Jorge Semprún. Группа авторов
este marco, podemos decir que:
En primer lugar, las aportaciones de Semprún cumplen distintas funciones dentro del relato colectivo (celebración identitaria, corrección del relato autorizado, prescripción, proselitismo, etc.).
En segundo lugar, existe una relación directa entre este carácter funcional de los escritos de Semprún y su posición relativa dentro de la jerarquía del PCE. Desde esta perspectiva utilitaria, su conquista progresiva de la portavocía autorizada es un factor determinante a la hora de entender la evolución de su escritura y su distribución en distintos géneros. Por lo demás, su ascensión jerárquica se retroalimenta, en un movimiento circular, de la acumulación de capital simbólico derivada de su propia actividad como agente creador del relato colectivo.
En tercer lugar, el grado de adecuación de la obra de Semprún al relato autorizado del PCE presenta dos características significativas. Por un lado, es gradual y muestra una voluntad de adaptación. Por otro lado, precisamente a causa de esta voluntariedad, al estar sometido a los mismos cambios que el relato oficial, reproduce también sus ambivalencias. En base a estos factores distinguimos dos etapas en la obra temprana de Jorge Semprún:
La primera etapa (1946–1953) caracterizada por su adaptación progresiva al relato colectivo, la apelación implícita al poder –el núcleo dirigente del PCE y el aparato cultural que regla y custodia tal relato– y, en estrecha relación con esto, la existencia de marcas autorreferenciales en su escritura.
La segunda etapa (1954–1963) mostraría la apropiación del relato colectivo que se explica por la conquista de la portavocía autorizada y tiene como consecuencia el abandono de las referencias al yo.
Primera etapa (1946–1953)
Sin lugar a dudas la obra más relevante de la primera etapa es Soledad, si bien Semprún cuenta ya con algunas publicaciones hasta entonces.1 El carácter precursor de esta obra en la narrativa sempruniana es excepcional,2 aunque Semprún no retomará estas anticipaciones hasta su consagración como novelista. A pesar de su condición de paso perdido, Soledad es la primera tentativa de adaptación al relato colectivo. La obra de teatro inédita, escrita en francés, marca también la candidatura de Semprún a la portavocía autorizada. Efectivamente, el autor presenta un proyecto detallado de activismo intelectual que tiene como uno de sus puntos fundamentales la reflexión colectiva de sus personajes acerca de la necesidad de contar con un relato identitario.
Ahora bien, este relato debe de contar con un grado de elaboración suficiente como para que sea efectivo políticamente. En este sentido, debe de ser confeccionado por una instancia precisa y especializada, un portavoz:
JUAN– Je pense souvent que je devrais noter par écrit tout ce qui se passe, au jour le jour. Pour que ça se sache, maintenant ou plus tard. Mais ce n’est pas possible, bien sûr. Il faut un temps fou pour écrire, c’est un vrai métier […] (Sol: 14–15/II)
Es necesario que este relato colectivo esté adaptado a distintos lectores. Dicho de otro modo, deberá distinguir, según su destinatario, un relato interno reservado al ámbito de los individuos que pertenecen a la comunidad, de carácter identitario:
JUAN– Tous les détails. Il faudrait que l’on sache tous les détails. Qu’il y a des types qui tiennent le maquis depuis huit ans, depuis la fin de notre guerre. Est-ce qu’on s’imagine ce que cela représente, huit ans de maquis? Tu crois qu’on sait cela?
SANTIAGO– On le sait. Ceux qui doivent le savoir le savent. (Sol: 14/II)
Por otro lado, se propone un relato externo, dirigido a otras comunidades, de carácter práctico que tiene como objetivo la eficacia política. Este último está simbolizado en la obra por el episodio de los marineros de un carguero australiano que se solidarizan con la huelga de Bilbao:
1º voix– Nuit ou pas nuit, un bateau australien qui est arrivé hier. Alors, ce matin, les marins ont appris qu’il y avait la grève générale. Ils ont été trouver [sic] le capitaine et lui ont dit: «Les dockers sont en grève on en décharge pas ici.»
[…]
3º voix– La nouvelle avait déjà fait le tour du port… «Il y a un bateau australien qui refuse de décharger parce qu’il y a la grève…» Les gens accouraient de partout.
[…]
1º voix– À chaque port où le bateau va faire escale, les marins raconteront leur histoire et tout le monde apprendra ainsi qu’il y a eu la grève chez nous… C’est loin l’Australie? (Sol: 25–26/II)
A pesar de éstas y otras aportaciones a la construcción de un relato colectivo eficaz, tanto a un nivel interno como externo, Soledad, sometida a las instancias culturales del PCE, es rechazada precisamente por no amoldarse al relato autorizado del PCE:
Soledad, me dijo,3 no era una obra positiva. En primer lugar no se destacaba en ella correctamente el papel de las masas y del partido en la huelga de Euzkadi. Esto reducía considerablemente su interés. En segundo lugar, los personajes principales no parecían suficientemente convencidos del inevitable y próximo triunfo de la lucha de masas en España. (AFS: 88)
La crítica de Antonio Mije, pertinente en su ámbito, podría desarrollarse así: no existe una referencia explícita al PCE en la obra. En rigor, ni siquiera se evoca una identidad comunista. A lo sumo se apunta vagamente a la caída de la República como relato fundacional colectivo. Por otro lado, la profundidad de los personajes –a menudo contradictorios y cambiantes– y los ecos existencialistas de algunos diálogos (Santiago y Soledad; Santiago y La Madre), no pueden constituir un modelo de propaganda adecuado.
Tras la tentativa fallida de Soledad, Semprún debe reorientar su proceso de adaptación al relato autorizado y, en este sentido, las indicaciones de Mije lo guiarán en gran medida en sus colaboraciones (principalmente, de crítica literaria y de poesía) en las revistas Cultura y Democracia, Nuestro Tiempo y France-Espagne, en su primera publicación en Cuadernos de Cultura, y en su obra de teatro ¡Libertad para los 34 de Barcelona! (1953) y en algunos poemas inéditos. El resultado de la corrección es –aparte del abandono de una apuesta literaria personal, original y prometedora– un mayor grado de exaltación identitaria y la rápida conversión a los principios de un realismo socialista en el que Semprún comienza a ejercer una labor prescriptiva.
Nos encontramos en un momento en que el relato del PCE muestra un momento defensivo, de repliegue identitario, que se explica en gran medida por las tensiones derivadas de la guerra fría, y que en el caso particular de España se había ido agravando con el acercamiento estratégico de EE.UU. al régimen franquista. En este sentido, la obra de Semprún cumple una función de cohesión identitaria:
Nosotros, comunistas, somos gentes
de una madera aparte
y de un temple especial.
Somos los combatientes
del gran Ejército de LENIN y de STALIN.
Nuestro dolor no es llanto irremediable,
nuestro dolor nos empuja adelante,
nos da un impulso nuevo, decidido,
nos lleva a reforzar en este instante
la unidad del Partido. (Semprún 1953b: 15–16)
A su vez, sus colaboraciones tienen una función de corrección y prescripción en el ámbito literario, marcada por la defensa del realismo socialista, con la que el autor irá perfilando la idoneidad de su perfil para la intelectualidad orgánica:
[E]n esta revista, la crítica literaria no tendrá ningún parecido con la que suelen practicar los ‘especialistas’ de las publicaciones reaccionarias. […] [No] nos importan las intenciones de la escritora, los móviles que la alentaron. Sólo importa su significación objetiva de la novela, o sea su contenido real, hoy en la España franquista, y sus consecuencias posibles, tanto entre los lectores en general, por la