La historia cultural. AAVV

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posible percibir retrospectivamente el modo de ser en el mundo humano del pasado a través del análisis de la jerarquía de los sentidos y del equilibrio establecido entre ellos en un momento dado de la historia y en el seno de una sociedad determinada? ¿Resulta pensable detectar las funciones de estas jerarquías y, por consiguiente, reconocer las intenciones que presiden esta organización de relaciones entre los sentidos? ¿Es factible someter esta investigación a la diacronía, constatar permanencias, percibir francas rupturas o sutiles derivaciones? ¿Resulta pertinente relacionar las modificaciones, más fácilmente perceptibles, de los sistemas de emociones con las que se producen en la jerarquía y el equilibrio de los sentidos? Responder a estas preguntas supone reconocer la existencia y la validez de una historia de la sensibilidad, puesto que ésta implica detectar la configuración de lo que se siente y de lo que no puede ser sentido dentro de una cultura en un tiempo determinado.17

      Con Le monde retrouvé de Louis-François Pinagot (1998) Alain Corbin va «tras las huellas de un desconocido». Los paradigmas de la historia social tradicional están aquí radicalmente invertidos. El autor se desmarca tanto de la historia social cuantitativa y serial, tal como la encarnaron Fernand Braudel y Ernest Labrousse tras la Segunda Guerra Mundial, como de la «microhistoria» y su ambición de construir una historia «a ras del suelo». Rechazando lo colectivo y las individualidades excepcionales, propone un verdadero desafío metodológico: reconstituir el sistema de representaciones a través del cual el mundo y la sociedad pudieron presentarse ante un «Jean Valjean que nunca hubiera robado pan». El método privilegiado concede un lugar esencial, y asumido, a la posición del historiador.

      Esta historia de las sensibilidades se afirma como una de las modalidades de primera línea de la historia cultural. Más allá de cualquier anacronismo psicológico, la preocupación por desentrañar el secreto de los comportamientos de los individuos que nos han precedido, en la confluencia de las emociones y las representaciones, de lo imaginario y las sensibilidades, anima el conjunto de su obra. Alain Corbin favorece una relación diferente respecto a la huella y el material documental reunidos. La ampliación de la noción de fuente, principalmente en la dirección de las fuentes literarias, se ha asociado con un constante interés en su construcción contextualizada. La preocupación por restituir a las huellas sus lógicas discursivas se intensifica por el trabajo de mediación del historiador, con la escritura o durante sus presentaciones orales, principalmente en seminarios. Esta historia comprensiva, en cierta medida al margen de las prácticas dominantes de la historiografía francesa, está legitimada por un deseo de historia que no se sobrecarga con usos sociales en declive. Alain Corbin, que desea escapar del nominalismo de las clasificaciones historiográficas, sitúa su evolución dentro de una historia cultural en construcción, que él considera múltiple en razón de sus objetos y métodos. Después de haber ejercido la docencia en Limoges (1968-1969) y en Tours (1969-1986), Alain Corbin ocupa desde 1987 una cátedra en la Université de Paris I-Panthéon-Sorbonne. Situado desde entonces en el corazón del dispositivo de formación doctoral, miembro sénior del Institut Universitaire de France de 1992 a 2002, sigue siendo, no obstante, un francotirador, prudente en la proclamación de las rupturas que encarna con respecto a sus iguales. Orienta la labor de numerosos investigadores que, por su parte, desarrollan trabajos sobre las percepciones del espacio, de los paisajes y de las identidades regionales, proponen una relectura política de la historia del siglo xix y conceden prioridad a las sensibilidades y a los imaginarios sociales.18 La gran acogida de los trabajos de Alain Corbin en Francia ha suscitado, sin embargo, ciertos recelos por parte de algunos historiadores que ven en su obra una forma de disolución de la historia social. En el extranjero, principalmente en Japón y Estados Unidos, las obras de Alain Corbin, la mayoría traducidas, encuentran amplio éxito y encarnan un «giro cultural a la francesa» (Dominique Kalifa).19

      Los especialistas en el siglo xx, menos marcados por el modelo labroussiano que los especialistas en el siglo xix, alcanzan a menudo la orilla de la historia cultural a través de la «nueva historia política».20 El itinerario de Jean-François Sirinelli, que nació recién terminada la Segunda Guerra Mundial (1949), es bastante representativo de una generación de historiadores contemporaneístas que decidieron ampliar cronológicamente el conjunto de su investigación, desde el período de entreguerras hasta el «tiempo presente», abandonando las orillas de la historia económica y social con el fin de participar en una rehabilitación de una historia de lo político, pronto fecundada por el ascenso espectacular de la historia cultural. Alumno de René Rémond, Jean-François Sirinelli eligió en 1973 un tema para tesis de Estado dedicado a los khâgneux y normaliens21 en el período de entreguerras. Defendido en 1986, este comprometido trabajo es también un intento deliberado de historia «sociocultural». Proporciona asimismo al autor la ocasión de aplicar instrumentos conceptuales (el relieve dado a las generaciones, el estudio de itinerarios cruzados, la observación de estructuras de sociabilidad) que serán utilizados seguidamente en otros terrenos. Esta tesis, en general acogida como un análisis de historia política, asimilación reforzada por el desarrollo contemporáneo de una historia social de los intelectuales madurada por la sociología de Pierre Bourdieu,22 se mantiene, sin embargo, atenta a la cuestión de la movilidad social y a la inserción de los intelectuales en el seno de la sociedad de la Tercera República.23 Por otra parte, Jean-François Sirinelli no queda atrapado en esta forma de historia de los intelectuales, a la que él en gran medida contribuyó a estructurar en 1986 con la organización de un seminario en el Institut d’Histoire du Temps Présent del CNRS . La atención que se presta a los fenómenos de mediación, de circulación y de recepción se podía ya percibir en este trabajo de doctorado y permitía su aplicación a otros terrenos. Esta propuesta marcaría toda una corriente de la historia cultural en Francia en el transcurso de los años ochenta y noventa, principalmente entre los especialistas del siglo xx.

      A partir de los años noventa Jean-François Sirinelli aboga con firmeza por una fecundación recíproca entre la historia cultural y la historia política.24 La noción de «cultura política», préstamo de la ciencia política, y a la que JeanFrançois Sirinelli junto con otros, como Serge Berstein especialmente, recurren con profusión, permite progresos historiográficos indiscutibles. El autor es también uno de los que intentan un mejor asentamiento de cierta historia cultural, hecha posible a partir de entonces por una coyuntura intelectual que se caracteriza por la rehabilitación del «sujeto pensante y actuante». Esta voluntad pasa por la construcción de una definición operativa. Iniciada dentro del marco de la Histoire des droites en France (1992), esta reflexión, en el seno del seminario que promueve Jean-François Sirinelli desde 1989 junto con Jean-Pierre Rioux,25 dio lugar a una fórmula más escueta:

      La historia cultural, es decir, hacer la historia de la circulación del sentido en el seno de una sociedad, entendiendo por sentido tanto la dirección como la significación. Una de las definiciones posibles de la historia cultural es, efectivamente, que es una doble historia del sentido y queda plenamente justificado llamar la atención sobre los dos aspectos de una misma palabra: la significación se modifica con la circulación, y los fenómenos de representaciones colectivas estudiados no pueden estar disociados de los movimientos cinéticos que les atañen.26

      Sus investigaciones se van centrando cada vez más en el período posterior a 1945. Es uno de los primeros historiadores franceses en trabajar sobre los años sesenta y en reflexionar sobre la historia de la «cultura de masas».27 Esta inversión de esfuerzos del historiador en los años sesenta, en la que le han tornado el relevo hoy sobradamente generaciones de historiadores más jóvenes, permite a Jean-François Sirinelli interrogarse sobre la posibilidad de construir una «historia del tiempo presente» que adopta los métodos de la antropología histórica. La respuesta obtenida es prudentemente reservada. El «pacto antropológico» está fundado, recuerda el autor, en el distanciamiento, geográfico o cronológico. Sin embargo, como indica Jean-François Sirinelli, esto no impide que se trate probablemente de una de las principales claves historiográficas de los próximos años. Añadamos que la relación con las otras ciencias sociales es uno de los desafíos que se le plantean al historiador del tiempo presente. Esta situación, apuntada por los historiadores desde hace dos décadas, es un parámetro tanto más sensible por cuanto que los historiadores abordan períodos, desde los


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