Sin muros. María Teresa Quiroz
Los adolescentes fueron muy entusiastas al señalar que las imágenes los ayudaban a conocer e imaginar, y fueron contundentes al afirmar que aprendían a través de las imágenes. Los escolares en las tres ciudades leían libros que sus profesores les sugerían en los cursos, así como aquellos recomendados por los padres, también diarios y revistas. Pero, por otro lado, expresaron su confianza casi ciega en Internet, como solución rápida de problemas. Para los maestros y los padres la lectura y las imágenes son dos polos de la vida de los chicos y no existe complementariedad posible. Las relaciones cotidianas y familiares se veían también desafiadas por el desarrollo tecnológico, tanto por los medios masivos, cuya introducción tiene una historia anterior, como por Internet. A pesar del número todavía escaso de computadoras en casa, Internet está muy presente en el imaginario de los escolares y también en el de sus familias. Iban en aumento los esfuerzos de los padres por ampliar la infraestructura familiar con estos medios, aunque también fueron puestos de manifiesto los temores frente a Internet y los riesgos a los cuales estaban expuestos sus hijos. Especialmente los padres de menos recursos controlaban la asistencia de los menores a las cabinas públicas, tratando de limitarla a la realización de las tareas escolares.
Se identificó un uso de Internet creciente e invasivo por fuera de la escuela. Los escolares se sentían satisfechos al acceder a la red, especialmente al compartir estados de ánimo a distancia. Esto resultaba para ellos una nueva experiencia al conversar sin que medie el contacto físico, y poder expresar aquello que «cara a cara» no podían decir, todo lo cual añadía un valor insospechado a sus relaciones cotidianas. Muy abiertos a conocer, a saber cosas nuevas, a lo que los nuevos amigos les podían contar de otros lugares, ciudades o países. Las relaciones con algún amigo o pariente que había migrado fuera del Perú se facilitaba por estas vías. Se advierte que los jóvenes escolares preferían la simultaneidad y rapidez de Internet a la linealidad visual de la televisión, aunque hay una clara continuidad en el consumo con los medios audiovisuales. Estaban habituados a ingresar a chats públicos para conocer gente nueva y —gracias al anonimato— describirse diferentes de como son, entrenar nuevas capacidades para hablar con desconocidos y «jugar» con sus edades, identificación de género y datos sobre su origen social. Estas eran prácticas propias de los escolares de mayor edad.
En el consumo que los escolares hacen de la televisión de señal abierta y por cable, la radio, el celular e Internet, están presentes las marcas propias de las ciudades a las cuales pertenecen. Los niños y jóvenes cusqueños no dejan de hablar de la condición de su ciudad como turística, como la más importante del Perú, cuando se explayan sobre la situación de su colegio, sus familias, sus lecturas y su acceso a Internet. Vivir en el Cusco les da una posibilidad distinta y ellos se sienten muy bien por esa razón, pero también son conscientes de la pobreza y la falta de atención que existe en la ciudad «oculta», que no es la que se muestra hacia fuera. Por ese motivo, el tema de la discriminación y ser tildados como «serranos» los afecta sobremanera. Los escolares de Iquitos se sienten «separados» del resto del país, muy poco integrados, resienten que los medios de comunicación los muestren como distintos, desordenados, poco modernos. Saben que la Amazonía encierra una belleza natural particular, pero también consideran que el país la desconoce. Los escolares chiclayanos están más vinculados a las industrias culturales que el resto, hay más acceso a los medios y a Internet. Están muy afectados por la delincuencia y la inseguridad de una ciudad muy comercial y bulliciosa. Hay que destacar que los medios masivos de comunicación, especialmente la televisión y la radio, han creado referentes comunes, imágenes y música que pueblan la imaginación y la vida de los escolares. Las industrias culturales, la música, la publicidad, los programas, los personajes, producen, en medio de las diferencias, factores de homogeneidad que resultan incuestionables entre los más jóvenes, pese a las distancias y las diferencias socioculturales.
Internet restaura algunos rasgos dialógicos de la oralidad entre los adolescentes. El Messenger empezaba a desplazar a las salas de chat, especialmente entre los escolares de colegios privados, en el diálogo cotidiano, porque lo consideraban como más personal, más privado, y por la posibilidad de seleccionar sus contactos. Los escolares lo utilizaban para hacer sus tareas y tener largas conversaciones, sentían que contribuía a liberarlos de su timidez. Pero también en las tres ciudades es un espacio para la comunicación familiar. En ningún caso se registró que los maestros lo utilicen como forma para dialogar con sus alumnos, ni mucho menos que se establezcan entornos pedagógicos que permitieran el diálogo de escolares de distintas ciudades. La interactividad en el aula aún no estaba presente. Los medios como el video, por ejemplo, son utilizados en el aula para ilustrar la palabra, pero en ningún caso para dialogar acerca de las posibles y diversas «lecturas» sobre los temas planteados. Mucho menos Internet, que es utilizada, fundamentalmente, como una biblioteca sin límites.
Hay que destacar el papel de las escolares mujeres. Las investigaciones ya indicaban que su situación había dejado su condición de subalternidad en la educación en las zonas urbanas. Tanto para los maestros y padres, como especialmente para los escolares, las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres, en general y en sus expectativas de estudio, todo lo cual nos habla de un cambio cultural. Esto ocurre con claridad en el acceso a tecnologías como Internet, que tradicionalmente fueron de uso preferente por parte de los varones. Si bien todavía se mantienen algunas limitaciones para las mujeres, que tienen que desplazarse fuera de la casa, ellas son las que más se comunican a través de la red, y esto marca una tendencia muy importante.
Sobre las percepciones acerca del país, lo destacable al respecto, más allá de la inmensa desconfianza que los escolares tienen de los políticos, es su percepción de la exclusión y de la discriminación entre peruanos. Desde muy pequeños han sentido que los peruanos no son iguales; que el color de la piel, el dinero y el prestigio, el lugar del que vienen, así como las «relaciones», son factores de discriminación.
Finalmente, y a modo de recomendación, se sostuvo que la comunicación no puede ser ignorada por las políticas educativas del Estado, por las políticas internas en los centros educativos, por el maestro en el aula, por la madre y el padre en el hogar. No puede seguirse sosteniendo esta fractura y esta contradicción entre los conocimientos que vienen de la lectura y de las imágenes, sugiriéndose incidir en su complementariedad, dar curso a su autonomía y al desarrollo de sus propios puntos de vista acerca de lo que sabe y de lo que ocurre. Frente a la abundancia informativa, más que nunca, el escolar requiere de una educación que lo conduzca a discriminar la información y disciplinar el pensamiento, pero desde políticas y prácticas que le permitan integrar su pensar y su sentir, su razón y su emoción. Tales fueron las sugerencias.
El año sabático que me otorgó la Universidad de Lima fue un gran apoyo para la elaboración de este libro. En él he intentado explicar el recorrido de mi pensamiento en relación con los cambios que se han vivido y los resultados de las investigaciones. Creo que el esfuerzo por entender cómo se erosionan y transforman ciertos vínculos, las percepciones y las sensibilidades en la vida diaria y en la educación de los más jóvenes, es fundamental para mirar los problemas más allá de las coyunturas.
El primer trabajo, «Desafíos culturales y educativos en el siglo XXI. Los adolescentes peruanos frente al mundo y a su país», tiene el propósito de comprender el sentido de los cambios que hoy se viven en el mundo y los discursos que sobre ellos se difunden, a propósito de la educación, la explosión de las imágenes y la información en el mundo digital. Asimismo, a qué nuevos retos están sometidos los más jóvenes y qué tipos de aprendizajes se requieren en tiempos de extensa incertidumbre. En la segunda parte del estudio se ofrece un análisis de las percepciones y visiones de los adolescentes de tres ciudades del Perú sobre el país, su futuro y la desigualdad social. Esto nos permite contrastar el mundo interno y subjetivo de los más jóvenes y sus sentimientos de ajenidad, frente a las promesas de una sociedad global que deja de lado la historia y la cultura. Se insertan los testimonios de escolares de Chiclayo, Cusco e Iquitos recogidos el 2006. La intención es mostrar cómo la llamada cultura-mundo tiene «espesores» distintos según el lugar y la mirada particular dentro del mismo país.
El segundo texto, titulado «Los nativos digitales entre páginas y pantallas. Los padres limeños, sus percepciones y temores», problematiza y reflexiona sobre las pantallas