Acto matrimonial. Tim LaHaye

Acto matrimonial - Tim  LaHaye


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de su edad.

      Susie tenía tres problemas: no le gustaban las relaciones sexuales, no comprendía las necesidades de Bill, y le interesaba más su propia persona que la de su esposo. Cuando hubo confesado su pecado de egoísmo y supo lo que el amor realmente significaba para él, esto cambió su vida de alcoba. Hoy disfruta del acto amoroso, y recientemente nos envió una nota de agradecimiento por el tiempo que le habíamos dedicado, concluyendo: «La otra noche Bill me dijo: “Cariño, ¿qué te ha pasado? Durante años te he perseguido en torno de la cama, y ahora ¡eres tú quien me persigues!”» Sin duda, ella no tuvo que perseguirlo muy lejos.

      El acto conyugal es vitalmente significativo para el esposo al menos por cinco diferentes razones:

      1.Satisface su instinto sexual. Existe el convencimiento general de que el macho, en todas las especies de criaturas vivientes, posee un instinto sexual más fuerte, y el homo sapiens no es ninguna excepción. Esto no quiere decir que las mujeres carecen de un fuerte instinto sexual, pero como veremos en el capítulo siguiente, el suyo es esporádico, mientras que el del hombre es casi continuo.

      Dios diseñó al hombre para ser el iniciador, proveedor y jefe de su familia. De alguna manera esto está atado a su instinto sexual. La mujer a quien le disgusta el instinto sexual de su esposo, a la vez que disfruta de su inteligencia e iniciativa, hará mejor enfrentándose con el hecho de que no puede tener una cosa sin la otra.

      Para ilustrar las causas físicas del instinto sexual masculino presentaremos la evidencia científica de que «cada gota de fluido seminal contiene aproximadamente como 300 millones de espermatozoides».1 Ya que el hombre tiene la posibilidad de llegar a tener de dos a cinco eyaculaciones por día, dependiendo de su edad, resulta obvio que su sistema reproductivo elabora diariamente un enorme depósito de sémenes y muchos millones de diminutos espermatozoides. Si éstos no quedan liberados mediante el coito, pueden causarle gran frustración para su bienestar físico y mental. Un autor dice: «Un hombre normal y sano tiene una acumulación de sémenes cada 42 a 78 horas, lo que produce una tensión que precisa ser liberada.» La frecuencia de esa tensión será determinada por varias condiciones. Por ejemplo, si sobre su mente pesa algún trabajo psíquico o algún problema familiar, no estará tan consciente de tal presión como cuando está libre de preocupaciones. Numerosos estudios indican que los hombres procedentes de áreas rurales desean el coito con más frecuencia que los de áreas urbanas, dentro de la misma escala de edades. Las investigaciones explican que esto ocurre debido a que los urbanos están sujetos a mayores presiones psicológicas que sus congéneres rurales. Existe otra posibilidad, y es ésta: que el hombre rural de toda edad tiene tendencia a ejecutar trabajos físicos más duros, de modo que se encuentra en mejores condiciones físicas que el hombre de la ciudad, que suele gozar de una vida más sedentaria.

      Uno de los conceptos erróneos más comunes en la mente de jóvenes esposas son los relacionados con las necesidades sexuales de sus esposos. Debido a su falta de experiencia, a nociones preconcebidas y, sobre todo, a su temor al embarazo, muchas esposas jóvenes no comparten el entusiasmo de sus esposos para hacer el amor. Este hecho parece ocurrir al revés en los matrimonios avanzados en edad; pero en los primeros años la frecuencia del sexo es, a menudo, causa de conflictos y desacuerdos. Las jóvenes esposas pueden interpretar la pasión juvenil de sus esposos como bestialidad, sin percatarse de que tales instintos no son únicos, sino característicos de la mayoría de hombres normales. Estos instintos son un don de Dios para promover la procreación, que sigue siendo el propósito social primario de la humanidad. Ese don no sólo influencia su comportamiento sexual, sino también su personalidad, trabajo, motivación y casi todas las demás características de su vida. Sin ello él no sería el hombre del cual ella se había enamorado. Sabia es aquella mujer que coopera con esa necesidad en lugar de combatirla.

      2.Otorga plenitud a su hombría. Normalmente el hombre posee un ego más fuerte que la mujer. Si no se considera un hombre en sus propios ojos, no es nada; y de alguna manera su instinto sexual parece estar intrínsecamente ligado a su ego. Nunca conocí a un hombre impotente o sexualmente frustrado que haya gozado de una fuerte imagen de sí mismo. Un esposo sexualmente satisfecho es un hombre que rápidamente desarrollará la confianza en sí mismo en otras áreas de su vida.

      La mayoría de los hombres no echan la culpa de su inseguridad a la frustración sexual porque, o son demasiado orgullosos, o bien no se percatan de la conexión entre una y otra cosa; pero lo he observado tan a menudo que, dondequiera que encuentre un ego masculino quebrantado, busco su causa en la frustración sexual. Un hombre es capaz de llevar frustraciones académicas, laborales y sociales mientras que él y su esposa tengan buenas relaciones en la alcoba; mas el triunfo en otros campos se convierte en burla si fracasa en el lecho. Para un hombre, fracasar en la alcoba significa fracasar en la vida.

      Había una esposa cariñosa que me preguntó lo que podía hacer por su esposo cuyo negocio acababa de sufrir un colapso. Estaba más deprimido que jamás lo había visto, y se sentía incapaz de llegar a él. «Confío que volverá a ser como antes —decía—; es un hombre demasiado dinámico como para dejar que este único fracaso arruine su vida.» Ya que ella hizo oración con él, encargando su futuro económico a Dios, le sugerí que le hiciese el amor en forma agresiva, que se vistiese de manera provocativa, haciendo uso de su encanto femenino para seducirlo. Ella preguntó espontáneamente: «¿No cree que sospecharía? Siempre ha sido él quien ha llevado la iniciativa a este respecto. Y ahora ¿qué dirá si lo hago yo?» Su respuesta me dio oportunidad para explicarle que su ego quebrantado necesitaba una reiterada seguridad del amor por parte de ella precisamente porque se sentía derrotado. Muchos maridos temen en su subconsciente que sus esposas soportan el acto sexual debido a un sentido del deber o a una motivación de interés. Lo que cada hombre necesita, especialmente durante el período de derrota, es convencerse de que su esposa le quiere por lo que él es, y no por lo que hace por ella. Yo conocía bastante bien a su esposo, dinámico y colérico, para darme cuenta de que no sospecharía nada malo de su esposa, antes al contrario, cualquier manifestación de cariño por parte de ella le proporcionaría un sedante moral que le haría mucho bien. Más adelante, su esposa me informó que no lo había tomado a mal, sino que dentro de cinco minutos después de hacer el amor comenzó a compartir una nueva idea comercial con ella. Aunque esa idea nunca se materializó, lo encaminó hacia arriba. Pronto encontró su sitio y hoy goza de una posición bien lograda.

      Uno de los aspectos instructivos de este caso es el hecho de que ahora su esposo reconoce que su mujer le ayudó a «volver a ser él mismo». Naturalmente, jamás se refiere a su experiencia sexual, ignorando que yo lo sé; pero dice cosas como: «¡Mi esposa es toda una mujer! Cuando estaba aplastado y aniquilado, ella seguía teniendo fe en mí. Fue su confianza la que encendió la mía.» De hecho, antes de que ella viniera a pedirme consejo, había expresado su confianza en él muchas veces, diciéndole algo así: «No te dejes aniquilar, hombre; puedes empezar de nuevo.» Pero no pudo comunicarle su confianza en términos entendibles para él hasta que le hizo el amor. Mucho más adelante ella me ofreció un comentario muy interesante para mí. Me dijo que no pudo recordar que su esposo la hubiera abrazado jamás tan estrechamente durante el acto como aquel día. Mas esto no es muy difícil de comprender. Los hombres son muchachos crecidos, y el fracaso de ese hombre quebrantó su hombría y acentuó el niño que se esconde en el corazón de cada hombre. Pero el amor volvió a triunfar una vez más cuando todo lo demás en su vida había fallado.

      Algunas mujeres probablemente tacharán esta manera de hacer el amor como «explotación del sexo». Nosotros preferimos pensar de ello como expresión de amor altruista. Por amor a su esposo, esta esposa creó una atmósfera sobre la base de las necesidades de su marido, no sobre sus sentimientos propios. Es un hermoso cumplimiento de la descripción del amor en la Biblia: «No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros» (Fil. 2:4).

      Una mujer compartió con nosotros lo siguiente: «No importa en qué consista nuestra vida amorosa, hay un tiempo cada mes cuando siempre trato que mi esposo me haga el amor: la noche después que él ha pagado las cuentas de la familia. Parece ser la única cosa que lo vuelve a lo normal.» Su esposo merece una calificación inferior por su falta de confianza en Dios respecto a sus negocios


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