Gran líder gran maestro. Gary Bredfeldt
en un espejo su rostro natural. 24Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. 25Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.
A través de los años, al ver los estudiantes entrar al servicio de Cristo, algunos han tenido éxito y otros han fallado. Sucede muy a menudo, la falla no fue por falta de habilidad, sino por falta de aplicar o poner en práctica la Palabra de Dios a sus propias vidas. Algunas veces esa falta de práctica trajo una falta moral. Otras veces, fue simplemente una falta de credibilidad tan necesaria para ministrar la Palabra efectivamente. La credibilidad viene al vivir lo que estudiamos. Usted nunca será perfecto, pero debe honesta y fervientemente luchar por vivir la Palabra que usted estudia. La mano de Dios estaba sobre Esdras porque propuso en su corazón estudiar la Palabra de Dios y ponerla en práctica. Había otro aspecto más en este compromiso a las Escrituras que era fundamental para el deseo de su corazón.
ESDRAS PROPUSO EN SU CORAZÓN ENSEÑAR LA PALABRA DE DIOS. Él entendió un principio importante relacionado con la bendición de Dios – la bendición de Dios fluye de un corazón encaminado al ministerio. Esdras añoraba enseñar la Palabra de Dios al pueblo de Dios. Fue ese deseo la clave que la mano de Dios estuviera sobre la vida de Esdras. No fue suficiente que él estudiara y que además pusiera en práctica la Palabra de Dios. El siervo de Dios debe enseñarla. Comunicarles a otros las Escrituras es parte de la responsabilidad del creyente.
Me puedo imaginar lo que usted podría estar pensando a esta coyuntura. Usted estará pensando, No tengo el talento para enseñar. Quizá no seamos tan talentosos en comunicarles la Palabra de Dios a otros, pero se espera de nosotros que pasemos lo que estudiamos de alguna manera. El no tener el don de la enseñanza no nos libra de la responsabilidad de enseñarles a los demás así como tampoco el no tener el don de la hospitalidad nos libra de ser hospitalarios. O no tener el don de dar, no nos libra de dar. O no tener el don de la fe, no nos libra de ejercitar la fe. Me entienden. Enseñar es parte de la Gran Comisión, y es esencial para una vida bendecida por Dios.
No todo líder enseñará públicamente la Palabra de Dios. Quizá usted enseñe a un pequeño grupo o uno a uno. Talvez lo haga en su casa con sus hijos o en la iglesia con los hijos de otros. Cualquiera que sea el contexto donde se enseñe, la mano de Dios está sobre aquellos que desean comunicar su Palabra fielmente. Es la manera principal que usa Dios para liderar a su pueblo.
Enseñar la Palabra de Dios es un compromiso que Dios honrará en su ministerio. Él bendecirá su Palabra. Su ministerio de enseñanza puede usar cualquier número de formas. Como lo manda Deuteronomio 6, usted debe estar enseñando la Palabra en todas las experiencias comunes de la vida. De cualquier forma, en cualquier contexto, nosotros los que lideramos debemos proponer nuestro corazón a la enseñanza de la Palabra de Dios. Haga del ministerio de la enseñanza de la Palabra una prioridad ya sea que usted lidere en una clase o discipule adolescentes; ya sea desde el púlpito o en una sesión de consejería, mantenga en mente que usted tiene que ser una persona del Libro. Proponga su corazón para ser una persona que comunica la Palabra de Dios como parte central en su caminar con Dios.
La Palabra de Dios era el centro del corazón de Esdras, y Dios bendijo ese compromiso. Su mano estaba sobre la vida de Esdras. El líder cuyo corazón esté entregado al ministerio de la enseñanza verá resultados. Resultados que se miden no por tamaño o presupuesto o crecimiento de la iglesia, pero por resultados que se pueden ver en la vida de las personas y en la madurez de los seguidores de Cristo. En el momento que nuestro corazón está correctamente puesto en el estudio diligente de la Palabra, cuando nuestro corazón está puesto en enseñar a otros esa Palabra que cambia vidas, veremos la mano de Dios sobre nosotros, y Dios hará lo que nunca nos imaginaríamos – porque Su mano estará sobre nosotros.
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