¿Qué estabas esperando?. Paul David Tripp
la vida no se encuentra en estas cosas.
¿Qué significado práctico tiene esto? Significa que las dificultades que enfrentas en tu matrimonio no son una evidencia del fracaso de la gracia. No, estos problemas son gracia. Ellos son herramientas que Dios usa para acosarnos y sacarnos de los entorpecedores confines del reino del yo, para que seamos libres para disfrutar las glorias celestiales del Reino de Dios. Esto significa que tú y yo nunca entenderemos nuestros matrimonios y nunca estaremos satisfechos en ellos hasta que entendamos que el matrimonio no es un fin en sí mismo. No, la realidad es que el matrimonio ha sido diseñado por Dios como un medio para un fin. Cuando lo conviertes en el fin, suceden cosas malas. Pero cuando comienzas a entender que es un medio para un fin, comienzas a disfrutar y ver valor en cosas que antes no eras capaz de disfrutar.
Cuando la guerra entre el Reino de Dios y el reino del ego, que se libra en el corazón de todos nosotros, no se gana, arrastramos nuestro matrimonio a los propósitos de nuestro diminuto reino. El problema es que nuestro cónyuge hace lo mismo. Así, que solo es cuestión de tiempo antes de que la devastación comience cuando nuestros pequeños reinos unilaterales colisionen.
Es solo cuando un esposo y su esposa viven intencional y gozosamente apegados a los planes, a los propósitos y al Señor del Reino, que su matrimonio puede realmente ser un lugar de unidad, entendimiento y amor. Libres de las agotadoras ansiedades por satisfacer la agenda de los deseos, necesidades y sentimientos del reino del ego, ahora pueden descansar en la bondad de Dios y amarse y servirse el uno al otro. El matrimonio es algo maravilloso que logra lo que fue destinado a ser solo a través de un arduo proceso.
Nuestro problema es que no nos gustan las dificultades de ningún tipo. Odiamos el dolor y repelemos el sufrimiento. Muchos de nosotros preferimos una vida fácil que una vida que honre a Dios. Así que antes de comenzar a pelear uno contra el otro, estamos realmente peleando contra Dios. Estamos peleando contra su plan y criticando su voluntad. Lo traemos a la corte de nuestro juicio y dictaminamos que no es amoroso ni sabio. Comenzamos a preguntarnos si lo que hemos creído es verdad y si vale la pena seguirlo. Al mismo tiempo, mientras nuestros corazones meditan en estas cosas, Dios está cerca y nos ama con un amor transformador. Cuidadosamente, Él nos trae al fin de nosotros mismos y nos está haciendo gente que encuentra gozo en amar a otros con la misma clase de amor sacrificial que Él nos ha dado.
Así que, mientras lees te pregunto: ¿Qué reino es el que da forma a tu matrimonio? ¿Qué reino define tu sueño? ¿Qué te hace realmente feliz? ¿Qué es lo que intensamente anhelas que sea tu matrimonio? ¿No será que lo que pensabas que era amor no era realmente el amor del Reino de Dios, centrado en el otro, para el servicio del otro? ¿No será que lo que realmente querías de la otra persona era que te amara tanto como tú te amas a ti mismo? ¿No será que tu enojo revela cuán celosamente apegado estás a los propósitos de tu propio reino? ¿No será que los problemas que enfrentas en tu matrimonio, tanto los pequeños como los grandes, no son estorbos sino oportunidades? ¿No será que cuando tú has pensado que Dios te a abandonado a ti y a tu matrimonio, Él ha estado muy cerca, dándote el mejor regalo de tu vida–Su gracia transformadora? Esta gracia te rescata de aquello de lo que tú no puedes rescatarte–tú mismo.
La reconciliación en tu matrimonio comienza cuando tú comienzas a reconciliarte con Dios. Comienza cuando comienzas a hacer esta oración radical: “Vénganos tu Reino, hágase tu voluntad justo aquí y ahora en este matrimonio, como se hace en el cielo.” ¡Cosas buenas suceden como resultado de esta oración!
COMPROMISO 1: Nos entregaremos a un estilo de vida de confesión y perdón.
COMPROMISO 2: Haremos del crecimiento y el cambio nuestra agenda diaria.
COMPROMISO 3: Trabajaremos unidos para formar un vínculo robusto de confianza.
COMPROMISO 4: Nos comprometeremos a cultivar una relación de amor.
COMPROMISO 5: Negociaremos nuestras diferencias con aprecio y gracia.
COMPROMISO 6: Trabajaremos para proteger nuestro matrimonio.
4.
DIA A DIA
Nunca olvidaré el momento. Era 1974 y Luella y yo estábamos en el primer nivel de la platea del teatro Forrest en Filadelfia. El teatro estaba lleno al final de la obra Godspell. Esta ya no era la audiencia de un teatro. Era una celebración, una fiesta. Estaban tocando y cantando la música de la obra una y otra vez. El aire estaba lleno de magia. La escena era electrizante. Las puestas estaban abiertas, pero nadie estaba interesado en irse. La historia del evangelio nos había transportado por un momento a otro lugar. Gente que no se conocía y probablemente nunca volverían a verse se agarraban de las manos unas a otras. Danzábamos, nos abrazábamos y reíamos. Fuimos llevados mas allá de nuestros temores e intereses personales. Estábamos celebrando una victoria que muchos ni entendíamos. Habíamos visto venir a la tierra a la Sabiduría y convertir a gente necia en héroes.
En ese momento único en la vida, todos cantamos la misma canción. La cantamos una y otra vez. Nadie en ese salón quería que esa canción terminara. Los músicos sonreían mientras la tocaban una vez más. Ellos sabían que quizás no volverían a experimentar eso de nuevo. Era como si sintieran que ellos no habían hecho que esto sucediera. Tal vez, por primera vez, estaban entendiendo de qué se trataba esa producción de la que habían sido parte por muchos meses.
Pensábamos que teníamos los mejores asientos en el teatro. Observábamos y veíamos una exuberancia que nunca habíamos visto y probablemente nunca volveríamos a ver hasta la eternidad. Mientras Luella y yo nos veíamos uno al otro, sabíamos que no necesitamos decir lo que estábamos pensando. Sabíamos lo que el otro sabía. Repentinamente, mi mente se hizo consciente con frescura de las palabras que estábamos cantando, palabras que toda la humanidad estaba supuesta a cantar. Las lágrimas comenzaron a llenar mis ojos. “Esto es para lo que fuimos hechos, de esto es de lo que se trata el evangelio, y solo la gracia es capaz lograrlo,” pensé mientras entonaba estas palabras con mi boca con la multitud que por el momento era como mi familia:
Día a día
Día a día
Amado Señor
Por tres cosas te ruego:
Verte claramente
Amarte intensamente
Seguirte fielmente
Día a día
No creo que sea posible tener una misión más apropiada para el matrimonio. Estoy profundamente convencido por la Escritura, por mi propia experiencia, y por las historias de otros que el matrimonio hay que afirmarlo verticalmente antes de poder rectificarlo horizontalmente. Antes de que puedas realmente ganar un terreno significativo en tu relación con tu cónyuge, un terreno real, donde tome lugar un cambio permanente, tú tienes que estar dispuesto a aceptar y tratar con lo que Dios dice sobre ti, tu esposa, tu mundo y Dios mismo – su propósito y su gracia. Estas cosas no son el enfoque de gente súper espiritual que quiere un matrimonio y además una gran espiritualidad. No; lidiar con estas cosas de manera que forme un cotidiano estilo de vida es el fundamento de un matrimonio como Dios lo diseñó y como El intenta hacerlo. Tú no puedes evitar enfrentar estas cosas más de lo que puedes evitar remover los árboles del terreno boscoso donde va a estar localizada tu nueva casa.
Lo que cantamos tan gozosamente esa noche fue mucho más que una canción, si bien la mayoría de la multitud no lo sabía. Era más bien un paradigma radical para una forma de vida que llena cada día con honestidad y esperanza. Las cosas a las que nos llama la letra de esta canción no son decisiones de una sola vez; están supuestas a ser compromisos cotidianos que se convierten en una manera regular de vivir la vida. Cuando los compromisos y las acciones que siguen son aplicados al matrimonio, algo muy simple, pero muy revolucionario sucede, y una vez sucede, nunca quieres volver atrás de nuevo.
LADRILLO A LADRILLO
Yo los había casado, así que fui yo quien recibió la llamada. Casi siempre es la esposa quien llama, y ella lo hizo porque se había visto forzada a enfrentar lo que en algún lugar recóndito