representarán los aspectos más criticados del formalismo y sus continuadores; no obstante, cabe mencionar que los formalistas advirtieron las contradicciones de sus propios planteamientos, pero debieron partir de principios teóricos que pudieran considerarse estables. Gracias a esos principios, la línea de estudios literarios continuó su desarrollo, a tal grado que todos los planteamientos teóricos subsiguientes han debido dialogar con las pautas heredadas por el formalismo ruso. Así, una vez planteado, a grandes rasgos, el mecanismo del análisis poético, continuemos con el análisis del texto narrativo.
análisis formalista del relato
En el estudio del relato, Vladimir Propp coincidió con el formalismo en la necesidad de sistematizar los elementos constitutivos de la historia del texto narrativo. El formalismo delineó la oposición latente que opera en el relato entre la anécdota narrada y los mecanismos artísticos que particularizan esa anécdota y la convierten en un relato literario. Sin embargo, la “morfología del cuento” de Vladimir Propp obtuvo mayor especificidad en la descripción y aislamiento de los elementos de un tipo de relato manejado por un alto número de usuarios: el cuento folklórico de tipo maravilloso.
El método de trabajo de Propp consiste en estudiar los cuentos según las funciones de los personajes, entendido el término función como acciones constantes que realizan los personajes, en diferentes cuentos y con diferentes características delineadoras. Por ejemplo, un niño aldeano, una princesa o un padre de familia realizan, en casi todos los cuentos, una acción similar: se ausentan de casa; la manera en que se realizan las acciones varía. “Las funciones de los personajes representan, pues, las partes fundamentales del cuento, y son las que ante todo debemos destacar […] Por función entendemos la acción de un personaje, definida desde el punto de vista de su alcance significativo en el desarrollo del relato”.17
Para definir y aislar las funciones, Propp sugiere no tomar en cuenta al personaje que cumple la función. En seguida, sintetiza la acción hasta presentarla bajo la forma de un sustantivo que expresa dicha acción (prohibición, interrogación, huida…), y ésta se reduce a una fórmula (ausencia = a). Después de la reducción de los cuentos a fórmulas sucesivas, Propp concluye que el número de funciones reconocibles en los cuentos del subgénero elegido es limitado; no obstante, las posibilidades de sucesión y composición resultan mucho más extensas. Se evidencia, entonces, el sentido estructural de este esquema.
A continuación, se presenta una tabla que muestra las funciones