Sin ti no sé vivir. Angy Skay

Sin ti no sé vivir - Angy Skay


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mal lo que hacía. Pero me he dado cuenta de que le merezco y de que tengo futuro con él.

      —¿Está dispuesto a dejar a su mujer por ti? —le pregunto—. Eso es algo muy importante.

      —No lo sé. Está enamorado de ella, y no sé hasta qué punto querrá o no separarse. —Resopla de nuevo mientras se pasa las manos por la cara.

      —No tenía ni idea de que era algo así. ¿Por qué no nos lo has contado?

      —Ross, no quería que pensarais mal de mí. No suelo ir saliendo con hombres que están casados, pero él es diferente.

      —¿Cómo se llama el individuo? —me intereso.

      —Eso qué más da —evita responder a mi pregunta—. Es alguien muy reconocido, y tiene pasta. —Ríe como una bruja—. Pero no quiero que os involucréis en esto. Si su familia se entera…

      —¿Tiene hijos? —le pregunta Ross.

      —Sí —musita.

      Me levanto y le doy un abrazo que ella acepta con gusto. Ross hace lo mismo y nos quedamos un rato en silencio, asimilando lo que acaba de decirnos.

      —Tómatelo con calma. Y, sobre todo, habla con él. Si de verdad te gusta, déjale las cosas claras y no sufras. Y no olvides llamar a Dexter para contárselo. Mañana se marcha, y cuando regrese, no quedará ciudad para que puedas correr de él.

      Asiente, pero sé que hay algo que no nos ha contado. Lo peor de todo esto es que no quiero que sufra, no quiero que le hagan más daño. Enma no ha tenido suerte con sus anteriores parejas. Las dos más «duraderas» le fueron infieles, y es algo que no soporta ni haría jamás, a pesar de que ahora esté siendo el segundo plato de otra persona.

      —Hablaré con él, ya os contaré —añade un poco triste.

      —Ya verás como todo sale bien. —Aprieto su mano—. Vamos a bebernos este chocolate y a buscar un picardías que haga que se le desencaje la mandíbula.

      Todas soltamos una ruidosa carcajada y hacemos que media cafetería nos mire. Nada más salir a la calle tras terminar, recuerdo una cosa.

      —A la vuelta de esa calle —digo, señalándola—, hay una tienda donde yo compro la lencería. A Joan le encanta todo lo que hay allí. —Sonrío al recordar varios conjuntos que tengo en mi cajón.

      —¡Perfecto! —anuncia eufórica—. Vamos, vamos. —Tira de mi mano.

      Me alegra saber que con ese detalle he conseguido sacarle una sonrisa.

      Al entrar en la tienda, la dependienta viene hacia nosotras a toda prisa.

      —Buenos días, ¿puedo ayudarlas?

      —Hola, Jess —saludo a la chica que tengo habitualmente.

      —Hola, Katrina, no te había visto. —Me da un abrazo—. ¿Qué tal va todo?

      —Bien. Venimos buscando algo sumamente llamativo para mi amiga. ¿Qué puedes enseñarnos?

      Jess se pone manos a la obra y comienza a sacarle miles de picardías que quitan el hipo. Mientras Ross está en el probador con Enma, me dedico a mirar la lencería de la tienda y buscar de paso algún conjunto más. Encuentro uno muy llamativo. Es negro y transparente, con un escote de pico bordado por líneas negras de raso y dos finas líneas con perlas a la altura del pecho. La parte de atrás está descubierta, y únicamente va atado por tres lazos: uno en el cuello, otro a la mitad de la espalda y otro por debajo del trasero. No deja lugar a la imaginación, pero me encanta.

      —Vas a matar a mi hermano.

      Me sobresalto al escuchar la profunda y sensual voz de Kylian detrás de mí. Me giro un poco y lo veo con las manos en los bolsillos. Está condenadamente guapo con esos pantalones vaqueros desgastados, ajustados a sus fuertes piernas. Lleva un polo de manga larga de lo más informal de color azul y de cuello redondo. Me mira expectante unos segundos y después desciende su mirada hasta mi mano izquierda, donde llevo el picardías. Mi respuesta no es otra que soltarlo rápidamente.

      —¿Qué haces aquí?

      —Buena pregunta, ¿y tú?

      —Mirar lencería, obvio. Pero no creo que encuentres nada en una tienda que es solo de mujeres.

      —A no ser que quiera hacer un regalo, ¿no?

      —Eso también. —Me siento un poco estúpida.

      —¿Tú qué me aconsejarías? ¿Eso que acabas de dejar?

      Me sonrojo de pies a cabeza.

      —Puede. Depende de cómo sea la chica a la que quieres regalárselo.

      —Mmm... —Se pone un dedo en el mentón, pensativo—. ¿Tú te pondrías eso? —Arqueo una ceja y me sonríe. No le contesto—. La verdad es que cuando te conocí..., ya me entiendes, nunca pensé que fueras tan...

      —¿Atrevida? —Me cruzo de brazos.

      —Más o menos.

      —¿Estás llamándome mojigata?

      Suelta una carcajada, y el resto de las personas que se encuentran en la tienda nos miran.

      —No exactamente.

      —¿Qué quieres, Kylian? —Directa al grano.

      Resopla y se pasa las manos por el pelo un par de veces.

      —Me gustaría que quedáramos para...

      —¡No! —Lo agarro del brazo y tiro de él para apartarnos un poco de los probadores—. Ni se te ocurra. Joan no puede enterarse nunca de nada de esto, o lo hundirás, ¿me has entendido? Y, por supuesto, jamás volverá a pasar —le digo con prisa y desesperada.

      —No me refiero a nada de eso. —Arruga el entrecejo.

      —¿Entonces? —No entiendo nada.

      —Solo quiero que nos tomemos un café, simplemente.

      Suspiro. Cuando voy a replicarle, Enma y Ross salen del probador y nos observan a ambos. No saben quién es, así que me miran interrogándome al mismo tiempo que se acercan a paso ligero hasta donde estamos.

      —Chicas, este es el hermanastro de Joan, Kylian —me apresuro a decir.

      Ambas abren los ojos como platos. La primera que se adelanta es Enma, como de costumbre.

      —Hola, yo soy Enma. —Extiende su mano.

      Le imita el gesto y asiente. Ross lo saluda tímidamente con un movimiento de cabeza, pero no hace ningún movimiento más.

      —¿Y qué haces aquí? —le pregunta Enma.

      Le reprocho con la mirada lo que acaba de preguntarle, pero ella parece no verme. A veces es tan dispuesta para todo que después no entiendo algunas reacciones suyas.

      —Es una tienda de lencería, ¿no? —contrataca Kylian.

      —Efectivamente, pero es una tienda de mujeres. ¿Estás buscando algo especial? ¿Para alguien especial? —le dice con picardía.

      —Puede ser.

      Me sonrojo de nuevo, y doy gracias a Dios por haber dejado el picardías en su sitio antes de que llegaran mis amigas. Enma parece quedarse conforme y se dirige al mostrador con una leve sonrisa para pagar las prendas que ha decidido llevarse. Aprovecho para salir de la tienda con Kylian mientras ellas terminan.

      —Entonces, ¿cuándo nos vemos?

      —No sé si es buena idea... —le respondo.

      —¿Por qué? Que yo sepa, un café no ha matado a nadie todavía.

      —Si Joan se entera...

      —No tiene por qué enterarse —me dice con rapidez.

      Tomo una gran bocanada de aire y asiento. No sé qué querrá


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