El mediterráneo medieval y Valencia. Paulino Iradiel Murugarren
condicionan los distintos niveles de productividad del trabajo, el desarrollo de nuevos sectores económicos, los movimientos migratorios de población y la evolución de los salarios reales, la constitución de redes comerciales y, por supuesto, el papel de las instituciones y del estado en la especialización de las ciudades como «lugares centrales» del ordenamiento territorial. Según Robert Allen, en 1500, cuando alrededor de las tres cuartas partes de la fuerza de trabajo europea estaba empleada en la agricultura, los Países Bajos, Bélgica, Italia y España, con una población agrícola del 56, 58, 62 y 69%, respectivamente, tenían tasas de urbanización mayores que el resto de países. Italia y España eran también países con fuerte presencia de actividades industriales en el campo durante la Edad Media, aunque no desarrollaran significativos procesos de protoindustrialización a partir de 1500.57 Este elevado grado de urbanización bajomedieval pudo haber sido provocado por un diferencial salarial entre ocupaciones urbanas y rurales que también se corresponde con el diferencial de productividad ciudad-campo. Igualmente, una red urbana más densa, como la que tiene lugar con el aumento de ciudades menores, implica mayores cuotas de actividades industriales y comerciales, mejor integración de mercados, formación de redes comerciales más eficaces, mayor especialización del trabajo, fuerte inmigración a la ciudad y, por tanto, más amplias posibilidades de creación de rédito para el consumo.
Una contribución importante al estudio de las diversas vías del crecimiento económico de las sociedades preindustriales puede venir de la historia de la energía, en muchos aspectos conectada a la biología, a la historia ecológica y del medio ambiente y a la historia del clima. «Historia global» como ninguna otra, el actual retour de la longue durée ha hecho de la cuestión ambiental una de las claves de la reinterpretación histórica del desarrollo emplazando los acontecimientos humanos en un contexto más amplio de historia de la naturaleza.58 La orientación ecológico-económica busca la explicación de la base material y la cuantificación de la disponibilidad de energía (medio físico, agua, animales, viento, molinos) con el objetivo de reconstruir los consumos energéticos, replantear la relación entre población y recursos y analizar las formas de utilización y de reproducción de las fuentes energéticas.59 La conexión con los flujos del valor añadido del PIB por habitante, con el incremento de la productividad de la fuerza de trabajo y con la diversificación de las economías familiares y de mercado es evidente, especialmente cuando se trata de explicar el funcionamiento de las economías agrarias de las sociedades preindustriales que, paradójicamente, podían conseguir una notable eficiencia energética a pesar de las carencias de energía primaria.60 Todos los grandes cambios económicos, e incluso los diversos modelos de crecimiento, han ido ligados al consumo de energía, al descubrimiento de nuevas fuentes o a su explotación más eficiente hasta el punto de que Edward A. Wriley ha propuesto distinguir las sociedades en función del tipo de recursos energéticos empleados, lo que no significa que para comprender el crecimiento económico en la larga duración se pueda prescindir de los factores institucionales, sociales, culturales y políticos.
En esta misma dirección de distinguir entre crecimiento económico y desarrollo humano, el análisis de los niveles de vida y de las desigualdades sociales se está mostrando muy fecundo, tanto por la consistencia de los datos aportados como por los aspectos marcadamente «micro» investigados o por la relevancia teórica del enfoque.61 Con frecuencia se trata de métodos de aproximación muy refinados y de enfoques multidireccionales, que van desde los más clásicos que miden los flujos de la renta, la capacidad adquisitiva de los salarios y los precios reales, el crédito o la circulación monetaria hasta los más recientes, que miden el consumo de los individuos a través del mercado informal o del intercambio de objetos de segunda mano.62 También en las aportaciones más específicas de los arqueólogos e historiadores de la cultura material, el problema del crecimiento y la medición del desarrollo de los niveles de vida es cuestión de números, sea mediante indicadores de los índices nutricionales y antropométricos –como la longitud de los huesos y la talla de las personas o animales–, sea a través de la morfología y riqueza habitacional o de la calidad del mobiliario y de la vajilla doméstica. Aunque la convergencia de la historia económica con estas disciplinas es reciente y todavía débil, las orientaciones de la «revolución industriosa» de Jan de Vries han abierto perspectivas muy valiosas sobre las formas y bienes de consumo y sobre el papel del trabajo y de la familia en la formación y evolución de los gustos.
Las estimaciones del volumen de los salarios reales y su contribución para calcular el PIB por habitante, la estructura de la población y la productividad sectorial son más fáciles de leer a la luz de los cambios en los niveles de vida. Sabemos que los salarios reales eran bastante similares en toda Europa hasta 1500 y que los precios reales aumentaron. Christopher Dyer ha calculado que el coste de la vida se cuadruplicó en Inglaterra entre 1150 y 1325,63 de donde se puede deducir que la velocidad de la circulación monetaria aumentó más rápidamente que el volumen de bienes y servicios y que la capacidad de acumular rentas –y particularmente beneficios–, junto a la concentración del ahorro, constituía el fundamento de la demanda efectiva tanto de bienes de consumo como de bienes de inversión.64 Sabemos también, sin embargo, que los cambios en los niveles del coste de la vida y en los consumos durante la baja Edad Media y en el crecimiento premoderno fueron relativamente modestos en comparación con los más recientes, y que la composición del gasto corriente de la gran masa de población no cambió mucho de un siglo a otro.65 Carlo Maria Cipolla, Federigo Melis, Frederic Lane y otros historiadores hablan de un eventual aumento de la demanda de moneda por habitante tras la crisis de mitad de 1300, cuando la disminución del número total de personas fue compensado por una cierta estabilidad de la demanda global, por el mayor poder adquisitivo de los salarios y por la mejor calidad de vida de los supervivientes, además de por una mejora en todo lo que respecta a la evolución de los sistemas crediticios y mercantiles.
Resulta interesante señalar que capacidad –es decir, el derecho, capacidad legal o conjunto de oportunidades que tiene el individuo para aprovechar los recursos de subsistencia– es el término clave usado por Giacomo Todeschini, recordando el entitlement approach de Amartya Sen, para remarcar la amplitud de opciones y derechos de sostenibilidad material de las personas. La distinción entre crecimiento económico y desarrollo humano implica una ampliación de la capacidad de obtener los recursos necesarios para la subsistencia, desde los más inmediatos (sistemas naturales, familia o comunidad) hasta los más lejanos (como el mercado y el Estado).66 El hambre y las carestías pueden medir las variaciones coyunturales de breve duración, es decir, las crisis agrícolas estacionales llamadas «crisis de tipo antiguo» que se integraban con la dinámica estructural de larga duración, y sirven para entender las modificaciones de la demanda en el breve período.67 Pero es difícil que las carestías sirvan para caracterizar un discurso historiográfico de crisis o de recesión y tampoco estaban en condiciones de modificar el proceso de larga duración del crecimiento –o de posterior estabilización económica– del sistema en su conjunto.68 Y, como señala Amartya Sen, aunque las carestías pueden ser vistas también como casos extremos de no satisfacción de las necesidades humanas elementales, la carencia extrema que caracteriza la pobreza verdadera, en cambio, aparece realmente solo cuando se rompen al mismo tiempo todos los elementos de la cadena de sostenibilidad para el desarrollo humano y desaparece