Cuentos de Asia, Europa & América. Tessa Hadley

Cuentos de Asia, Europa & América - Tessa  Hadley


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carcome los cuerpos de los hombres pobres y los sabios se asombran al verlo. Venden a sus mujeres e hijos para llenarse los estómagos. Si fuera posible, se tragarían el mundo entero.

      Debendranath continuó:

      —¿Piensan que podrían sobrevivir si toda la tierra de Sonari Mara volviera a ser suya?

      —Sí, sería posible. Nuestro único deseo es sobrevivir.

      —Cuando esta tierra era suya, la población era mucho menor —señaló Debendranath—. Sin embargo, la tierra tuvo que cambiar de manos para satisfacer el hambre de los hombres.

      Todos se quedaron callados. ¿Acaso una persona tenía que comerse la parte que le correspondía a otras veinte para sobrevivir?

      Debendranath fue de inmediato a las oficinas del distrito y apeló ante el honorable juez. Le enseñó que los documentos mostraban a quiénes les pertenecía esa tierra y cómo los habían privado de ella. Y las dichosas escrituras no mostraban cómo se les había quitado esos terrenos y su paso a otras manos; no eran transparentes. Por lo tanto, se les debía restituir la tierra a sus propietarios legítimos y mostrar verdadero respeto al espíritu de la ley. Debían dejar que la tierra gozara volver a sus verdaderos dueños.

      Qué tarea tan inmensa se había impuesto Debendranath: tratar de recuperar al camaleón que se había vuelto gris y marchito bajo los árboles equivocados para devolverlo al refugio del bosque verde. Creía que la evidencia del archivo nos restituiría esa tierra.

      Pero no fue así. Esa gloriosa corte hedía a camaleón putrefacto. Los documentos estaban tan viejos que comenzaron a deshacerse. El tiempo pasó. El juez salió a comer, se echó una siesta y cuando volvió, sólo quedaba el polvo de la verdad en la ropa del abogado. Los argumentos y contraargumentos se volvieron más y más intensos. El juez interrogó a los presentes y cuestionó todos y cada uno de los argumentos. Se rascaba la frente. No podía llegar a un veredicto. «Así es como funciona el mundo», pensaba.

      No se lograron cambiar los colores del camaleón de aquel modo. Acosaron a Debendranath a tal grado que no volvió a Sonari Mara. Los ricos estaban furiosos con él y con nosotros también. Las consecuencias fueron poco agradables. Habíamos nacido en esa tierra y nuestro derecho sobre ella era natural pero, cuando volvimos de la corte, nos desalojaron. Esto pasaba con frecuencia. La tierra comenzó a sangrar. Nos dimos cuenta de que, en este mundo, todo estaba en contra nuestra.

      A pesar de su enorme educación y comprensión, Debendranath no estaba consciente de las leyes de la naturaleza. Las únicas leyes que esta vida insoportable nos ha enseñado son las de las nubes y los bosques. No es posible entenderlas a menos que uno nazca entre los árboles. ¡Nadie más sabe cuándo la tierra quiere saborear las nubes!

      No es posible resucitar a una criatura muerta de este modo. Las leyes y los documentos son el veneno que le cambian el color. Debendranath sabía que era posible usar ese mismo veneno para devolverle la vida porque veneno mata veneno. Pero es importante recordar que el veneno se puede aplicar de nuevo, sin remedio alguno.

      ¿Cómo íbamos a creer que cualquier cambio de color a esos documentos sería permanente? ¿Quién podía prometernos que esa gente no volvería a hallar la forma legal de quitarnos la tierra?

      Debendranath había creído que el juez nos devolvería la tierra. Que se nos otorgaría, cual regalo, el derecho de propiedad sobre ella. En el ocaso de mi vida, siento la enorme necesidad de volverme a encontrar con ese hombre tan comprensivo e ingenuo. No sé dónde esté ahora.

      Con todo, merece nuestro respeto. Había perseguido la verdad. Es cierto que si uno va a la raíz de todo, igual que él, lo que hallará es que todos los terrenos de este mundo pertenecen a los que no tienen ahora ningún derecho sobre ellos. Excava bien y encontrarás los nombres de personas como nosotros. Como nuestra tierra santhal o Domer Math, el mundo entero pertenece, sin duda alguna, a los desposeídos.

      Esa verdad se halla oculta bajo el polvo del mehfezkhana y yo soy el pobre hombre que te otorga este conocimiento.

      Recuerda, nuestro ancestro había matado al hombre blanco y la historia se contó por doquier. ¡Después del juicio, se concluyó que él era quien había intentado abusar de la niña y que el hombre blanco había tratado de detenerlo antes de morir en el intento! Ishwarbabu atestiguó por parte del honorable gobierno y a él y a su hija les fue bien. Así se erigió una estatua en honor de ese saheb blanco. Y por eso la tradición de nombrar Sahebmari a nuestros hijos es lo que mantiene esa barbarie viva.

      Veo la estatua cada vez que visito el pueblo. Sigue ahí, aplastando todo lo que es verdadero. Ese viejo cuento ya es historia y el mehfezkhana la guarda. Es un cuento falso que se ha propagado en este país. La historia de nuestro valor y nuestra virtud no se le ha revelado a la gente. La historia falsa nos ha etiquetado como hombres bárbaros y toscos. Aquí he narrado la verdad de Sahebmari.

      Recuerda que a nuestro ancestro lo encarcelaron por matar al hombre blanco. El nombre Sahebmari Baske nació en una prisión y, desde ese entonces, sus herederos han nacido en Sonari Mara, nuestra prisión.

      No podemos experimentar la verdadera naturaleza de este mundo porque nacemos encerrados. Hemos intentado demoler los muros demasiadas veces. Desde que nací, la pobreza y la humillación me han tenido atrapado y lo mismo pasó con mi abuelo, Sahebmari Baske.

      Y tú, Sahebmari Baske, donatario de esta acta, debes extender tus brazos al exterior. He aprendido que las rejas son entidades frágiles.

      La práctica de cumplir con las formalidades de actas como la que tienes en tus manos es algo muy natural para la gente de buena cuna. Se hacen de riquezas mediante una variedad de trucos y estrategias mientras nos reducen a penurias. Para ellos, la acumulación es señal de éxito. Por lo tanto, las actas de donación se hacen para alguien relacionado con ellos y así protegen la riqueza y dejan que nosotros sigamos en la pobreza. Los hombres honorables hacen actas de donación para que sus herederos perpetúen y repliquen la forma en la que ellos han gastado su vida y sus trucos para esconder las riquezas de otros bajo sus techos.

      No deseo tal cosa para mí. No quiero que otros soporten la clase de vida que tuve. Espero que nadie tenga que enfrentarse a este terrible mundo como yo. Por eso he redactado el acta de donación.

      Querido nieto, hoy se celebra el festival de Karam. Los cielos y la tierra languidecen bajo el peso de las nubes y las cosechas. Dice la leyenda que en este mismo día, hace mucho tiempo, Kormu se había embarcado en busca del dios Karam. Qué peligros lo esperaban. El fuego terrible, la serpiente venenosa, el cocodrilo, el mar, el río, las montañas. Kormu llegó con el dios con la ayuda de todos ellos. Y así logró rescatar el tesoro que se le había arrebatado.

      Igual que Kormu, hazte amigo de los terribles poderes que pueden ayudarte. Ésa es la moraleja del festival. Tú lograrás hacer legítima el acta de donación.

      Recuerda, los documentos de la gente rica pueden quitarle a uno o beneficiarlo. Ya no me hagas repetir qué nos arrebataron. La sospecha y el miedo van de la mano con estas actas. Por eso las actas y registros se guardan en baúles y poco a poco se desbaratan.

      Espero que mi declaración no se guarde en el mehfezkhana como los otros documentos oficiales, o en baúles de hierro como los registros de la clase alta. Recuerda algo, Sahebmari Baske: esta acta no trae sospecha alguna y, después de todos estos años, ya no tengo nada que temer. Por eso no perecerá. No se convertirá en alimento para las ratas del mehfezkhana.

      Espero que mis palabras, las que Sahebmari Baske llevará a cabo, se graben por siempre en cada rayo de luz que baña nuestro mundo, en el viento, en cada color, en cada aroma, en las nubes y en las cosechas que emergen de la tierra. Quiero que desde el momento en el que todos abran los ojos por primera vez al nacer entiendan el mensaje de estas palabras; que eres mi donatario, que el mundo y sus tierras volverán a ser de la gente que nació en ella si se logran destrozar los grilletes que nos sujetan; que aquí yace la historia del nacimiento de Sahebmari, un nacimiento y una vida a los que debemos rendir honor con la sangre.

      Al final de mi vida, yo, un viejo Sahebmari Baske, ejecuto esta acta de donación. Mi esperanza es que cuando veas


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