Tres ensayos sobre democracia y ciudadanía. Baldo Kresalja
J. Habermas, citado por Ramírez N., A., op. cit., p. 133, señala que «el espacio de la opinión pública, como mejor puede describirse es como una red para la comunicación de contenidos y tomas de posturas, es decir, de opiniones, y en él los flujos de comunicación quedan filtrados y sintetizados de tal suerte que se condensan en opiniones públicas agavilladas en torno a temas específicos».
100 Martí, J. L., op. cit., p. 17.
101 Martí, J. L., op. cit., p. 22.
102 Held, D., op. cit., p. 334.
103 Held, D., op. cit., p. 340.
104 Ibid.
105 Sobre este punto, ver Martí, J. L., op. cit., pp. 49 y ss.
106 Martí, J. L., op. cit., pp. 297 y ss.
107 Held, D., op. cit., p. 348.
108 En un interesante artículo, «Democracia y nuevas formas de participación», Luigi Bobbio ilustra tres mecanismos participativos: los presupuestos, el debate público francés y los mecanismos basados en el sorteo, y revela las dificultades y dilemas que enfrentan para su concreción. Afirma que, si bien son una respuesta no populista a la crisis de la democracia representativa, se enfrentan a problemas de participación con un siempre presente riesgo de manipulación (en La democracia en nueve lecciones. Madrid: Trotta, pp. 47 y ss.).
109 Castella, J. M. «Las enseñanzas del tiempo transcurrido, o de cómo la democracia representativa sigue siendo imprescindible», en La democracia indignada, op. cit., p. 151.
110 Innerarity, D. El nuevo espacio público, op. cit., p. 50.
111 Innerarity, D. El nuevo espacio público, op. cit., p. 18.
112 Ibid.
113 Ibid., p. 271.
114 Ibid., p. 68.
115 Innerarity, D. La política en tiempos de indignación, op. cit., p. 276.
116 Tanaka, M., «¿Crónica de una muerte anunciada? Determinismo, voluntarismo, actores y poderes estructurales en el Perú, 1980-2000», en Lecciones del final del fujimorismo. Lima: IEP, 2001, p. 71.
117 Ibid., p. 79.
118 Ibid., p. 80.
119 Grompone, R. «Modernidad, identidades políticas y representación», en El Estado está de vuelta: desigualdad, diversidad y democracia, op. cit., p. 221.
120 Mires, F. Ciudadanía, op. cit., p. 123.
121 Ibid.
122 Innerarity, D. El nuevo espacio público, op. cit., p. 145.
123 Ibid., p. 147.
124 Ibid., p. 148.
125 Ibid., p. 152.
126 Cortina, A. Ciudadanos del mundo, op. cit., p. 188.
127 Ibid., pp. 190 y ss.
V.
Sistema electoral y medios de comunicación
1. LA IMPORTANCIA DEL SISTEMA ELECTORAL
1. El artículo 2.17 de la Constitución Política del Perú señala que toda persona tiene derecho «a participar, en forma individual o asociada, en la vida política, económica, social y cultural de la Nación. Los ciudadanos tienen, conforme a ley, los derechos de elección, de remoción o revocación de autoridades, de iniciativa legislativa y de referéndum». El capítulo III de la misma Constitución trata de los derechos políticos y de los deberes ciudadanos, ratificando y ampliando lo señalado en el citado artículo 2.17. Esa participación tiene como finalidad que el pueblo elija a sus representantes. Ello significa que quienes gobiernan serán elegidos por el pueblo y que la fuente de su poder radica en esa elección, no en un acto de fuerza que ignore la voluntad popular. Así, pues, la representación popular es designada mediante el sufragio.
Como se ha señalado reiteradamente, el sufragio tiene varias funciones y, siguiendo a Aragón Reyes, citado por Blancas Bustamante, una de ellas es producir representación política, gobiernos, es decir, establecer mayorías y minorías; limitar temporalmente el poder, razón por la que el sufragio se realiza periódicamente; y legitimar el poder del Estado en la medida en que todo poder democrático reside en el pueblo128. Desde otra perspectiva, el sufragio entendido como un derecho tiene un doble contenido, esto es, el derecho de cada ciudadano a votar y a ser elegido (artículo 31 de la Constitución).
2. Mucho se ha debatido en cuanto al significado y efecto de las elecciones. Se trata de un fenómeno moderno, pues durante la mayor parte de la historia de la humanidad el derecho a gobernar no requería autorización de los gobernados. Las llamadas elecciones competitivas, que son aquellas que se realizan periódicamente y cuyos resultados permiten conocer al ganador y quien está en el gobierno debe dejarlo para ser sustituido por el triunfador, son las que se consideran verdaderamente democráticas. Debe quedar claro que sin elecciones no hay representación, tal como la entendemos hoy. Puede afirmarse que minimizan la insatisfacción de cómo somos gobernados, y desde esa perspectiva previenen la violencia, pero no sirven directamente para reducir la inequidad económica, pues «el valor de las elecciones para transformar las relaciones económicas y sociales parece ser débil»129. Sin embargo, no se ha encontrado otro método mejor para elegir gobernantes. «A fin de cuentas —dice Przeworski—, las elecciones son apenas un marco dentro del cual personas en cierto modo iguales, en cierto modo efectivas, hasta cierto punto libres pueden luchar en paz para mejorar el mundo de acuerdo con sus diferentes visiones, valores e intereses»130. Es necesario advertir que los procesos electorales pueden adolecer de múltiples defectos e inconvenientes, y estar influidos por muchos factores tanto vinculados al poder como al dinero, y que los contrincantes políticos pueden hacer uso frecuente de trucos y trampas para ganar. Pero también es preciso recordar que suelen ser los países que tienen elecciones competitivas los que han alcanzado un nivel de desarrollo y de bienestar superior.