La historia cultural. AAVV
37. David Vincent: The Culture of Secrecy: Britain 1832-1998, Oxford, OUP, 1998.
38. Andrew Pettegree: Reformation and the Culture of Persuasion, Cambridge: CUP, 2005
39. Geoffrey Clark: Betting on Lives. The Culture of Life Insurance, 1695-1775, Manchester, Manchester UP, 1999.
40. C. P. Snow: The Two Cultures and the Scientific Revolution, Cambridge, CUP, 1959.
41. Gerd Baumann: Contesting Culture: Discourses in Identity in Multi-Ethnic London, Cambridge, CUP, 1996.
42. Cf. Edward Thompson: «The peculiarities of the English», en Ralph Liliband y John Savile (dirs.): The Socialist Register 2, 1965.
43. N. del T.: en francés en la versión original inglesa.
44. Uno de los casos raros en los que un historiador británico conocido que elogie a Foucault en los años ochenta es el de Peter Brown: The Body and Society, Londres, Faber and Faber, 1988, pp. xvii y 9.
45. N. del T.: en francés en la versión inglesa.
46. Thompson: Customs in Common, cit., pp. 2, 7 y 260. Compárese, por ejemplo, con Malcolm Gaskill: Crimes and Mentalities in early Modern England, Cambridge, CUP, 2000.
47. Linda Colley: Britons: Forging the Nation, 1707-1837, New Haven/Londres, Yale UP, 1992; Brendan Bradshaw y Peter Roberts (dirs.): British Consciousness and Identity: the Making of Britain, 1533-1707, Cambridge, CUP, 1998: Collin Kidd: British Identities Before Nationalism, Cambridge, CUP, 1999; Paul Langford: Englishness Identified: Manners and Characters, 1650-1850, Oxford, OUP, 2000; Peter Mandler: The English National Character, New Haven/Londres, Yale UP, 2006.
LA HISTORIA CULTURAL EN FRANCIA:
«UNA HISTORIA SOCIAL DE LAS REPRESENTACIONES»
Philippe Poirrier
Desde hace algunas décadas la historia cultural se proclama como tal dentro del paisaje historiográfico francés.1 Obras-manifiesto, números temáticos de revistas, síntesis, capítulos específicos en obras-balance, o incluso la creación de plazas con el perfil de «Historia cultural» en las universidades, dan testimonio de una institucionalización y, al mismo tiempo, de una mayor visibilidad.2
Hija emancipada de la historia de las mentalidades, la historia cultural se estructuró en el transcurso de los años ochenta y noventa en el entorno de un paisaje historiográfico marcado por el sello del eclecticismo.3 Su desarrollo, en esencia puramente francés, no excluye la consideración de transferencias procedentes de otras tradiciones historiográficas. Su voluntad manifiesta de aparecer como una forma de historia social constituye una singularidad francesa que la distingue de la Cultural History norteamericana y de los trabajos que remiten al Linguistic Turn y a los Cultural Studies.
Una historia hija de las mentalidades
La denominación de historia cultural se puede apreciar en Francia desde los años setenta, y se presenta esencialmente como una forma particular de salir de la historia de las mentalidades, tal como la concebían Robert Mandrou y Georges Duby. Éstos forjan la historia de las mentalidades basándose en los fundadores de los Annales. Lucien Febvre es la principal referencia, pero no hemos de olvidar al Marc Bloch de los Rois thaumaturges. La Introduction à la France moderne, essai de psychologie historique (1961), de Robert Mandrou, proclama abiertamente esta filiación intelectual. Esta historia de las mentalidades queda profundamente marcada por las características de la historia social en su versión francesa, que durante los años sesenta estuvo encarnada por Fernand Braudel y Ernest Labrousse. La homología investigada entre «niveles de cultura y grupos sociales», reproduciendo el título del coloquio de 1966 organizado en la École Normale Supérieure,4 se considera lograda y se sobreentiende. No es la única característica que vincula la historia de las mentalidades con la historia social a la manera francesa. El itinerario asumido por Michel Vovelle, desde el «sótano al desván», desde la historia social a la historia de las mentalidades, permite medir el alcance de otro hecho esencial. La célebre fórmula de «cuenta, mide y pesa», dogma labroussiano por excelencia, continúa siendo actual para la mayoría de los que en adelante optan por dirigir sus esfuerzos al «sótano».5 A finales de los años setenta se produce el apogeo de esta historia de las mentalidades. En 1978 Philippe Ariès es elegido director de estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, y titula su seminario «Historia de las mentalidades». El mismo año, Jacques Le Goff, Jacques Revel y Roger Chartier recurren a él para que redacte la entrada «La historia de las mentalidades» de la obra enciclopédica La Nouvelle Historie. Sin embargo, el declive está próximo. El tiempo de las dudas y las críticas es ya perceptible. En Faire de l’historie (1974), la aportación de Jacques Le Goff se titula significativamente «Las mentalidades. Una historia ambigua».6
Es, sobre todo, la noción de mentalidad colectiva lo que se cuestiona. Alimenta este debate la acogida en Francia de los trabajos de Carlo Ginzburg (Le fromage et les vers. L’univers d’un meunier au XVIe siècle, 1980) y de Robert Danton (Le grand massacre des chats. Attitudes et croyances dans l’ancienne France, 1985). De igual modo, los vivos debates a lo largo de los años setenta sobre la cuestión de la «cultura popular» (Robert Mandrou versus Michel de Certeau) –y su correlato, la «religión popular»contribuyen a definir una historia cultural que poco a poco se va distanciando con respecto a la historia de las mentalidades.7
Los medievalistas, al menos los del EHESS cercanos a Jacques Le Goff,8 optan por teorizar e institucionalizar la «antropología histórica», noción más amplia, que rechaza la separación temática y se opone a la individualización de la historia cultural. Otros medievalistas, como Hervé Martin, continúan mostrando inclinación por la noción de «mentalidades»: «Mentalidades es un bello término, muy evocador (...), este vocablo ha envejecido, pero ha envejecido bien, como los vinos de las buenas cosechas». El autor considera que la noción de cultura no es sustituible por la de mentalidades. El término cultura remite a la escuela, mientras que el de mentalidades «está separado de ella y remite, antes bien, a las profundidades de la psicología colectiva, a las lentas sedimentaciones intelectuales, afectivas, imaginarias y del comportamiento». Hervé Martin considera que la noción de ideología, siempre que se la «des-marx-ice radicalmente», es la más idónea para responder a su proyecto intelectual, que explica el subtítulo de los volúmenes: «representaciones colectivas desde el siglo xi al xv».9
Del mismo modo, la noción de «lugar de memoria», acuñada por Pierre Nora a finales de los años setenta, se proclama como una ambición historiográfica del mismo alcance que la historia de las mentalidades. La concreción de esta «historia de segundo grado» será una de las grandes tareas emprendidas por la historia cultural francesa de la década siguiente.10 La situación continúa mostrando notables diferencias entre los modernistas y los contemporaneístas. En realidad, la genealogía de la historia cultural no es la de una sola familia. La pluralidad del paisaje historiográfico francés es aquí sorprendente, aunque la concomitancia cronológica es innegable. Existen pasarelas entre «escuelas» y personalidades, y los escritos circulan. Las modalidades de funcionamiento de la comunidad de historiadores, probablemente más flexible que en otro tiempo, hacen que cada historiador, en función de los temas de su investigación, de su período predilecto y de sus afinidades, ponga en marcha trabajos y referencias muy diversos. Por tanto, parece cuando menos excesivo aludir a una historia cultural en singular, completamente identificable en su proyecto intelectual y en su presencia académica. El análisis de los itinerarios de tres investigadores ofrece la posibilidad de delimitar los contornos de esta historia cultural, las modalidades de su surgimiento y la diversidad que la caracteriza dentro del paisaje historiográfico francés.11
Tres trayectorias representativas:
Chartier, Corbin y Sirinelli
Roger Chartier (1945-) es uno de los primeros historiadores franceses que propuso una definición que presentaba claramente la historia cultural.