El Criterio De Leibniz. Maurizio Dagradi
desplazada, pero nunca hemos podido cambiar el destino, el punto B, no sabemos por qué. El material que os hemos dado esta mañana contiene la información sobre el dispositivo, y los informes de cada transferencia de materia que hemos realizado, con los parámetros correspondientes, las regulaciones micrométricas, la energía utilizada y el resultado obtenido. Ahora tenemos que encontrar la base teórica del experimento.
—¿A qué debía servir esta máquina? —preguntó Kobayashi—. ¿Por qué la construiste, al principio?
—Quería hacer experimentos sobre una ionización a baja energía de los gases —mintió Drew, para no revelar su tentativo pueril de liberarse del yugo de su hermana con el corte de césped.
—Entiendo. —Kobayashi empezó a ojear la documentación—. ¿Has intentado sustituir este generador y ver si el efecto se sigue produciendo? —preguntó, señalando una parte del esquema.
—No, Nobu. No hemos modificado nada, para no arriesgarnos a perder para siempre la posibilidad de realizar el experimento con éxito.
—Muy bien, Drew-san. Lo primero que hay que hacer, sin duda alguna, es construir un sistema idéntico a este y ver si funciona.
Drew no lo había pensado.
Era obvio que Nobu tenía razón.
—Marlon, haz una copia de la lista de elementos y consigue rápidamente todos los elementos disponibles comercialmente. Algunas partes las construimos a mano. Me ocuparé de ello personalmente. —Miró a su grupo de investigación—. Compañeros, ¿qué pensáis de todo esto?
Schultz estaba hablando con Kamaranda. Interrumpió lo que decía y se dirigió a Drew.
—Lester, nos parece muy extraño que hayas podido producir un efecto tan revolucionario con un método tan simple. Piénsalo un poco. Han pasado ya dos siglos que el hombre experimenta con los campos electromagnéticos, usando las máquinas más complejas con los enfoques más variados. En todo este tiempo, es sorprendente que nadie se haya topado nunca con este fenómeno.
—Yo también estoy sorprendido, amigos míos. Por eso tenemos que comprender por qué se produce, y así podremos comprender también por qué todavía no lo había observado nadie.
—Tiene que estar produciéndose una distorsión extrema en el tejido espacio temporal —y volvió a hablar con Kamaranda. Los dos se acercaron a una pizarra y empezaron a escribir ecuaciones, a trazar gráficos con ejes inclinados, corregir y volver a escribir. El resto del laboratorio había dejado de existir para ellos.
—Bien, señoras y señores —dijo McKintock—, les recuerdo que este trabajo es absolutamente confidencial. No debéis hablar de ello con nadie, y por ninguna razón. Yo vuelvo a mi despecho, y espero sus noticias. Gracias por su valiosa colaboración —concluyó, y se marchó.
—Profesor Drew, ¿ha intentado poner una muestra en el punto B, dejando vacío el punto A, y activar el aparato? —intervino Jasmine Novak por primera vez, desde el inicio de la reunión.
—Todavía no. Podemos hacerlo ahora. Profesora Bryce, ¿viene conmigo?
—¡Por supuesto! —respondió ella alegremente. El té y las pastas habían cumplido con su función.
Se dirigieron al despacho de Bryce, mientras Novak permanecía en el laboratorio estudiando la información.
Una vez en su despacho, Bryce cogió de su silla el trozo de plástico que habían transferido, y lo observó con atención, girándolo en todas las direcciones. Parecía perfectamente íntegro. Drew, mientras tanto, se dio cuenta de que no conocía con precisión la posición del punto B, sino solo una indicación aproximativa: un poco sobre el asiento de la silla. Por lo tanto, no podía colocar la muestra como habría hecho con el punto A. Miró a su alrededor y vio un trozo de espuma de poliestireno en una caja de productos químicos en una estantería. Tenía cincuenta centímetros de largo, y unos treinta de ancho y de alto. Convenía a su propósito. Lo apoyó sobre la silla, vertical, esperando que el punto B quedara en su interior.
—Me quedaré aquí para reorientar la muestra si hiciera falta —dijo Bryce.
—De acuerdo. Estaremos en contacto por teléfono. Permanezca lejos de la silla.
La profesora sonrió, al mismo tiempo que asentía, y Drew volvió al laboratorio.
—Ahora intentaré transferir espuma de poliestireno de B a —anunció.
Maoko cerró la carpeta con los documentos y se acercó al ordenador.
—Profesor, ¿puedo? —le preguntó.
Drew vio que Kobayashi se había acercado a los instrumentos y miraba sonriente las regulaciones micrométricas.
¡Ya habían leído todos los informes y sabían utilizar el dispositivo! Drew estaba incrédulo.
—¡Te lo ruego! —aceptó Drew, calurosamente.
Maoko se sentó frente al ordenador, verificó los parámetros y miró a Kobayashi. Este inclinó su cabeza como gesto afirmativo. La muchacha presionó la tecla de activación e, instantáneamente, apareció un cubo de unos cinco centímetros de lado sobre la placa denominada «punto A».
Novak había observado todo en silencio.
—Profesor Drew, pregunte a Bryce si ha notado algún efecto en la muestra en el momento de la transferencia —solicitó.
Durante el experimento, Bryce había permanecido fuera del campo de la cámara, que encuadraba el bloque de poliestireno colocado sobre la silla; aparentemente seguía en la misma posición en la que lo había puesto Drew.
El físico cogió el teléfono y marcó el número del despacho de Bryce. Ella respondió inmediatamente.
—¿Sí?
—Hemos hecho una transferencia exitosa hace unos treinta segundos. ¿Ha notado algo particular, sonidos, vibraciones u otro?
—Absolutamente nada. Si no me lo hubiera dicho, habría jurado que no había pasado nada. Y, sin embargo... —entró en el campo visual que se mostraba en la pantalla, cogió el poliestireno y lo puso delante de la lámpara de su escritorio, para observarlo por transparencia—, sí, a esta altura hay un punto en que la luz pasa más fácilmente. Diría que es un área de unos cinco centímetros de lado.
—Perfecto, gracias, profesora. Espere un momento, por favor.
Miró a Novak interrogativamente.
—Hasta ahora hemos intercambiado materia sólida y aire —dijo ella—. Probemos ahora sólido y sólido.
Drew asintió.
—Profesora, por favor, coloque el poliestireno para que haya materia sólida en el punto B.
—De acuerdo.
Mientras tanto, Bryce había marcado un círculo en una cara del bloque de espuma con un rotulador, a la altura del punto en que la materia había desaparecido. Colocó el mismo bloque de poliestireno, pero esta vez girado ciento ochenta grados. El punto B correspondía a una parte intacta de la muestra.
Drew cogió un cubo de hierro de su caja de muestras, de cinco centímetros de lado, y lo colocó sobre la placa.
—Preparados —dijo a sus compañeros japoneses.
Maoko activó el aparato e inmediatamente después Bryce exultó por teléfono:
—¡Funciona! El bloque se ha vuelto más pesado, he visto como se ha hundido más en la silla. Esperad un momento.
Levantó el bloque de espuma y notó el aumento de peso. El examen a contraluz confirmó que el bloque de hierro estaba contenido en el de poliestireno, después de haber sido intercambiado desde el punto A por un trozo de poliestireno de idéntico tamaño, el cual aparecía ahora sobre la placa en el laboratorio de física.
Observar