Contratos. Freddy Escobar-Rozas

Contratos - Freddy Escobar-Rozas


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en la medida que dependen del mérito de tales consideraciones.

      Desde una perspectiva positiva, la moral se proyecta sobre todas aquellas conductas que los integrantes de una organización social realizan (mostrar compasión) o evitan realizar (causar daños) para preservar las condiciones mínimas aceptables de una vida grupal. La moral, por tanto, involucra códigos de conducta esenciales que los integrantes de una organización social observan en un momento determinado para garantizar la estabilidad de la vida grupal.

      Así entendida, la moral es una fuente de reglas, que interactúa con otras dos fuentes de reglas creadas por la organización social: la ley y la religión.

      La religión y la moral también suelen coincidir en ciertos ámbitos. Por ejemplo, las reglas religiosas y morales imponen el deber de no mentir. Sin embargo, la religión y la moral presentan dos diferencias fundamentales. Primera: la religión no se agota, como la moral, en la generación de guías de comportamiento; la religión constituye una “filosofía de vida” animada por entidades supra naturales y por eventos del pasado. Esas entidades y esos eventos justifican la existencia de reglas permanentes, constantes, que han de ser aceptadas y cumplidas al margen de la razón o de la emoción. La religión abarca la esfera social e individual, sus reglas han de ser observadas tanto cuando la persona interactúa con otras, como cuando la persona actúa consigo misma. Segunda: la religión (desafortunadamente en no pocos casos) condena comportamientos moralmente aceptables o admite comportamientos moralmente inaceptables: algunas religiones condenan el intercambio sexual entre personas del mismo sexo, mientras que otras religiones permiten el matrimonio de un adulto con un menor de edad.

      A pesar de que los códigos de conducta que impone la moral varían de grupo en grupo, es posible aceptar la idea de que existe cierta estructura común, de carácter universal, al nivel más abstracto posible (el de los “principios”).

      En las obras de los pensadores británicos de los siglos XVII y XVIII, es posible descubrir los primeros esfuerzos sistemáticos en describir cómo se forman aquellos códigos de conducta.

      Existen, ciertamente, ciertas diferencias entre las ideas de estos pensadores.

      Hutcheson y Shaftesbury, por ejemplo, piensan que los sentimientos morales son innatos; que las personas nacen con la capacidad de sentir compasión por la víctima o de sentir admiración por el virtuoso. Locke, Hume y Smith, por el contrario, piensan que los sentimientos morales no son innatos, sino adquiridos en el tiempo, en función de la experiencia y la cultura (Himmelfarb, 2005, pp. 25-33).

      Hume, por ejemplo, piensa que los sentimientos morales son “pasivos”, en la medida que surgen de forma automática ante la ocurrencia de una situación determinada. Si B presencia el dolor de C por el fallecimiento de C1 (su hijo), B sentirá de inmediato empatía por C. Smith, por el contrario, piensa que los sentimientos morales son “activos”, en la medida que surgen, no de forma automática ante la ocurrencia de una situación determinada, sino de la apreciación de las circunstancias que producen tal situación. Si B presencia el dolor de C por el fallecimiento de C1, B no sentirá empatía por C si conoce que C1, criminal confeso, fallece a causa de una acción de legítima defensa de D (su víctima) (Rasmussen, 2017, p. 91).

      Quizás la diferencia más relevante entre las ideas de estos pensadores británicos radica en el valor moral que asignan a las consecuencias de las acciones. Hume piensa que las personas aprueban, de manera natural, todas las cualidades que generen utilidad. Por lo tanto, el concepto de utilidad ha de guiar el juicio de valor moral. Esto significa que, en el ámbito moral, la acción X será correcta si produce utilidad e incorrecta si produce de sutilidad. Smith no niega la relevancia de la utilidad; no obstante, piensa que el concepto de utilidad no puede, per se, guiar el juicio de valor moral. En su opinión, es preciso, también, atender a las razones y a las circunstancias. Esto significa que, en el ámbito moral, la acción X será deseable o indeseable en función de (i) las consecuencias que produzca (utilidad / de sutilidad); (ii) las razones que la expliquen; y, (iii) las circunstancias que la rodeen (Rasmussen, 2017,

      pp. 96-98).

      La idea de que la moral está constituida por “sentimientos” se encuentra revitalizada, aunque con otros alcances, por obra de la biología evolutiva, de la psicología social y de algunas otras disciplinas afines.

      La moral, desde esta perspectiva, se explica por la existencia de un estado psicológico de naturaleza innata, que activa de manera automática determinadas respuestas ante la presencia de determinados estímulos. Las respuestas en cuestión se basan en el sentido de lo “correcto” y de lo “incorrecto”; y pueden consistir (i) en una acción positiva, como socorrer a una persona vulnerable; o, (ii) en una acción negativa, como inhibirse de dañar a una persona vulnerable.

      Existe una discusión entre psicólogos, filósofos y biólogos acerca del alcance del dominio moral. Algunos consideran que el dominio moral está conformado por un solo valor fundamental (“no ocasionar daño”, “actuar con justicia”, “respetar los derechos”). Los juicios morales que las personas realizan se basan en ese valor. Otros, por el contrario, consideran que el dominio moral está conformado por diversos valores fundamentales, construidos a lo largo del proceso evolutivo. Los juicios morales que las personas realizan se basan, cuando menos, en alguno de esos valores (Graham et al., 2011, p. 367).

      La evidencia sugiere que el dominio moral se encuentra conformado por diversos valores fundamentales, que responden a los diversos desafíos adaptativos del proceso evolutivo. Estudios antropológicos demuestran de forma consistente que en todas las culturas se encuentran presentes, cuando menos, cinco supra-categorías morales, cinco valores fundamentales, que, como el sentido del gusto o la estructura gramatical, se transmiten genéticamente (Graham et al., 2011, p. 369).

      Esas supra-categorías, esos valores fundamentales son: protección, corrección, autoridad, lealtad y puridad.

      La idea de que los valores en


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