Resolver los conflictos con la comunicación noviolenta. Marshall B.Rosenberg
las autoridades americanas no le pararon en la frontera y le dijeron:
-“No, usted no puede entrar en este país si habla y piensa como si estuviera bajo la autoridad del Zar. Para dejarle entrar tenemos que reeducarle.”
Yo me he criado con el lenguaje del Zar, un lenguaje que juzga: correcto, incorrecto, bueno, malo. Un lenguaje basado en verdades absolutas que sirve para programar a las personas de manera que sean sumisas y serviles frente a la autoridad. La forma en que las personas han aprendido a pensar tiene mucha relación con el lenguaje que utilizan. Si las personas crecen en una cultura de dominancia, la violencia se instala en ellas y a su vez se refuerza la visión que esa cultura tiene del mundo: se puede observar lo violentas e incluso peligrosas que pueden llegar a ser las personas si no son educadas y controladas por autoridades como los padres, profesores o reyes.
Pero ¿qué ocurre con personas que son realmente violentas? Permítame que nos ocupemos de esas personas que discriminan a las mujeres. Todavía no lo tengo claro.
Es importante reconocer que la rabia contra ese hombre no tiene nada que ver con él como persona. Es tu propio pensamiento el que origina tu rabia y ese pensamiento está estrechamente ligado al pensamiento de la persona que discrimina a las mujeres. Porque cuando consigue desestabilizarte, entonces tú y él sois partes del mismo juego.
Esto quiere decir que cuando ese hombre dice: “una mujer decente debería …”, le será difícil no sentir violencia en la medida en que usted también piense que existe algo parecido a “mujeres decentes”. Cuando usted está furiosa con ese hombre, está pensando igual que él, está atrapada en el mismo modelo mental. Es bueno tomar conciencia de esto, pero no se juzgue por ello, sólo tome conciencia.
La rabia y el enfado aparecen en el momento en que empiezo a tener este pensamiento alienado de la vida y entonces ya no tienen que ver con la otra persona, sino con el juicio que he hecho respecto a esa persona, cómo es esa persona o qué es esa persona. Le hago objeto de lo que le he atribuido. Y entonces estoy furioso, porque pienso que ese tipo es un “cerdo sexista”. Es el mismo pensamiento del que parte que una “mujer decente” tenga que ser de esta o de aquella manera.
Me resulta de gran ayuda tener claro que cada vez que buscamos defectos en otra persona en realidad hay una necesidad insatisfecha en nosotros mismos. Es decir, que cuando siento enfado en mí y empiezo a hacer juicios sobre otra persona, eso es un buen síntoma que me ayuda a identificar mis necesidades.
He comprendido que mi necesidad es ser tratada con respeto. Hasta aquí bien. Pero me pregunto si no me estoy saltando algún paso y estoy ocultando mi rabia cuando voy directa a mis necesidades.
No se trata de ocultar la rabia. Se trata más bien de profundizar mucho más en la rabia y llegar hasta sus raíces. Allí encontramos siempre necesidades insatisfechas. Y en cuanto me he conectado con mis necesidades dejo de sentir rabia. Sólo puedo estar furioso si me alieno de la vida. Y entonces mi primer impulso es hacer daño al otro, castigarle.
Cuando estoy furioso, estoy en mi cabeza y juego a ser Dios; estoy en lo alto de una montaña y administro justicia sobre otra persona: “amigo mío, tú te vas al infierno”. Incluso cuando se gana el juego y se puede convencer al otro de que es culpable y merece ser castigado, incluso entonces perdemos. Porque el juego continúa y entonces el otro también empieza a jugar a ser Dios y entramos a disputar sobre quién de los dos es peor.
Y cuando yo mismo me considero culpable, me avergüenzo o estoy deprimido, estoy interpretando ambos papeles a la vez: soy Dios y el pecador. Primero dicto sentencia contra mí mismo y después me voy al infierno. Me gustan estos sentimientos: rabia, culpa, vergüenza y depresión; me despiertan y me dicen que no estoy conectado con la vida, sino que me estoy entreteniendo con este juego que no es nada divertido.
¿Hasta qué punto tienen relación los sentimientos de rabia, culpa y vergüenza con la depresión?
Son formas de violencia orientadas hacia el interior. Cuando uno se siente culpable o deprimido y dedica un momento a examinar los pensamientos que tiene, descubre que tiene una manada de chacales salvajes en la cabeza que continuamente están hablando de lo que está mal en uno mismo. Cuando uno está furioso, los chacales se orientan hacia fuera y se ocupan de otra persona.
La mayoría de nosotros somos bastante flexibles con esto. A veces culpabilizamos al otro y a veces nos culpabilizamos a nosotros mismos. O actuamos siempre de forma alterna: primero estoy furioso con alguien; entonces pienso: “oh, Dios mío, no debería pensar así” y me siento mal; pero entonces me digo: “pero qué idiota es este Rosenberg, que me quiere convencer de esta tontería”. Entonces vuelvo a estar furioso.
Por eso, ¿no sería importante para estas personas que dirigen su rabia hacia dentro y a las que resulta tan difícil conectar con ella, comenzar a permitirse estar furiosas?
Si una persona ha estado reprimiendo su rabia toda la vida y está convencida de que hay que ser siempre amable y descubre que liberador es dejar salir esa rabia y se siente bien así, no seré yo quien le diga que haga lo contrario. Pero estoy convencido de que se sentiría mucho mejor si aprendiera a expresar las necesidades que hay debajo de su rabia.
Durante un tiempo he experimentado con el tema de la ira. Me inspiré en mi colega Elisabeth Kübler-Ross, una doctora suiza muy creativa. Se hizo famosa por su trabajo con enfermos terminales, pero también ha desarrollado talleres con el tema de la rabia donde los participantes pueden chillar, gritar y golpear objetos con tubos de plástico para poder sacar así su ira. Lo encontré inspirador y tuve la impresión de que muchas personas se beneficiaban con esa práctica, por lo que animé a los participantes de mis talleres a sacar la ira, incluso en forma de chacal. Lo hice durante dos o tres años. Entonces una amiga, en cuya opinión siempre he confiado mucho, me dijo: “Marshall, por un lado está bien poder experimentar a fondo la rabia, pero por otro lado, cuando te has metido tanto en tu rabia, te queda un sentimiento de fragilidad, y tengo la impresión de que se fortalece el pensamiento que alimenta la rabia”.
Así que empecé a pensar cómo podríamos expresar realmente la rabia en toda su amplitud. Y por otro lado creo que es muy importante aceptar mi rabia y ser consciente de que estoy furioso, dándome cuenta a la vez de que no es otra persona la que me pone furioso, sino que es mi propio pensamiento quien lo hace.
Si aprendemos a detectar las necesidades que hay detrás de la rabia, seguimos experimentando sentimientos muy fuertes, pero ninguna rabia. Nos tropezamos entonces con sentimientos cuya función original es nuestra supervivencia y que facilitan que se satisfagan nuestras necesidades. Y entonces es posible que grite. Pero no le grito insultos a nadie, sino que grito lo que necesito y cómo me siento. Entonces tengo sentimientos como la tristeza, desesperación, impotencia, dolor o miedo. Son dolorosos, pero no destructivos. Para algunas personas estos sentimientos son dolorosos, pero un dolor que nutre, que se siente vivo en el corazón.
Es una distinción que ayuda: la ira es una energía –bastante ofensiva– dirigida hacia los demás, juzgándoles, y usted la diferencia de la expresión del propio dolor. Creo que, si de repente estoy furiosa, esto me está diciendo algo sobre el estado de mis necesidades. ¿Me he ocupado adecuadamente de mí misma o no?
Sí, y a mí me ha ayudado mucho recordarme una y otra vez que cuando alguien me enfada, me ayuda a entender algo sobre mí mismo. Y para eso resulta muy útil la rabia. Siempre le digo a la gente: disfruta de la rabia, obsérvala bien –yo la llamo el teatro de chacales– escucha lo que tus chacales internos te están diciendo y eso te ayudará a tranquilizarte y hacer una pausa y a descubrir con toda calma lo que se esconde detrás de la rabia. Es importante, porque todo va muy rápido y muchas veces no somos conscientes de ello. Por eso es tan interesante el teatro de chacales: es la puerta por la que accedemos a nuestras necesidades.
Me gustaría hacerle una pregunta personal: ¿usted se enfada alguna vez?
La verdad es que cada vez menos. Antes era una persona tremendamente iracunda.
Hace poco me encontré por casualidad con dos amigos del colegio, estaban participando en uno de mis talleres. Y en el descanso