Historias del hecho religioso en Colombia. Jorge Enrique Salcedo Martínez S J
con el periodo que se estudia; al parecer un error de los autores. Rvdo P. Germán María del Perpetuo Socorro, Luis Martínez Delgado, Historia del monasterio de Carmelitas Descalzas de San José de Bogotá y noticias breves de las hijas del Carmelo de Bogotá (Bogotá: Cromos, 1947), 170.
74 La abadesa del convento de la Concepción de Pasto, 1590. (AGI) QUITO, 83, N. 28, 6v.
75 Brizuela, “Para reparo de tanta doncella”, 4.
76 Informaciones: Convento de Santa Clara de Tunja, 1628. (AGI) SANTA FE, 134, N. 3, 7r.
77 Brizuela, “Para reparo de tanta doncella”, 17-18.
78 Cabildos seculares: Audiencia de Santa Fe. 1593. (AGI) SANTA FE, 62, N. 63, 4r.
79 Cabildos seculares.
80 José Maldonado, 1617. (AGI) CONTRATACION, 5356, N. 7, 1r; Flórez, 170.
81 Mantilla, Las concepcionistas, 61.
Carolina Abadía Quintero
INTRODUCCIÓN
El 14 de abril de 1610, Juan Montaño, deán del cabildo catedral de Popayán, dio al rey y a la Audiencia de Quito un reporte alarmante de dos sucesos que habían agitado la ciudad en los últimos años: por un lado, el extraño comportamiento del nuevo obispo, Juan González de Mendoza2, quien era tildado por indios, negros esclavizados y mulatos, de “brujo” o “hechicero”, pues con dos varillas que tenía podía determinar quién era más santo entre todos los santos o quién mentía más entre los presentes en una sala; por otro lado, denunciaba la indebida entrada nocturna de dos frailes de la orden de Santo Domingo en el convento de monjas agustinas de Nuestra Señora de la Encarnación3. Ambos sospechosos pasaron la noche entre treinta religiosas y al día siguiente se escondieron en el convento al saberse descubiertos por Montaño, quien, junto con algunos clérigos y uno de los alcaldes ordinarios de la ciudad, registró el dicho claustro sin encontrarlos. Furtivamente creyeron los frailes escapar de sus perseguidores al saltar la cerca del recinto en donde se escondían, siendo pillados por los hombres que había apostado el deán en las afueras del convento4.
De este acontecimiento se desprendió un periodo de escándalo, crisis y conflicto entre las autoridades eclesiásticas, los civiles y los vecinos de la ciudad de Popayán; un momento de tensión que tuvo como excusa el quebrantamiento de la clausura conventual y como protagonistas a las 33 monjas que vivían en el Convento de la Encarnación y quienes por cinco años fueron juzgadas y castigadas en múltiples ocasiones, por distintos jueces, terminando desterradas en otros conventos de Pasto y Quito.
Se podría pensar que en una época marcada por la extrema religiosidad y el control sobre las creencias religiosas, los casos de sacrilegio y amores prohibidos, muchos de estos de índole religiosa, en conventos femeninos no debieron ser abundantes. No obstante, lo que revela la vida cotidiana de los claustros, tanto femeninos como masculinos, es un extraordinario universo de prácticas amorosas, de contravenciones sexuales, de deseos ocultos y reprimidos, como bien lo revelan Asunción Lavrin para el caso de la Nueva España5 y Fernanda Molina para el de Perú6. La explicación de estas transgresiones la encontraba la Iglesia católica en la inevitable relación que desde la Edad Media se había construido en torno a la mujer y el demonio, el cual siempre la iba a atraer hacia el inevitable camino de la lujuria y, en general, del pecado; la única opción de la mujer para evitar su condición de pecadora era seguir la ruta de la castidad y el matrimonio con Jesucristo.
Si bien acerca del Nuevo Reino de Granada hay varios trabajos que abordan el universo de la espiritualidad y la vida religiosa femenina en los claustros7, estos se dedican más al gobierno interno y a la cotidianidad de estos espacios dominados por mujeres, así como a su significación como espacios de relativa liberación femenina. A partir del caso de las monjas agustinas de la Encarnación de Popayán, en este trabajo consideramos el convento como escenario de tensión en el que se representan los conflictos de una sociedad en gestación y las posibilidades de resistencia de un grupo de mujeres dedicadas a la vida religiosa, que vivieron en una época en que era frecuente que ellas se debatieran entre la norma y la práctica8. Como lo menciona Álvarez Díaz, el convento debe entenderse como un espacio contradictorio, en la medida en que fue un escenario de realización o de represión para las mujeres que lo habitaron9, mujeres que, como lo afirma Lavrin, representaron un rol protagónico en el afianzamiento del cristianismo en las Indias10.
La metáfora que mejor representa el claustro como epicentro de violencias se encuentra en la explicación dada por el deán Montaño respecto a los sucesos desatados en el Convento de la Encarnación de Popayán, cuando sentencia que al convento “entró el demonio con sus lazos”11. Sobre este acontecimiento Peter Marzahl12 hace mención, y referencia de manera muy general, sintética, y con algunas inexactitudes, a las sentencias contra las monjas y civiles culpados, pues si el escándalo inició con la acusación contra los tres frailes dominicos, luego se denunció la entrada de civiles; por su parte, María Alexandra Méndez Valencia, continuando con la versión de Marzahl, achaca a la reforma protestante la relajación de costumbres que se experimentó en el convento, destacando la actuación del obispo fray Juan González de Mendoza como juez de las monjas13; y María Isabel Viforcos Marinas expone, también brevemente, los hechos sacrílegos, sin brindar explicaciones más amplias al respecto14. Ninguna mención les dedican estos autores a las monjas implicadas ni a la continua resistencia que ejercieron para defenderse, ante el rey y la sociedad payanesa, de sus acusadores. ¿Cómo reacciona la sociedad ante un suceso de esta magnitud? ¿Es posible rescatar la voz de las mujeres protagonistas en un contexto en el que generalmente se les tilda de invisibilizadas?
Este texto tiene como objetivos estudiar los sucesos y protagonistas del sacrilegio del Convento de Nuestra Señora de la Encarnación de Popayán para comprender qué presuponía para la época el rompimiento de la clausura conventual en una sociedad local; analizar el papel del rumor, la devoción amorosa y la desobediencia eclesiástica en un claustro; y evidenciar las tensiones y enfrentamientos entre las monjas agustinas culpadas y las autoridades eclesiásticas payanesas, con el fin de comprender los procesos de juzgamiento de sacrilegios en conventos femeninos durante el periodo colonial. Además del expediente que contiene el caso de sacrilegio, fue posible revisar correspondencia variada, reales cédulas, provisiones y documentos de los gobernadores de Popayán que exponen la preocupación de las autoridades por el escándalo generado; y memoriales e interrogatorios que muestran, aparte del complejo mundo jurisdiccional eclesiástico colonial, las presiones y castigos a los que fueron sometidas las monjas. En términos generales, salvo las correspondencias, que están escritas en un tono más personal, buena parte de estos documentos son judiciales, por lo que la enunciación intenta dar cuenta de la inocencia o culpabilidad de los implicados; toda esta documentación proviene del Archivo General de Indias, del Archivo Histórico de Quito y del Archivo Nacional del Ecuador.
DEVOCIÓN Y SACRILEGIO EN POPAYÁN
La primera mención escrita que se hizo de este proceso se encuentra en una de las actas de reunión del cabildo catedral de Popayán, con fecha del 11 de mayo de 1609, que iba acompañada de una carta del deán Montaño en la que hizo referencia a los continuos rumores que desde el año anterior (1608) se habían extendido por la ciudad debido a las entradas continuas al convento, y a horas indecentes, de algunos frailes dominicos, cuyo convento colindaba en una esquina con el de las monjas agustinas. A pesar de las reconvenciones del deán y sus capitulares, las monjas habían decidido no obedecer, pues los frailes dominicos les habían explicado que no eran monjas profesas, sino mujeres recogidas y no sujetas a religión, y que solo el provincial de su orden podía juzgarlas