Nuestro maravilloso Dios. Fernando Zabala
originalmente por Reader’s Digest, y comentado por John Powell, servirá de ilustración (Unconditional Love, p. 75).
Powell cuenta la historia de Katie, una joven considerada por sus padres y amigos como la joven perfecta. Sin embargo, una noche, mientras su madre estaba en la iglesia, Katie trató de quitarse la vida. Gracias a Dios, la joven sobrevivió. Según el psiquiatra que la atendió, Katie nunca había sido “ella misma”, sino que creía que tenía que ser todo lo maravillosa que sus padres pensaban que ella era.
Cuando su madre le preguntó al psiquiatra por qué Katie había llegado a esa conclusión, él respondió que, al actuar de manera agradable, ella pensaba que se hacía merecedora del amor de la gente.
John Powell concluye el relato diciendo que, por un lado, los padres de Katie habían edificado un pedestal, al cual ella había logrado subirse; y ella, por su parte, durante años había desempeñado ese papel creyendo que era el precio de admisión requerido para merecer su amor.
“Precio de admisión”. ¿Es eso lo que, quizá sin darnos cuenta, estamos cobrando a nuestros seres queridos para amarlos? Pero no es así como nos ama Dios. Por su gracia, él nos acepta como somos; y por su gracia, nos trasforma en lo que debemos ser. ¡Sin precio de admisión! ¿Por qué entonces ponerle precio a nuestro amor?
Padre celestial, quiero amar como tú me amas, sin requisitos previos ni condiciones. Te pido que hoy tu Santo Espíritu me llene del amor de Cristo, pues solo así podré reflejar su carácter ante quienes me rodean.
20 de marzo
¿Sacrificio o privilegio?
“Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mateo 16:24).
Tomar la cruz de Cristo y seguirlo: ¿Es esto un sacrificio? Dejemos que David Livingstone, el célebre misionero y explorador británico, responda. Livingstone ya era un héroe nacional cuando en marzo de 1866 decidió regresar al continente africano, con el objeto de continuar con la misión que había comenzado en 1840. ¿Cuál era esa misión? En una carta a su hermano Charles la menciona: “Soy un misionero de todo corazón. El Hijo de Dios fue misionero y médico. Yo soy, o deseo ser, una pobre imitación de lo que él fue. En su servicio deseo vivir, y en su servicio deseo morir” (God’s Witnesses. Stories of Real Faith, p. 205).
El caso es que, durante años, nada se sabía de él. “¿Dónde está Livingstone?”, era la pregunta que la gente se hacía. Entonces James Gordon Bennett, fundador y editor del New York Herald, decidió comisionar a su reportero estrella, Henry Morton Stanley, para que viajara al África y encontrara a Livingstone, sin importar el tiempo ni el dinero que debiera emplear.
Stanley llegó al África el 21 de marzo de 1871, pero fue el 10 de noviembre de ese año cuando pudo encontrar a Livingstone en una pequeña aldea en las orillas del Lago Tanganica. Lo encontró, pero no logró convencerlo de que regresara a casa. Al contrario, las provisiones y las medicinas que Stanley llevó solo sirvieron para que Livingstone continuara haciendo su obra en favor de las almas necesitadas. Hasta aquel 1˚ de mayo de 1873 cuando, de rodillas y en actitud de oración, fue encontrado muerto junto a su cama.
¿Por qué Livingstone no regresó con Stanley? ¿No podía, acaso, servir al Señor desde su hogar, estando cerca de sus parientes? Las siguientes palabras, escritas en su diario después de que Stanley regresara a Inglaterra, hablan por sí mismas:
“La gente habla del gran sacrificio que yo he hecho al dedicar tanto tiempo de mi vida al servicio en África. ¿Puede llamarse ‘sacrificio’ a lo que simplemente es un pequeño retorno de la gran deuda que tenemos con nuestro Dios? [...] Enfáticamente digo que no es un sacrificio. Más bien, digo que es un privilegio”. Y luego agrega: “Nunca he hecho un sacrificio. De esto no hemos de hablar, [sobre todo, al considerar] el gran sacrificio que hizo Aquel que dejó el Trono de su Padre en las alturas para entregarse a la muerte por nosotros”.
¿Un sacrificio llevar la Cruz de Cristo? ¡Es el mayor de los privilegios!
Gracias, amado Jesús, por el honor que nos das de llevar tu Cruz y servirte. ¡Por nada del mundo lo cambiaría!
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.