Resolver los conflictos con la comunicación noviolenta. Marshall B.Rosenberg

Resolver los conflictos con la comunicación noviolenta - Marshall B.Rosenberg


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funciona o algo debe ser reparado o rellenado. Esto quiere decir que los sentimientos son como los chivatos del salpicadero, nos dan información sobre el nivel de satisfacción de las necesidades. Por lo tanto, de una forma figurada, eso quiere decir que cuando tengo sentimientos dolorosos sé que tengo una necesidad insatisfecha. Y entonces puedo decidir qué quiero hacer para resolver el problema.

      Me gusta la imagen, porque enseña que los sentimientos -independientemente de que sean sentimientos agradables o desagradables– tienen una función importante en el sistema.

      Con independencia de qué sentimiento se trate –dolor o alegría–, cada sentimiento es un regalo, y su belleza consiste en que es verdadero y te demuestra que estás vivo.

      Creo que la meta en la vida no es ser siempre feliz, sino reír con toda nuestra risa y llorar con todas nuestras lágrimas. Lo que se manifiesta en nosotros es la vida que se expresa y es siempre un regalo conectarse a ella.

       Por lo tanto, ¿podemos reconducir todos los sentimientos a los dos básicos de dolor y alegría?

      Sí. Antes los dividía en sentimientos positivos y negativos. Y después me di cuenta de que estas dos categorías implicaban que hay sentimientos “malos”, en vez de considerarlos parte de la vida. Ahora los llamo

      • sentimientos que aparecen porque hay necesidades satisfechas, y

      • sentimientos que aparecen porque hay necesidades insatisfechas.

      Daniel Goleman se refiere en su libro Inteligencia emocional al importante papel de los sentimientos. Afirma que la función natural del dolores avisarnos cuando el sustento de nuestras necesidades básicas está en peligro. Ningún ser vivo sobreviviría mucho tiempo si no tuviera sentimientos. Por ejemplo, cuando tenemos el sentimiento de malestar que llamamos hambre, nos buscamos algo para comer. Y así, todos los sentimientos tienen una función natural y vital.

       Hay sentimientos que no parecen productivos. ¿Qué ocurre con la ira y el enfado?

       Tomemos un ejemplo cotidiano, uno que todo el mundo conoce: supongamos que vivo con alguien, un amigo, mi pareja, un compañero o con un niño y esta persona tiene la costumbre de ser muy desordenada, deja todo por medio y no limpia nunca. En algún momento el enfado empieza a extenderse en mí de tal manera que ya sólo con verlo me pongo furiosa. ¿Cómo hago en ese momento para comunicarme con el otro sin violencia?

      Yo le animo a que no diga nada hasta que no haya encontrado el origen de su enfado y haya vuelto a conectarse con la vida. Para poder manifestar el enfado sin violencia tenemos que tomar conciencia de que nunca es la otra persona la que nos enfada. El enfado se origina por el pensamiento. Es importante diferenciar entre el desencadenante y la causa del enfado. Así, en este caso, ¿cuál es la causa del enfado?

      Mi necesidad de orden y limpieza, en un espacio donde me quiero sentir en mi casa, se ve desatendida. Y quiero que mi necesidad se respete.

      No son las necesidades las que hacen que nos enfademos. Tampoco es el comportamiento de la otra persona, esto puede ser el desencadenante, pero no la causa. La causa de nuestro enfado es lo que pensamos. Así pues, ¿qué has pensado de esa persona?

      Que debería limpiar más y ser más ordenada.

      Ajá, eso es lo que pensabas. Cuando el enfado arraiga en nuestro corazón es porque tenemos un “debería” en nuestra cabeza. Es una de las palabras más peligrosas inventadas por el hombre. Así, en primer lugar, lo mejor es sacar de la cabeza el “debería” y transformarlo en una necesidad. Cuando nos conectamos con nuestras necesidades ya no estamos enfadados y furiosos. Es posible que entonces nos sintamos frustrados o tristes, pero ya no furiosos. Sólo estamos furiosos cuando nos alienamos de la vida.

      Por lo tanto, cuando has conseguido llegar desde el “debería” a la necesidad, entonces podrías decir: “estoy frustrada porque mi necesidad de respeto está insatisfecha cuando la casa está desordenada”.

       Y la petición concreta sería: “cuando uses la cocina, ¿podrías dejarla limpia, por favor”?

      Eso es un deseo, no una petición. Una petición concreta se centra en el momento presente, en aquello que quiero ahora. Y lo que usted ha dicho se orienta hacia el futuro. Pero, ¿qué es lo que quiere de esa persona ahora? Creo que sería bueno pedirle un reflejo de lo que le hemos expresado. Para asegurarnos de que él ha comprendido bien lo que quiere. ¿Quieres que piense que es la criatura más detestable que jamás ha pisado la Tierra? Cuando no se pide un reflejo claro es posible que reciba el mensaje de esta manera.

      “Por favor, dime si estás dispuesto a limpiar la cocina después de haberla usado”. Sí, eso suena a una petición concreta. “Por favor, dime” es algo que podemos pedirle a alguien es ese momento.

      Si yo estuviera en su situación probablemente tendría otra petición: “¿puedes decirme qué me has escuchado decir?” Porque no es infrecuente que la otra persona no escuche lo que tú dices. La persona escucha un “tienes que” aunque tú no lo hayas dicho. Y entonces podrías preguntar: “¿cómo puedo expresarte mis necesidades sin que oigas un reproche?” Y la otra persona dirá: “¿cómo?” En un principio es difícil de entender, porque detrás de todo ello hay una actitud radicalmente diferente. La mayoría de las personas no saben hacer esta distinción, ya que sólo han escuchado críticas y exigencias. Si quieres seguir viviendo con esa persona, ayúdala a ver la diferencia. Porque si no, cada vez que expreses una necesidad habrá tensiones sin fin.

      Reconozco que vale la pena tratar las diferencias de opinión sobre temas como el orden y la limpieza con alguien que me importa. Pero hay puntos de vista sobre los que no quiero discutir porque me parecen inaceptables. Por ejemplo, comportamientos y opiniones discriminatorias. Hace poco escuché decir a un hombre: “una mujer decente debería quedarse en casa, cocinando y cuidando de su marido e hijos”. Creo que es radicalmente incorrecto y que si alguien opina así está equivocado, ¿no cree? Y hay personas que a partir de un pensamiento peyorativo son violentas hacia los demás.

      Pienso que podríamos eliminar de nuestro vocabulario las siguientes palabras: correcto, incorrecto, bueno, malo, normal, anormal, competente, incompetente. Esto es lenguaje estático. El psicólogo O.J.Harvey ha investigado la relación entre lenguaje y violencia. Ha viajado por todo el mundo y ha investigado el lenguaje de diferentes culturas y la frecuencia con la que aparece el lenguaje estático en la literatura de esas culturas, es decir, palabras que fijan y enjuician. Y después ha comparado los índices de violencia, suicidios, violencia doméstica, violencia contra niños y mujeres en esa cultura. La correlación entre lenguaje estático y violencia es muy alta.

      Por el contrario, la Comunicación NoViolenta es un lenguaje de procesos. Esto quiere decir que nos hacemos conscientes de que nos encontramos en un proceso de cambio constante y por eso tiene mucho más sentido hablar de lo que en este o en un determinado momento está vivo. Esto significa que todos los juicios que hacemos sobre nosotros mismos y los demás son valoraciones que forman parte de un proceso. Podemos expresarnos de dos maneras diferentes. En la Comunicación NoViolenta yo diría: ¿estás de mal humor? pero si digo: “eres una persona malhumorada, esto es lenguaje estático. Al usar el lenguaje estático hacemos de las personas cosas sin vida y cuando educamos a las personas con el pensamiento de que hay cosas correctas e incorrectas, normales y anormales, parte inherente a ese pensamiento es que existe una autoridad que sabe lo que es correcto o incorrecto. Para que funcionen esas estructuras hay que formar el cerebro de las personas desde muy temprana edad.

      El teólogo Walter Wink (2) habla, en relación a este tema, de estructuras dominantes. En los últimos doscientos años la humanidad ha sufrido una pequeña evolución y ha implementado estructuras sociales que consideramos más modernas que la monarquía, en la que una única persona reina sobre muchas otras. ¿Hace cuántas generaciones que no viven usted y su familia bajo el dominio de un rey?

      Desde hace sólo dos generaciones.

      Mi abuelo también vivía bajo el dominio de un rey, que se llamaba Zar, por lo que nosotros tampoco estamos tan alejados del principio


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