Una historia del movimiento negro estadounidense en la era post derechos civiles (1968-1988). Valeria L. Carbone
históricas específicas, y consecuentemente sujeto a cambios y transformaciones; y que el racismo adoptó formas institucionales particulares (esclavitud, el sistema de Jim Crow), nos encontramos con que el movimiento negro por los derechos civiles (al igual que la revolución de independencia y la guerra civil) atentó contra un arraigado sistema de creencias y prácticas en cuyo mantenimiento el gobierno se encontraba profundamente implicado. Una vez más, el racismo estadounidense sufrió transformaciones en sus prácticas institucionales, se reconfiguró y adoptó formas que permitieron su pervivencia. Desde el establishment, el objetivo principal pasó a ser el de “institucionalizar” al movimiento, integrarlo al sistema, canalizar las energías e insatisfacción de los que protestaban en las calles hacia formas de comportamiento político más “legítimas” y menos perturbadoras, esfuerzo que se tradujo en ofrecer incentivos a los líderes. En otras palabras, cooptarlos.164
En esta instancia, uno de los interrogantes que nos planteamos es: ¿qué desafíos implicó el movimiento afro-estadounidense y sus conquistas para el racismo institucional y el statu quo racial norteamericano? Considerando que implicó un cambio revolucionario para la destrucción legal del sistema de Jim Crow y sacudió los fundamentos ideológicos que históricamente lo habían sustentado, creemos que estas victorias legislativas y la progresiva cooptación de algunos sectores del movimiento165 no significaron el fin de la lucha y la militancia, en tanto no implicaron el fin del racismo, de la ideología racial y de sus formas institucionales más arraigadas.
Si bien el fin legal de la segregación y las políticas de integración racial permitieron mayores oportunidades para los afro-estadounidenses en el ámbito político, social y económico, el movimiento negro no puso fin al racismo institucional característico del estado y la sociedad estadounidense. Lejos de ello. Lo que permitió fue, por un lado, comenzar a reconfigurar algunas de sus más arraigadas prácticas a nivel estructural y superestructural. Por otro, y dado que el movimiento no luchó contra el racismo en sí mismo sino para modificar las prácticas institucionales que mantenían el sistema de opresión del que los afro-estadounidenses eran objeto, la ideología racial encontró espacios y formas que le permitieron readaptarse a los cambios históricos, en un intento de preservar el statu quo racial. Siguiendo a Marable, la integración dentro de la estructura económica del capitalismo creó símbolos de progreso racial e interacción cultural sin transferir poder a los afro-estadounidenses como grupo racial o dar lugar a la de-construcción de manifestaciones racistas ideológicas y discursivas. El sistema de Jim Crow ya no existía, pero en su lugar apareció un sistema formidable de dominación racial, arraigado en la economía política y empleando un lenguaje de justicia e igualdad, al tiempo que se erosionaban los logros alcanzados por los negros.166
Consecuentemente, en la etapa que se despliega a continuación, las tácticas y estrategias de lucha y la retórica contra ese sistema también debieron reconfigurarse. La línea a seguir podemos encontrarla en las palabras que el militante y líder Henry Austan pronunció en 1967, en el marco del movimiento por la integración y la igualdad educativa en Boston:
El movimiento por los derechos civiles ya no puede responder las preguntas que enfrentan los negros en este país... la lucha por los derechos civiles fue originalmente una protesta de la burguesía negra contra la estructura de poder, nunca fue planteada a la estructura de poder por parte de las bases, de los negros de los guetos, los que están atrapados, los que realmente tienen un problema… los habitantes de los guetos, que ahora dicen denme algo de comer, un lugar donde quedarme, un trabajo… esas son las cosas que los Estados Unidos son incapaces de ofrecer en este momento.167
Dado que es justamente la pervivencia del racismo institucional lo que permitió la (re)producción de la ideología racial y la relación dialéctica entre racismo, raza y clase, a continuación, analizaremos las formas que adoptaron después de 1968 para dilucidar cómo el movimiento negro respondió a esa reconfiguración a partir de distintas formas de organización social y resistencia de base. Examinaremos los elementos de continuidad y ruptura con el devenir que el movimiento experimentó entre 1954 y 1965, centrándonos en las luchas y objetivos definidos por los nuevos (y no tan nuevos) movimientos de base que prevalecieron entre 1968 y 1988. Nos enfocaremos tanto en las particularidades y especificidades de movimientos que tuvieron lugar en distintos puntos del país cuyas complejidades temporales, geográficas, demográficas e ideológicas los convirtieron en procesos destacables; como en sus interconexiones, similitudes y diferencias en cuanto a objetivos, tácticas, estrategias e ideología. A partir de ello, veremos el desarrollo de un proceso de movilización y resistencia permanente de la comunidad negra estadounidense a nivel nacional, que se desarrolló a nivel local y regional, en grandes y pequeñas ciudades, y que fue más vasto, complejo y extenso que lo que la historiografía ha evidenciado. Así, intentaremos mostrar la simbiosis que existió entre los movimientos locales y el proceso de movilización a nivel nacional, y cómo los mismos estuvieron atravesados por la interconexión de las determinantes nociones de racismo, raza y clase.
Es a partir de 1968 cuando la interrelación entre estas nociones se evidencia y revela de formas mucho más complejas que en períodos anteriores. Teniendo en cuenta que “una ideología debe crearse y verificarse constantemente en la vida social; de lo contrario muere, aunque parezca estar encarnada en un formato que pueda transmitirse de arriba hacia abajo”168, es a fines de la década de 1960 que el racismo, la ideología racial y la raza aparecen como elementos que determinan y transforman tanto solidaridades raciales como de clase. La raza no es sólo una categoría impuesta a un determinado grupo, sino una categoría de (auto)identificación y “lugar de resistencia”. Y es en “la raza como lugar de resistencia” donde vemos esta dialéctica y su reconstitución como anclaje de lucha por el poder político, social, económico e ideológico. Apelando a las ejemplificadoras palabras de Carmichael, “Dado que el color de nuestra piel ha sido utilizado como arma para oprimirnos, debemos usarlo como arma de liberación. (...) Ello, unirnos en torno a la raza, ha sido parte inevitable de nuestra lucha”.169
A continuación, analizaremos cómo la comunidad negra en distintas regiones del país entendió la interrelación entre las nociones que nos competen, y las utilizaron para modelar y definir las demandas, objetivos y estrategias que tenían más sentido no sólo en el contexto de sus comunidades locales, sino para la lucha de la población negra estadounidense en su conjunto.
1 Milcíades Peña, Antes de mayo. Formas de trasplante español al Nuevo Mundo (Buenos Aires: Ediciones Ficha, 1970), 54.
2 Agente Rupert Anderson, en Mississippi Burning, Dir. Alan Parker (USA: Orion Pictures Corporation, 1988).
3 En sus propias palabras: “I am White; I am all white. I was raised as a white child. I went to white schools. I married White twice”, Susie Guillory Phipps, en “What makes you black? Vague definitions of race in the bases for court battle”, Ebony Magazine, (38), n° 3, 115-118 (Ene 1983), 116, https://books.google.com.ar/books(consultado en 20 Feb 2014).
4 En una Encuesta Nacional de Hogares realizada en 1976 por el IGBE (Instituto Brasilero de Geografía y Estadística) se introdujo una importante innovación. En lugar de las cuatro categorías raciales tradicionales – blanco, negro, amarillo, y pardo (mestizo, negro de piel clara)-, se dejó abierta la opción a la auto-identificación racial. El