Isis modernista. José Ricardo Chaves

Isis modernista - José Ricardo Chaves


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y breve presentación. El objetivo es que el lector tenga oportunidad de apreciar el texto, y quizá disfrutarlo, en su totalidad literaria y no solo en su aspecto pragmático de transmisión temática. Se ha realizado una actualización ortográfica, respetando sin embargo los modismos de estilo de cada quien; por ejemplo en algunos casos el uso de iniciales para referirse a personajes e instituciones, previa aclaración de mi parte la primera vez que aparecen (v.g: HPB para Helena Petrovna Blavatsky, K para Krishnamurti, ST para Sociedad Teosófica). Se ha respetado también el tipo de puntuación, así como mayúsculas que hoy ya no se utilizan. Algunas palabras nuevas muestran variaciones según el autor pues, dado su incipiente ingreso en la lengua española, todavía no se había generado criterio común (v.g.: Buda, Budha, Buddha; Thibet, Tíbet). Términos procedentes de lenguas asiáticas se han dejado con sus grafías originales, con sus variaciones y errores (v.g.:“kamaloka”, “camaloka”). El criterio fue respetar lo más posible el texto original, pese a sus inexactitudes dados los criterios actuales. Las citas de libros y publicaciones en inglés y francés (cuyos títulos aparecen en estas lenguas en la bibliografía) han sido traducidas por mí para facilitar su acceso a los lectores.

      Los escritores pertenecen sobre todo a cuatro países del orbe panhispánico sobre los que pongo énfasis, por su representatividad geográfica y mi conocimiento personal: España (la lengua raíz), en Europa, y, de América: México (el norte), Costa Rica (el centro) y Argentina (el sur), países en los que el fenómeno esotérico fue notable. Como complemento, se ha reforzado la antología con autores de cinco naciones (Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Cuba y Perú). Los seleccionados son escritores reconocidos por su talento literario, representativos del canon de época de su país y/o de la región hispanohablante, aunque también en esto hay excepciones, pues se incluyeron tres autores anómalos: un cronista teósofo, un presidente espiritista y un ocultista alemán, esto para el caso de México, quienes, aunque no posean los talentos de la musa, brindan información esotérica local que vale la pena recuperar.

      La primera parte, “Contextos (historia y testimonios)”, busca presentar al lector escritos que le permitan ubicar las nuevas tendencias esotéricas y religiosas de las dos últimas décadas del XIX, con una creciente secularización, como ya lo anunciaba el escritor guatemalteco avecindado en Francia Enrique Gómez Carrillo (1873-1927) en “Las religiones de París”, donde comentaba la diversidad religiosa de la capital francesa, algo que, dado el especial lugar de París en el imaginario literario y artístico de la época, tendería luego a reflejarse también en la zona hispanoamericana, debido a la francofilia modernista imperante, aparte de la movilidad internacional del esoterismo. Por eso se presenta también y de entrada el texto de otro latinoamericano viviendo en París, “Siempre el Misterio”, de Rubén Darío, maravillado por las “manifestaciones extraordinarias” que ahí encuentra, por su amistad con el famoso mago Papus, así como por la fama creciente de una médium costarricense, Ofelia Corrales, cuyas supuestas dotes psíquicas serían conocidas por fotos y escritos en Costa Rica, México, España y Francia a fines de la primera década del XX. En la crónica no se da el nombre de esa “señorita de la mejor sociedad que se ha revelado médium extraordinaria”, quizá por proteger a la joven damita que hablaba con fantasmas, a la que compara con Eusapia Paladino, la más famosa médium europea de entonces, pero para muchos lectores de época no resultaba difícil saber de quién se trataba, dada la celebridad que por su tiempo alcanzó Corrales.

      Inmediatamente después de los textos sobre el caso parisino de Darío y Gómez Carrillo, vienen dos crónicas sobre España (la Madre Patria de la mayoría latinoamericana y fuente de irradiación permanente) por mano de Emilio Carrere (1881-1947), uno de sus escritores activos de entonces, hoy poco recordado, aunque bastante conocido en su tiempo, vinculado con el medio esotérico de forma tangencial, muy amigo del teósofo Mario Roso de Luna (1872-1931), quien incluso aparece como personaje en algunos de sus cuentos (“La conversión de Florestán”) y crónicas (“Roso de Luna el inquietante”, de su libro Almas, brujas y espectros grotescos. Interrogaciones al misterio), a quien también habrá oportunidad de leer más adelante en esta selección.

      Tras haber visto los casos europeos (París y Madrid), vienen después cuatro autores para nuestro primer caso americano, México. Uno de ellos es Amado Nervo (1870-1919), quien en estas crónicas seleccionadas muestra algo del acontecer espiritista en el país, así como la búsqueda de otras opciones religiosas en un ambiente cada vez más secularizado; están también dos escritos pioneros del narrador Pedro Castera (1846-1906), muy involucrado por un tiempo en el ambiente espírita, incluido su papel de médium escribiente; hay un texto autobiográfico del alemán-mexicano Arnold Krumm-Heller (1876-1949), un ocultista que sirvió como puente entre el esoterismo del primer mundo y el que comenzaba a conformarse institucionalmente en América Latina. Krumm-Heller tuvo un impacto no solo en México sino también en otros países latinoamericanos, como Chile, Perú, Brasil y Venezuela, y de su linaje provendrá uno de los primeros esoterismos latinoamericanos exitosos, ya en la segunda mitad del siglo pasado: el movimiento neognóstico de Samael Aun Weor (1917-1977). El texto de Krumm-Heller es una introducción al libro Conferencias esotéricas (1909), que reúne una serie de pláticas que dio en la Sociedad Teosófica de México. En dicha introducción, describe su involucramiento en el medio esotérico de la época, no solo en Europa sino también en México. En su caso tenemos el testimonio de un activo participante en este ambiente, quien alcanzó gran renombre internacional, con lo que resulta muy revelador de las conexiones entre lo nacional latinoamericano y lo europeo. Se presenta finalmente para México en esta primera parte un extracto del testimonio del teósofo mexicano Joaquín Valadez Zamudio, quien en su libro La historia de la Sociedad Teosófica en México hace una crónica de las actividades de dicha organización en el país, hasta los años ochenta del siglo pasado. El suyo es un recuento testimonial, para nada historiográfico o literario, que sin embargo permite identificar parte de la actividad teosófica por boca de uno de sus participantes. Vale la pena leerlo.

      Los últimos dos textos de la primera parte ejemplifican, tras haber visto el norte, los otros dos casos americanos de este libro: Costa Rica y Argentina, el centro y el sur. Uno es del poeta costarricense Rogelio Sotela (1894-1943), cuyo escrito nos permite darnos cuenta del papel renovador que en las primeras décadas del siglo jugó la Sociedad Teosófica en la cultura local, reconocido en este caso por uno de los artistas emblemáticos de la época, algo que, si bien ahí queda ejemplificado para el caso de Costa Rica, también ocurría en otros países centroamericanos, como El Salvador y Guatemala. Esto bien lo ha mostrado el trabajo de investigación de Marta Elena Casaús (2002) y, para la propia Costa Rica, desde una perspectiva más histórica que sociológica, los trabajos de Ricardo Martínez Esquivel (2010, 2013), Esteban Rodriguez Dobles (2010-2011, 2018), Chester Urbina Gaytán (2000, 2015) e Iván Molina Jiménez (2011). El último texto de esta sección es del escritor argentino Arturo Capdevila (1889-1967), quien, en este capítulo seleccionado de su biografía sobre Lugones, retrata parte del ambiente teosófico de Buenos Aires y de su atractivo orientalista para alguna gente. Es un buen complemento del texto de Roberto Arlt, “Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires” (también incluido aquí en la siguiente sección), pues, si bien no está exento de ironía, no cae en la parodia descalificadora de Arlt. Sirve para equilibrar el paisaje crítico y darse cuenta de que, lo que para unos es ambrosía, para otros es veneno.

      La segunda parte del libro se titula “Doctrina y polémicas”, y deja un poco de lado lo histórico para revisar más bien las ideas, lo conceptual del esoterismo según sus actores, el debate externo (por ejemplo entre espiritistas y positivistas en México) y el interno (entre teósofos y espiritistas, que se dio iniciando el nuevo siglo). Presenta tanto textos afines a las doctrinas ocultas como uno completamente antagónico (el de Arlt).

      Los dos escritos españoles cubren tanto la ortodoxia literaria de Juan Valera (1824-1905) como la heterodoxia teosófica de Mario Roso de Luna (1872-1931), sin duda el escritor de filiación ocultista más sobresaliente del mundo hispanohablante. Esto es, lo oficial y lo marginal de la institución literaria. Así como Juan Valera combinó sus oficios literarios con los diplomáticos, de parecida forma Roso de Luna lo hizo con los astronómicos, incluso descubrió un cometa que lleva su nombre. De Valera se ha retomado su artículo “Teosofía” que escribió para el Diccionario Enciclopédico Hispanoamericano, donde hace


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