Sin muros. María Teresa Quiroz

Sin muros - María Teresa Quiroz


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la vida y la educación de las nuevas generaciones. Los medios crecían y su consumo se extendía vertiginosamente, inundando la sensibilidad de niños y adolescentes a través de las imágenes audiovisuales y la música, sumándose a las nuevas miradas y conocimientos sobre el mundo exterior, y ocupando el tiempo social y el imaginario de los más jóvenes, quienes se iban independizando de los discursos únicos y hegemónicos de los adultos. Los hallazgos de la investigación fueron acompañados de cambios en las tecnologías como soporte de nuevos vínculos y nuevas posibilidades de acceso y producción de conocimientos. En todo momento, y desde el inicio, el propósito fue repensar la educación desde la integración de nuevos recursos para alcanzar una educación de calidad, abandonar las posturas moralistas y condenatorias de los medios, y enfocarnos en las claves de las necesarias transformaciones que la educación debía impulsar. Solo comprendiendo las nuevas sensibilidades juveniles podríamos contribuir con propuestas de formación de los estudiantes que los preparara para ser parte activa de la sociedad en los tiempos que les tocara vivir.

      Los resultados de Los medios: ¿una escuela paralela? son extensos, pero conviene recordar algunos de ellos porque expresan el devenir del vínculo entre la comunicación y la educación en el tiempo. Pensemos que han transcurrido casi tres décadas que permiten examinar qué se mantiene y qué cambia. Allí se constata que la televisión es el medio que goza de la mayor credibilidad y que los alumnos de primero de secundaria de colegios públicos y privados se informan sobre lo que ocurre en el país mirándola todos los días y unas cuatro horas como promedio. Los escolares refieren principalmente los hechos políticos e identifican el terrorismo como uno de los más importantes. Esto no es casual, pues se vivía una década de gran conmoción por la violencia política. En el caso de Lima, donde se aplicó la encuesta, las familias de colegios particulares tenían casi en su totalidad un aparato de televisión, y en un porcentaje muy alto en los colegios públicos (94,5 %). Los televisores a color eran aún escasos, especialmente entre las familias más pobres (menos del 50 %). El acceso y el consumo no presenta las características personales que tienen hoy porque se encontraba claramente mediado por la organización familiar y la ubicación del aparato de televisión, que era más grande y pesado. Es decir, la unidad de consumo de este medio era la familia. En los hogares de pocos recursos, el aparato estaba en la sala/ comedor, espacio donde transcurría la vida cotidiana y tenía una muy alta valoración como objeto de distinción. En los de mayores recursos, se retira de la sala y se ubica en la habitación de los padres, incluso en algunos casos en la de los hijos, lo cual marca la tendencia futura. Los datos constatan que los medios audiovisuales ocupaban parte del tiempo libre de los escolares, lo cual explica la sorpresa y preocupación de padres y maestros.

      Las diferencias en el consumo tienen una explicación relacionada con los grupos y clases sociales de origen. Si bien hoy la oferta ha cambiado y el cable se ha impuesto, hay significativas semejanzas. Por ejemplo, los escolares de colegios públicos preferían las telenovelas, mientras que los de colegios privados las series y películas. Los primeros se inclinaban por la serie policial peruana Gamboa, de historias nacionales y urbanas, mientras los segundos por la norteamericana Baretta, el policía amigo. Los programas de dibujos animados fueron preferidos por los chicos más pobres, quienes deleitaban su imaginación con la fantasía de estos programas, aunque también con el tradicional programa cómico Risas y salsa. Se identifican con diversos personajes. Así, los de colegios públicos con Yola Polastri y Tulio Loza, la primera animadora, bailarina y modelo; el segundo, la imagen del cholo provinciano y con lenguaje coloquial. Los de colegios privados con Ricardo Belmont, conductor de la Teletón, un programa de corte humanitario, y Cynthia Piedra, quien ganó un concurso de belleza local. El grupo musical Menudo causa el entusiasmo de todos los escolares.

      Los escolares no dejan de leer, pero los que menos leen son los de colegios más pobres, van poco al cine en general (es un tiempo de escasa oferta cinematográfica y retraimiento del consumo), aunque disfrutan con las películas de artes marciales. Otro medio que se sintoniza mucho en casa es la radio, sobre todo por las mujeres, a quienes les atraen más los programas musicales y las radionovelas, frente a los hombres, que gustan de los deportivos y también de los musicales. Podríamos afirmar que en el consumo inciden el género, las preferencias de las familias, las condiciones de la crisis económica y política que vivía el país, así como el desarrollo tecnológico. Pero la tendencia que se mantiene —salvando las diferencias de nombres y personajes— es la de las distancias entre los alumnos de colegios estatales y particulares, o de los sectores pobres y ricos. El acceso a los medios no es ajeno a la desigualdad social.

      Años más tarde, en 1993, publico mi primer libro: Todas las voces. Comunicación y educación en el Perú. Allí sostuve que se había agotado un ciclo de políticas educativas que —en nombre de la ampliación de la cobertura— masificó la educación, produciendo desequilibrios y segmentación, todo lo cual puso en debate el tema de la calidad de la enseñanza; y que nuestros niños y adolescentes aprenden también fuera de la escuela, a veces más que dentro de ella, a pesar de lo cual la escuela se renueva tan lentamente que tanto en el Perú como en América Latina no sale de su conservadurismo. Pareciera impedida de abrirse a la vida y al país, aunque continúa siendo un canal muy trascendente en la subjetividad, el sentir y la mentalidad de los más jóvenes. Se insistió en que en nombre de esta realidad aparecen nuevas y diferentes voces que es necesario escuchar. Se ofrecen nuevas investigaciones realizadas en Huaraz entre escolares y maestros, así como una propuesta de comunicación y educación orientada a desarrollar una actitud crítica frente a los medios. En Todas las voces… se constata la crisis de la escuela y su distanciamiento de la sociedad. La pregunta ¿para qué tipo de sociedad educa la escuela?, en medio de la pobreza extrema y de un sistema educativo que institucionaliza el abismo entre lo escrito y lo oral, entre las lenguas y los modos de hablar, sigue buscando respuesta. En el prólogo del libro, Jesús Martín Barbero señala asuntos perfectamente vigentes a pesar del tiempo transcurrido:

      La preocupación por las relaciones entre comunicación y educación tiene en América Latina un largo y fecundo recorrido. Desde la pionera tematización por P. Freire de las dimensiones comunicativas de una pedagogía liberadora hasta las más recientes propuestas de lectura crítica y recepción activa de los medios. Cargado sin embargo de profundos malentendidos el campo de la comunicación/educación sigue aún hoy hegemonizado por concepciones instrumentales de los medios y por ideas ilustradas de educación. Lo que en la práctica se traduce en el hecho de que nuestros países sigan manteniendo al margen, por fuera del sistema y las prácticas educativas, las culturas que se gestan o se expresan en los medios de comunicación. Mientras el divorcio entre la cultura desde la que piensan y hablan los maestros y aquella otra desde la que perciben y sienten los más jóvenes es mayor cada día, la escuela sigue intentando tapar su crisis de comunicación con rituales de modernización tecnológica y reduciendo su conflicto con la cultura audiovisual e informática a un discurso de lamentaciones morales (Quiroz 1993: 17).

      Todas las voces… recupera las percepciones y prácticas de otros escolares, específicamente de la ciudad de Huaraz. El año 1989 fueron encuestados adolescentes de 15 a 17 años, cuyo tiempo libre estaba ocupado sobre todo en la interacción con sus amigos, aunque la televisión había llegado a las familias. Esta investigación confirmó que al salir de su entorno familiar y cultivar su intimidad y autonomía, los adolescentes dejan la televisión y optan por el cine y la radio.

      Después de estas mediciones, y con la intención de llevar adelante proyectos que vincularan la educación y la comunicación en la escuela, desarrollamos y adoptamos las nuevas estrategias frente a los medios, que venían sustentando pensadores y educadores en Chile y otros países de América Latina desde fines de los años ochenta y durante la década de 1990. La llamada recepción crítica de los medios, luego también denominada por otros comunicación educativa, y más adelante la educomunicación, desplaza la crítica moralista y defensiva frente a los medios y especialmente frente a la televisión, controlando su contenido o imponiendo medidas coercitivas en los hogares y las escuelas, por una intervención activa. Se trataba de una crisis de los paradigmas fundados en la fe ciega en el poder del contenido del mensaje, así como de un optimismo iluminista. La recepción crítica de la televisión activa la participación del receptor, quien da sentido y significación a los


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