Sin muros. María Teresa Quiroz
en línea en el chat, encontrarse con personas desconocidas, incluso experimentar y jugar con sus identidades. Se cambiaban la edad, el sexo e, incluso, inventaban nuevos roles. Apreciaban sobremanera la posibilidad de extender sus intercambios y su autoafirmación y socialización. Recordemos que se trataba de salas de chat en las cuales cualquiera se encontraba con otros de edades o procedencias distintas. Por la frecuencia con que jugaban y «chateaban» constatamos que preferían entablar relaciones con otros distantes y afirmar lazos de complicidad con los amigos próximos a través del juego compartido en la cabina pública. La fuerza o el valor que tiene en sus testimonios la referencia que le dan a conocer otras personas, de otros lugares, y de interactuar con ellos a través del chat, hay que interpretarla como una característica de la adolescencia, pero además como un signo de este tiempo en el que los jóvenes reafirman la fuerza de la relación entre pares. Pero a esto se sumó la relación a distancia y el juego con sus identidades, es decir, ensayar un «yo» diferente y múltiple. Narraron que se sentían muchas veces rechazados por su condición de peruanos por la imagen que los medios de comunicación ofrecían sobre ellos. Tuvieron una sensación de fastidio y de minusvalía, optando en el chat por cambiar de nacionalidad para evitar el rechazo. La edad fue una limitación, por ello se la «aumentan» para «tentar» relaciones interesantes. Es importante destacar que en todos los casos hablaban de estos temas con absoluta naturalidad.
La percepción sobre el maestro fue sumamente esclarecedora. Contra lo que pudiera esperarse, no lo calificaron como portador de sabiduría o conocimientos trascendentes, y ni siquiera su experiencia profesional resultaba fundamental. Valoraron especialmente su presencia, el trato cotidiano, que les explicara lo que no comprendían, que aclarara dudas, incluso las reprimendas. Esto indicaba la necesidad que tienen los adolescentes del vínculo directo, personal, no solo el de la transmisión de saberes ni el de mediación tradicional en el aula. Por ese motivo seguían prefiriendo a su maestro frente a la computadora e Internet, aunque era evidente la fractura entre la cultura de los jóvenes y las pretensiones de los adultos. Mientras estos asociaban Internet con el aprendizaje, el conocimiento, la amplitud de criterio y lo racional, los jóvenes la apreciaban como espacio de información para la vida social y de disfrute a través de las imágenes. Sostenemos que el reto de la educación está en evitar la contradicción entre un uso educativo y otro para el entretenimiento.
En este libro sostenemos que la llamada brecha digital ha sido medida comercialmente, considerando indicadores como el acceso, la conexión y el uso de ciertas páginas. En el fondo ha sido la visión de Internet como un gran centro comercial global del que se pretende que los más jóvenes participen. No obstante, se advierte que estos empiezan a producir sus propias formas de uso y se apropian de las tecnologías a su modo. Ya en el año 2000 señalábamos que no bastaba saber operar la máquina, aprender a navegar por Internet y buscar información. Se propuso la alfabetización digital para que los escolares no solamente accedan a más información, sino que también la elaboren y la emitan. El desarrollo de estas habilidades no se circunscribiría —así lo señalábamos como conclusión— a que los chicos navegaran por Internet. En las escuelas se requería construir y elaborar redes educativas, de acuerdo con la edad, los conocimientos, las capacidades y la cultura. Entornos que les permitiesen desarrollar formas de aprendizaje utilizando las propias herramientas del juego. Para ello, la preparación y formación de los maestros y su capacitación cultural y lingüística resultaba fundamental. Enseñar, motivar, corregir, atender, promover las relaciones grupales, fueron propuestas como las grandes apuestas que permitiesen a los maestros capacitarse en el trabajo cooperativo y compartirlo con sus alumnos, evitando que los adolescentes buscaran fuera de la escuela lo que les interesaba, en lo que llamamos el e-mercado. Construir espacios educativos interesantes y atractivos que trabajen con la imagen; espacios democráticos que fomenten la participación y la opinión, el ensayo y la experimentación; redes educativas orientadas a integrar la razón y la emoción, fueron señaladas como una necesidad fundamental.
La edad de la pantalla. Tecnologías interactivas y jóvenes peruanos fue el producto de una siguiente investigación desarrollada en tres ciudades del Perú. Consideramos urgente mirar más allá de Lima (en ciudades del interior, mas no del mundo rural), y recoger las prácticas de consumo, así como las apreciaciones de estos escolares en Chiclayo, Cusco e Iquitos, de primero y quinto de secundaria, hombres y mujeres, de colegios públicos y privados. Fue una experiencia personal importante porque después de aplicada la encuesta por el Grupo de Opinión Pública de la Universidad de Lima, viajé a las tres ciudades para realizar los focus groups. Se procuró comprender cómo las TIC afectaban los procesos de aprendizaje, la socialización y la subjetividad de los jóvenes escolares, desde una perspectiva intercultural. Asimismo, se investigaron los diferentes espacios de socialización y de encuentro presencial, las experiencias de la interacción a distancia y las diferentes comunidades de entretenimiento y aprendizaje. Pudimos recoger las visiones de los escolares acerca de la educación que reciben, la fuerza de la imagen frente a la lectura y su visión de futuro personal y de país.
Fueron desarrolladas importantes apreciaciones sobre la desigualdad como resultado del diferenciado acceso a los nuevos recursos de la individuación, y el valor de la información como recurso simbólico y reflexivo, transformado en capital de diferenciación. La imagen, considerada por muchos como superflua, ingresa con gran fuerza en estas ciudades del interior del país, y los jóvenes en Chiclayo, Cusco e Iquitos se sienten enlazados social y emotivamente por la música y las imágenes. Definitivamente, se han ido transformando los modos de leer y los lenguajes, producto de la variedad y el volumen de textos escritos, orales, visuales, musicales y multimedia. Por otro lado, el entusiasmo de estos jóvenes por la llegada de la computadora e Internet a los colegios no coincide necesariamente con la calidad del acceso ni la formación de sus profesores, pero se transforma en la ilusión de la modernidad. Por esos motivos nos preguntamos al inicio de la investigación por las nuevas formas de relación y de socialidad en las tres ciudades, y si se han producido modificaciones en la memoria, el comportamiento y las identidades. Asimismo, en qué medida la educación en estas regiones se había visto afectada por el consumo de Internet y si el modelo educativo centralista, instruccionista y burocrático se ve amenazado por un sistema comunicativo con nuevos valores, basado en la flexibilidad, los modelos interactivos, la personalización, lo efímero y la inmediatez.
Al concluir la investigación pudimos dar respuesta a las preguntas planteadas originalmente. Así como en la investigación realizada en Lima el año 2002 se concluyó que los escolares utilizaban Internet principalmente para entretenerse y, en segundo término, para aprender, algunos años después no ocurría lo mismo en las tres ciudades estudiadas. Para estos escolares el valor del aprendizaje y la información era mayor, seguramente porque las condiciones de la educación en el interior del país acusaban una inferioridad muy marcada frente a Lima. Los escolares y sus padres muy preocupados por su futuro encontraban en el acceso a Internet y a los medios audiovisuales, especialmente en las imágenes, la posibilidad de «conocer» sobre muchos aspectos que la escuela no les posibilitaba. Le otorgaron un lugar preferente a Internet como forma de conocimiento, resultando complementaria a la educación que recibían en el aula.
A pesar de lo señalado y de su apreciación positiva sobre la educación vinculada a su futuro, a la que se suma Internet, los adolescentes se explayaron también en su importancia como un nuevo espacio para comunicarse, que, sin reemplazar a los espacios presenciales, les permite actuar e interactuar con otros. Más aún porque apreciaban que se trataba de un espacio nuevo y diferente con el cual no contaban antes. Ello explica que los profesores se hayan visto conminados a acompañar sus clases con ayudas audiovisuales o referentes de imágenes, para ilustrar los temas que desarrollan, y mantener el interés de los alumnos. Empero, el uso que los maestros hacían de los recursos audiovisuales y de Internet era elemental, porque se limitaba a ser un nuevo recurso tecnológico. No venía precedido de una reflexión acerca de las nuevas posibilidades del trabajo colaborativo, de la participación de los alumnos, de la interactividad o del contacto con otros. Especialmente en los colegios estatales, por las limitaciones de la capacitación del docente, se hacía «más de lo mismo» y se «maquillaba» el trabajo en el aula, pero sin resultados distintos y sin convocar la participación del alumno en la producción de nuevo conocimiento y de investigación. Se resolvía el problema enviando a los alumnos a navegar por