Jorge Semprún. Группа авторов
Semprún un uso cada vez más acentuado del sarcasmo y de la violencia verbal, (si bien ya existía algún precedente en Soledad), que se explica aquí en gran medida como una declaración de adhesión incondicional del sujeto a la comunidad. Buen ejemplo de ello lo encontramos en «Los yanquis invasores» (1952), uno de los momentos álgidos de la literatura propagandística de Semprún, cuasipanfletaria, donde el descuido general en la forma sólo compite con los apelativos que reserva a sus enemigos: «Más tarde convocaron / a los hijos de perra y les dijeron», «Y Acheson4 sonreía, / viéndolos bien amaestrados, / esos hijitos de la gran chingada» (Semprún 1952: 25). En este poema épico, expresiones como «nuestro pueblo» –no obstante el poema tiene un destinatario interno al que se dirige en segunda persona y no utiliza el nosotros– anticipan una portavocía colectiva que se consolidará en la etapa siguiente:
Lo que Acheson no sabe, maricón de playa,
es para quién guarda sus balas
nuestro pueblo.
No tardará en saberlo (Semprún 1952: 26)
Estas llamadas de atención al poder estarían amplificadas por la potencia evocadora y mortificante de la fe del converso en una serie de poemas escritos entre 1947 y principios de los cincuenta: «Yo soy hijo de una clase vencida / de un mundo derrotado» (AFS: 25); «Si acaso voy camino de ser hombre, / se lo debo al Partido de ser hombre de verdad, no sombra o nombre, se lo debo al Partido» (AFS: 116), o su Canto a Dolores Ibárruri: «no soy bolchevique, intento serlo / y es que no soy, Dolores, de raigambre / obrera» (AFS: 18). No obstante, ninguno de estos poemas o fragmentos fue publicado, ni, hasta donde sabemos, existe constancia documental de su existencia más allá de la autocitación. De hecho, Semprún atribuye a «un acto ritual totalmente íntimo, gratuito» (AFS: 22) el último de ellos, lo que hace suponer una consideración idéntica para el resto.
Por último, durante este periodo son reconocibles pervivencias de una escritura autorreferencial (inaugurada por Soledad) presente tanto en estos ejemplos probables de su poesía como en la irrupción ocasional del yo en sus artículos de crítica literaria (lo cual resulta tanto más llamativo en la medida en que, como veremos, este rasgo desaparecerá por completo en la etapa siguiente):
Tengo en mi mesa algunos recortes recientes de prensa franquista. […] Yo casi he llegado a la conclusión de que hablar de literatura, dedicarle nuestro esfuerzo es perder el tiempo. (Semprún 1950b: 61)
Este primer momento de la escritura temprana se cierra con ¡Libertad para los 34 de Barcelona! que supondría la rectificación de Soledad (Amo 2015), en la medida en que Semprún asume las críticas a las que fue sometida esta obra y compone otra nueva, introduciendo la serie de enmiendas propuestas por Mije. Su importancia fronteriza como culminación y límite puede observarse también en la anticipación del abandono de la escritura autorreferencial, con la disolución del yo en un personaje colectivo.
En definitiva, Semprún convierte su actividad literaria en una serie de llamadas de atención a la jerarquía del PCE –tal y como reconoce el propio autor, si bien lo suele enfocar únicamente como un medio para regresar a España–; unas llamadas de atención que se expresan a través del modo particular de abordarlas: a través de la estrategia autorreferencial –incluso con contenidos autobiográficos en el caso de Soledad–, la carga beligerante y hasta violenta del estilo –como marca de la adhesión incondicional del sujeto– y, por último, de una voluntad de adaptación persistente, sacrificando incluso su talento literario, cuyo ejemplo más claro es el contraste entre las dos obras de teatro.
Segunda etapa. El seudónimo (1954–1963)
En el contexto de una ascensión meteórica en el escalafón del partido a partir de 1954, Semprún, convertido ya en Federico Sánchez, inicia un largo periplo en su escritura, reconocible por el uso de un seudónimo con el que firma diecinueve artículos. La nueva etapa muestra una serie de características que la distinguen de la anterior. De este modo, la obra de Semprún aparece liberada en gran medida de las vacilaciones y estridencias de una primera etapa que reflejaba la inestabilidad a que se vio sometido el relato del PCE desde el abandono de la lucha armada en 1948 en adelante. Por otra parte, muestra una rápida adaptación a las nuevas exigencias del relato colectivo.
Desde un punto de vista genérico, las nuevas aportaciones de Semprún / Sánchez se caracterizan, a partir de entonces, por el abandono de la creación literaria y la crítica artística. Éstas serán reemplazadas por nuevas formas como la crónica política, la crítica filosófica, el ensayo doctrinal y el discurso institucional. Asistimos así a la sustitución de un discurso que transitaba por la periferia de la superestructura, acercándose al relato identitario únicamente través de la literatura y la crítica literaria, por un discurso nuclear que se interesa por problemas relacionados con la teoría y la práctica política. Dicho de otro modo, la posición relativa de Semprún con respecto al poder tiene un reflejo progresivo en su discurso, que deja de estar dirigido al partido y pasa ahora a emanar directamente de él.
Federico Sánchez palía esta aparente limitación genérica tanto con la especialización de su discurso como con la ampliación de su destinatario. En este sentido, las cuatro direcciones principales de sus artículos a partir de ahora revelan un cambio importante desde un punto de vista pragmático. Por un lado, se aprecia la pervivencia de un discurso interno, sometido no obstante a algunas alteraciones. En su seno podemos distinguir ahora: un discurso institucional, dirigido a la jerarquía del partido (horizontal), y un discurso doctrinal, dirigido a la militancia (de arriba, abajo). Por otro, se observa también la emergencia de un discurso externo dirigido a sectores más amplios, no necesariamente ligados al PCE (de dentro, afuera).
De acuerdo a esto podemos agrupar sus artículos así:1
El discurso institucional u orgánico (Sánchez: 1955 y 1960b) representa el diálogo directo del sujeto con el poder que, a diferencia de la etapa anterior, se realiza ahora de un modo explícito y horizontal. Éste presenta una serie de rasgos comunes, genéricos, entre los que destacan las servidumbres propias de este tipo de discurso (reconocimiento de autoridades: Pasionaria –en el primero–, Santiago Carrillo –en el segundo–, la inserción en una tradición –la historia del PCE–, etc.). Por otro lado, frente a otros textos consagrados únicamente a la amplificación de la línea política, las intervenciones de Sánchez muestran los límites del diálogo político en el seno del PCE, constituyendo ejemplos pertinentes de la voz de Federico Sánchez posicionado políticamente de una manera individual. Para finalizar, tal y como exige este tipo de texto, el sujeto rinde cuentas al poder, por lo que debe de referirse a sí mismo, algo de lo que nos ocuparemos más adelante al estudiar el tratamiento de la autorreferencialidad en este periodo.
El discurso doctrinal se divide, a su vez, en dos vertientes: las reseñas y los artículos filosóficos (Sánchez 1956b, 1957, 1958a, 1958b, 1959 y 1960a). Federico Sánchez nos remite a un universo teórico único, el del materialismo dialéctico, como punto de retorno permanente. El aspecto más llamativo de estos artículos es el punto de vista del autor, que muestra una preocupación constante por la actualidad política de los autores y textos comentados y por su repercusión inmediata en un contexto de lucha ideológica. En este sentido, su crítica filosófica adquiere una dimensión de lucha política que trasciende a menudo el propio objeto del comentario filosófico. Dicho de otro modo, la preocupación de Sánchez es, sobre todo, tratar de paliar la eventual influencia de competidores al materialismo dialéctico.
El discurso externo, la crónica y el análisis político de actualidad, que por otro lado se circunscribe a sus colaboraciones con Mundo Obrero (Sánchez 1956b, 1958c, 1958d, 1958e, 1962a, 1962b, 1963b y 1963c), muestran un talante opuesto al de sus artículos doctrinales. En ellos puede observarse una clara finalidad práctica expresada tanto a través del análisis táctico particular como de la elaboración y difusión de estrategias, consignas y directivas políticas. Si bien siguen estando dirigidos formalmente a un lector comunista, muestran un grado de apertura del carácter que los convierten, en la práctica, en unos textos adecuados a un lector ajeno al partido. Sánchez