Sin ti no sé vivir. Angy Skay
puedo dejarlo, lo necesito en mi vida… —susurro.
—No, nena, te equivocas. Nadie es imprescindible en esta vida.
—Pero…
—Ni peros ni nada, Katrina. No puedes estar así —comenta Ross—. No te das cuenta, pero poco a poco está consumiéndote.
Sé que llevan razón. Joan no es el mismo, y las cosas van empeorando por días. Creo que estoy aguantando demasiado con él por el simple hecho de no verme capaz de dejarlo.
—No pienses ahora. Termina de vestirte, que esta noche vamos a pillar una buena —añade Dexter con una sonrisa pícara.
Termino de arreglarme y me pongo el vestido más corto y provocativo que tengo en el armario. Me calzo unos tacones de diez centímetros y salimos dispuestos a pegarnos la juerga de nuestra vida.
A las cinco y media de la mañana no tengo ni la más mínima noticia de Joan, ni una llamada ni un wasap. Mi estado, ahora mismo, está algo perjudicado. Dexter pega un chillido que me hace entrecerrar los ojos un poco y me planta el décimo chupito en la mesa. Al hacerlo, parte del contenido cae sobre ella, y le doy gracias al cielo por no tener que digerir el líquido al completo.
—Dexter… —se me traba la lengua—, creo que no puedo más.
—¿Vas borracha?
—No…, voy muuuy borracha —le aseguro.
—¡Vamos a bailar! —grita Ross, que está igual que todos.
—Lo siento, pero creo que si me levanto…, voy a… matarme —tartamudeo.
Ambos se van a la pista y yo me quedo sentada en el cómodo sofá redondo donde llevamos toda la noche. Miro el móvil mientras bebo un sorbo de la copa que tengo en la mesa y me entra un wasap.
Kylian:
¿No crees que deberías dejar de beber? (05:40)
Arrugo un poco el entrecejo, puesto que ya me cuesta hasta ver. Aun así, consigo teclear un mensaje.
Katrina:
¿Estás espiándome? (05.41)
Kylian:
… (05:42)
Katrina:
¿Perdona? (05.42)
No entiendo sus puntos suspensivos, pero tampoco puedo pararme a pensar. Tengo las neuronas borrachas también.
Kylian:
Vete a casa, por favor. (05:43)
Katrina:
¿Qué? ¡Vete tú! Deja de hablarme. (05:43)
Pongo el teléfono móvil encima de la mesa, pensando que no va a contestarme, pero vuelve a vibrar.
Kylian:
No me hagas sacarte a hombros del pub.
Con ese vestido, se te va a ver todo. (05:45)
Katrina:
¡Ja! No te atreverás… (05:45)
Una sonrisa burlona sale de mis labios.
Kylian:
No me tientes. (05:47)
Katrina:
Déjame tranquila, Kylian. (05:47)
Lanzo el teléfono sobre la mesa con desgana y me incorporo un poco para llegar hasta mi copa. Le doy un pequeño sorbo, pero no me da tiempo a nada más, ya que desaparece de mis labios sin darme cuenta. Me giro para regañar a Dexter, pero me doy cuenta de que no es él… Es un impresionante hombre con unos prados verdes por ojos. Intento mantener la cabeza en su sitio, sin embargo, la gran cogorza que llevo me lo impide y empiezo a hablar más de la cuenta:
—¡Hombre! ¿Te invito a una copa? —le pregunto con retintín—. No hace falta que me quites la mía. —Arrugo el entrecejo, enfadada. Me levanto como puedo de mi asiento e intento coger la copa que tiene alzada, pero me es imposible. Sí, soy pequeña; ni con tacones supero a este tío—. ¡Kylian! ¡Dame la jodida copa!
Mi enfado crece por segundos. No me molesto ni en mirar a mi alrededor, pues seguro que estoy haciendo el ridículo en una discoteca que está llena hasta la bola.
No me contesta, solo se digna a mirarme con una pícara sonrisa en los labios. Es obvio que está divirtiéndose más de la cuenta con esta situación. Durante mis intentos por alcanzar mi meta, pone con cuidado la copa sobre la mesa, agarra el lado izquierdo de mi cadera y me sienta en sus rodillas. Intento girar mi cara para mirarlo, pero no me lo permite. Mis ojos se van a sus manos, que agarran las mías para ponerlas en la mesa.
—Déjalas ahí —susurra en mi oído.
Abro los ojos en su máxima extensión. ¿Qué está haciendo? Miro hacia la pista de baile y no encuentro a Dexter ni a Ross por ningún sitio. El pánico comienza a apoderarse de mí al pensar que pueden llegar en cualquier momento.
—Tus amigos están ocupados bebiendo y bailando, te lo aseguro.
—¿Qué haces aquí? —consigo preguntarle.
Empuja mi cuerpo hasta ponerlo en el filo de sus rodillas, de tal manera que casi estoy pegada a la mesa, inclina mi espalda hacia delante y me susurra:
—Deberías dejar de beber.
—No eres mi padre —le contesto de mala gana.
—Lo sé. Aun así, creo que tendrías que irte a casa. Es tarde y…
—¿Y vas a llevarme tú? —lo interrumpo. Me giro, lo miro con una ceja alzada, le sonrío chula y me pongo un dedo en la barbilla—. Espera…, ¿quieres meterte en la cama conmigo y con Joan?
Mi pregunta no le hace gracia; lo noto en sus ojos. Me empuja más al filo, lo que hace que me agarre a la mesa para no caer.
—Eres muy graciosa.
Durante un segundo, nos miramos fijamente y se hace el silencio. Lo único que nos interrumpe es la estridente música que tenemos de fondo. Miro de nuevo hacia delante para contemplar la pista. Intento levantarme de encima de él, pero me lo impide agarrando mis caderas aún más fuerte. Todo mi cuerpo tiembla cuando escucho cómo me dice roncamente:
—Sé que no has podido olvidarte de mí.
No me muevo, no pestañeo; solo abro los ojos de nuevo sin dar crédito a lo que acabo de oír. Y, para ser sinceros, también sé que nunca olvidaré aquel momento.
Toca el borde de mi vestido, lo dobla e introduce una mano dentro de él.
—Sé que te encantaría volver a sentirme dentro de ti.
Aparta mis bragas a un lado y me estremezco.
—¿Qué estás haciendo, Kylian? —le pregunto con un hilo de voz, incapaz de moverme.
—Estás mojada —musita.
Mis manos se agarran más fuerte a la mesa, si es que pueden, mis nudillos se vuelven blancos y mi respiración se agita. Un dedo entra en mi sexo valiéndose de movimientos lentos y precisos mientras otro aprieta mi clítoris y lo pellizca de vez en cuando. Seguidamente, otro dedo se introduce.
—Reza para que después de esto no te tire encima de esta mesa y te folle delante de toda esta gente y de tus amigos.
Vuelvo a temblar, ya no sé si por lo que acaba de decirme o por el gran placer que está haciendo que sienta en este mismo instante. Mis muslos se aprietan contra su mano cuando todos mis músculos se contraen.
—Estás empezando a temblar.
Ya no oigo, ya no veo y ya no me percato de si viene alguien o no. Miro a un punto fijo de la barra mientras intento concentrarme en el orgasmo que voy a tener de un momento a otro. Noto mi