Jorge Semprún. Группа авторов

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II Symposium International Jorge Semprun: Penser les frontières que se celebró entre el 18 y el 20 de febrero de 2016 en la Universidad de Passau.5 El simposio se realizó con el apoyo de la Deutsche Forschungsgemeinschaft (DFG), del programa Hispanex del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España, así como de la Association des Amis de Jorge Semprun (AAJS), a la que agradezco la ayuda a la publicación de este libro. Muchas gracias también a Susanne Hartwig, catedrática de la Universidad de Passau, y a Luisa García-Manso por su generosa colaboración en la organización del encuentro. Por último, pero no por ello menos importante, quisiera hacer extensivo mi reconocimiento a todos los contribuyentes y participantes del simposio por el enriquecedor intercambio internacional e interdisciplinar sobre las fronteras variopintas en la vida y obra de Jorge Semprún.

      Bibliografía

      Aínsa, F. (2006): «Límite, diferencia y espacio de encuentro y transgresión.» En: Ibid.: Del topos al logos: Propuestas de geopoética. Madrid & Frankfurt a.M.: Iberoamericana & Vervuert, 217–234.

      Anselm, S. (1995): «Grenzen trennen, Grenzen verbinden.» En: Faber, R. & Naumann, B. (ed.): Literatur der Grenze. Theorie der Grenze. Würzburg: Königshausen & Neumann, 197–209.

      Anzaldúa, G. & Keating, A. (ed.) (2002): this bridge we call home: radical visions for transformation. New York: Routledge.

      Anzaldúa, G. (2012 [1987]): Borderlands / La Frontera. The New Mestiza. San Francisco: Aunt lute books (4a ed.).

      Brady, M.P. (2006): «Double-crossing the border.» En: Chabram-Dernersesian, A. (ed.): The Chicana/o Cultural Studies Reader. New York: Routledge, 150–158.

      Debray, R. (2010): Éloge des frontières. Paris: Gallimard.

      Demeyer, L. (2014): Las fronteras en la obra de Carlos Fuentes. Madrid: CSIC.

      Foucher, M. (1991): Fronts et frontières: un tour du monde géopolitique. Paris: Fayard.

      Goytisolo, J. (2011): «El hombre sin fronteras.» En: República de las Letras 24, 3–5.

      Kleinschmidt, C. & Hewel, C. (ed.) (2011): Topographien der Grenze. Verortungen einer kulturellen, politischen und ästhetischen Kategorie. Würzburg: Königshausen & Neumann.

      Lugo, A. (1997): «Reflections on Border Theory, Culture, and the Nation.» En: Michaelsen, S. & Johnson, D.E. (ed.): Border Theory: The Limits of Cultural Politics. Minneapolis: University of Minnesota Press, 43–61.

      Mañach, J. (1970): Teoría de la frontera. Río Piedras: Universidad de Puerto Rico.

      Michaelsen, S. & Johnson, D.E. (ed.) (1997): Border Theory: The Limits of Cultural Politics. Minneapolis: University of Minnesota Press.

      Wokart, N. (1995): «Differenzierungen im Begriff Grenze. Zur Vielfalt eines scheinbar einfachen Begriffs.» En: Faber, R. & Naumann, B. (ed.): Literatur der Grenze. Theorie der Grenze. Würzburg: Königshausen & Neumann, 275–289.

      Una vida entre fronteras

      Felipe Nieto (UNED)

      No habría mejor metáfora para caracterizar la escritura y la vida de Jorge Semprún que el lema propuesto para este encuentro, Pensar las fronteras. Pues toda su vida, desde la adolescencia al menos, hasta el último momento, ha tenido a la frontera como una referencia inseparable, podríamos decir incluso, como una marca, como un rasgo de su carácter. Esas fronteras, en plural, han tenido ciertamente significados diferentes, variables según épocas que habrán de ir surgiendo, y los estudiaremos, espero, a lo largo de las sesiones de este simposio. En torno a las fronteras, en los territorios acá y allá de cada frontera, sea esta un punto de separación o un punto de encuentro, tiene lugar buena parte de la peripecia vital sempruniana, ya atravesando muros y abriendo caminos o estableciendo puentes, ya ensanchando espacios que comprendan la riqueza y diversidad del mundo transfronterizo e interfronterizo.

      Pensar las fronteras en Semprún es pensar en quién es Jorge Semprún.

      La frontera del exilio

      Una tarde de finales de septiembre de 1936, la familia Semprún en pleno –es decir, el cabeza de familia, José María Semprún Gurrea, su segunda esposa, la suiza Annete Litschi, y sus siete hijos, de los cuales Jorge ocupaba el cuarto lugar–, subió a bordo del barco bacaladero Galerna, transformado por las circunstancias de la guerra civil por el gobierno vasco en un buque correo destinado a unir regularmente las ciudades de Bilbao y Bayona, en territorio francés. Unos meses antes, el 17 de julio, se había sublevado la guarnición del ejército español en Canarias contra el gobierno de la República Española y al día siguiente habían hecho lo propio diversas unidades militares en todo el territorio peninsular, si bien el intento insurreccional fracasó en las ciudades y plazas más importantes como Madrid y Barcelona. En consecuencia, a partir del 19 de julio, comenzó una guerra civil entre las dos partes en que quedó dividida España.

      La familia Semprún pasaba las largas vacaciones de verano en la villa marinera vasca de Lequeitio (Vizcaya), costumbre repetida desde que la muerte de la primera esposa de José María Semprún, Susana Maura, la madre de Jorge, indujera al padre de familia a renunciar a los tradicionales veraneos en Santander, donde acostumbraba a viajar desde muchos años atrás, acompañando a su suegro, el político y académico Antonio Maura.

      El norte de España se había mantenido en la zona «leal» a la República, si bien, atacada desde el principio desde Navarra, al este, esta zona iba viendo reducido poco a poco su territorio, primero con la pérdida de Irún, punto clave que facilitó el cierre de frontera con Francia, y después con la de la ciudad de San Sebastián, desde donde los sublevados continuarían la ofensiva hacia el oeste. En agosto, Jorge Semprún lo recuerda (Sol: 7–9; LV: 239), el frente se percibía cercano a Lequeitio. Ecos nítidos de los combates llegaban a la villa que se preparaba para resistir una invasión inminente. Desde la puerta de su casa, observaba la barricada en la carretera, al otro lado del puente, y con sus hermanos alentaba a los voluntarios defensores. Con las comunicaciones cortadas con Madrid y presa de la impotencia, Semprún Gurrea dispuso la salida de la familia hacia Francia, con el objetivo de alcanzar España desde otro punto fronterizo, desde Cataluña probablemente, como muchos hicieron a lo largo de la guerra civil. No sería el caso. La familia Semprún como tal nunca volvió a España.

      Se puede decir que el día de la arribada a Bayona, el 23 de septiembre de 1936, de una forma tan poco heroica, Jorge Semprún, que no había cumplido los 13 años, franqueó –provisionalmente todavía– las puertas del exilio, cosa que por lo demás sucedió a muchos españoles que emprendieron idéntico viaje involuntario a consecuencia de aquella despiadada guerra que a tantos españoles llevó al abandono irreversible de España.1

      El cruce de la frontera, por más que fuera menos perceptible al hacerlo por vía marítima, no pudo ser más decepcionante y amargo para él. No solo quedaba atrás todo lo que había sido su mundo y su vida hasta esos momentos, arrebatado de golpe, sino que enfrente, a la entrada en lo desconocido, en un país de lengua y gentes extrañas, se encontró con las miradas de desprecio, de rechazo y hostilidad lanzadas a quienes –como la familia Semprún– por primera vez se veían tachados de «rojos», españoles vencidos por el ejército «nacional». La primera experiencia de una frontera no pudo ser más adversa.

      La toma de conciencia de lo que pudo significar esa herida injusta e injustificada, el trauma del primer cruce de frontera, sería un estímulo para que Semprún se propusiera combatir y hacer desaparecer, para sí y para los más, las razones por las que se erigían barreras divisorias, fronteras que encerraban pueblos enteros a merced de sus autoerigidos guardianes. Sería necesario buscar una nueva semántica de la frontera.

      Por lo pronto, lo que para la familia Semprún fue un comienzo circunstancial, se convertiría poco después en una costumbre, en un ritual, igualmente involuntario. El Ministro de Estado del gobierno republicano, Julio Álvarez del Vayo, nombró a José María Semprún representante


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