Acto matrimonial. Tim LaHaye

Acto matrimonial - Tim  LaHaye


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es que toda persona tiene una necesidad básica de ser amada. Esto, por lo general, es más verídico en cuanto a la mujer que al hombre. La mujer tiene una tremenda capacidad de amar, tanto para dar amor como para recibirlo. Hay cientos de ilustraciones sobre el «amor maternal», «amor de esposa», «amor de hermana». Indudablemente el lector está familiarizado con todos estos términos. No obstante, muchos desconocen los cinco tipos de amor requeridos por la mujer.

      a)Amor de compañerismo. Hay pocas mujeres que gozan de la soledad por largos períodos. El lector habrá notado qué pocas son las mujeres ermitañas. Naturalmente, pueden encontrarse algunas pocas excepciones entre ancianas, cuando la mujer llega a la senilidad después de haber sobrevivido a sus seres queridos. Pero toda mujer contempla el matrimonio como un compañerismo perpetuo, lo que explica el porqué de tantos problemas maritales en los casos cuando la ocupación del marido lo aleja del hogar por largos períodos de tiempo. Demasiado a menudo éste no comprende la necesidad de su compañía para su esposa. Cuando él se ve rodeado de gente, normalmente se pone impaciente porque anhela salir de allí para estar solo; pero cuando llega a casa, resulta que encuentra a su mujer con ansias de su atención y compañía.

      Si los hombres tuviesen presente esta necesidad de sus esposas, ocuparían menos tiempo frente al televisor cuando están en casa y aprenderían a gozar de la compañía que la esposa les ofrece. También es verdad que muchas mujeres harían bien en mejorar la calidad de su compañía al conversar sobre temas de interés para el hombre en lugar de hablar de trivialidades. Es poco conveniente para una mujer dirigir toda la conversación hacia sus propios intereses cuando su esposo llega a casa. Es una buena regla general la de acompañar su llegada a casa con conversación agradable e interesante para él, que además le proporciona un mensaje de amor y bienvenida. Esto implica normalmente la invitación a compartir sus pensamientos con ella, mostrando su interés en las actividades de él. Esto le da a la vez oportunidad para levantar el ánimo de su esposo con sus comentarios positivos.

      Las parejas que habían sido buenos compañeros antes de su matrimonio raras veces tienen problemas, mas si fallan en cultivar esa relación, la pierden inevitablemente. Nuestro hijo escribió una carta a su madre nueve meses después de haberse casado, diciéndole, entre otras cosas: «Kathy es mi mejor amiga.» Sin darse cuenta confirmó tener amor de compañerismo para con su esposa.

      Muy a menudo resulta difícil para una mujer dar amor físico a un hombre que no corresponde a su amor de compañerismo. Resulta siempre más fácil dar amor cuando se sabe que el destinatario lo necesita y lo aprecia. Una buena esposa debe, saber que su marido tiene la misma necesidad de su amor de compañerismo que ella por parte de él, independientemente de si él tiene un buen trabajo y triunfa o no. De hecho, cuanto más próspero es el esposo dentro de su vocación, tanto más necestia de la compañía de su esposa.

      b)Amor compasivo. La mujer tiene un don natural de atender enfermos, pero pocos son los hombres que cuentan con ese tipo de compasión. Cuando un niño o un esposo sufre, ¿quién corre en su ayuda? ¿Quién salta de la cama a las 2’30 de la madrugada a la menor queja del bebé? ¡Raras veces lo hace el padre del infante! Una madre no manifiesta su amor compasivo por ser madre, sino por ser mujer.

      Los hombres precisan aprender que la capacidad de la mujer para dar amor compasivo da testimonio de su propia necesidad de recibirlo también ella. Esto es así especialmente cuando ella sufre emocional o físicamente. Es lamentable que un hombre que goza de su amor compasivo cuando le duele algo, a menudo es lento para corresponder en el mismo sentido a su esposa amante. Aquí se aconseja que sea aplicada la «Regla de Oro».

      c)Amor romántico. ¡Las mujeres son románticas! Escondido en el corazón de cada niña (aunque esté crecidita) vive la imagen del príncipe azul montado sobre su corcel blanco para venir a despertar a la bella princesa con su primer beso de amor. Por esta razón ella necesita romanticismo, flores, música, luces tenues, cenas fuera y un montón de cosas más. Desgraciadamente muchos hombres fallan en comprenderlo, primariamente porque su propia necesidad de amor romántico o no existe o es mínima. Debe entender que está casado con una criatura con una necesidad extraordinaria de romanticismo. Algunos hombres juzgan mal a sus esposas estimando que tienen una mentalidad más práctica que otras mujeres. Para decir verdad, estas mujeres probablemente han tratado de superar aquel «ensueño» llegando a ser más «prácticas»; pero lo cierto es que a dichas mujeres les pareció mejor sofocar aquel deseo para evitar el desengaño a causa de la total ausencia de romanticismo en sus maridos. Sin embargo, ocasionalmente una noche fuera de casa sin los niños, algún pequeño obsequio inesperado u otra expresión de «romanticismo» puede ser muy grato para ella.

      La diferencia entre hombres y mujeres puede contribuir a sentimientos de incompatibilidad después de la boda. Una mujer no pierde nunca su necesidad de ser tratada en forma romántica, mientras que un hombre ni siquiera posee esa necesidad. Sus emociones están cerca de la superficie y son fácilmente encendidas; las de ella están en profundidad y arden lentamente. Es ese amor romántico el que hace responder a una mujer a pequeñas expresiones de consideración por parte del esposo, tales como abrirle la portezuela del coche, tomar su brazo al cruzar la calle o expresando la «Rutina de Sir Walter Raleigh», o sea, brindar con ella. Puede ser que a veces el esposo así atento se sienta un poco raro, pero la respuesta de su esposa valdrá la pena el poco esfuerzo.

      Recuerdo que un domingo íbamos entrando con el coche frente a la iglesia. Había cinco hombres observándome cuando caminé en torno del coche para abrir la portezuela a Beverly. Francamente, me sentía raro, pero valía la pena, no sólo por el suave apretón de mano que mi esposa me hizo sentir mientras nos encaminamos hacia la puerta de la iglesia, sino también más tarde, por la noche. Después de haber predicado cinco veces ese día estaba agotado cuando aparqué el coche frente a la casa. Eran como las once de la noche y llovía un poco. Cuando apliqué el freno de mano me sorprendí de ver a mi esposa abrir la portezuela y correr en la lluvia frente a los focos para levantar el doble portón del garaje. ¿Por qué lo hizo? A las cinco de la tarde tuvo una necesidad romántica de ser honrada y atendida frente a nuestros cinco amigos; a las once de la noche demostró su aprecio y respondió a mi necesidad.

      No se dejen engañar pensando que las mujeres de hoy son diferentes sólo porque muchas entre ellas visten una moda poco femenina y muchas veces actúan como si poco les importasen los modales y etiqueta de los hombres. Algo en las profundidades del corazón de mujer clama por el amor romántico.

      Jeri es un caso en ese sentido. A la edad de veintiún años aceptó a Cristo por medio de una señora joven de nuestra iglesia, con la cual habían estudiado juntas en la Universidad. Cuando recién había comenzado asistir a los servicios religiosos, vestía blue jeans y camiseta blanca. En su exterior era algo áspera y muy independiente. Al crecer su fe en el Señor, comenzó a vestirse con más cuidado y arregló su peinado. Sorprendentemente, resultó ser una mujercita sumamente atractiva. Muy pronto Roy la conoció, pidió conocer a sus padres y comenzó a salir con ella. Como un año después, Jeri vino a mi oficina para hablar sobre los planes de matrimonio. Cuando le pregunté qué era lo que le gustaba en Roy, respondió: «Me trata como una dama. Es el primer tipo que se molestó en caminar hasta mi puerta al venir a buscarme, o que abrió la portezuela del coche para mí, o apartó una silla para que me siente a la mesa.» Al indagar cómo era que le gustaba este tipo de trato, sus ojos se llenaron con lágrimas al susurrar: «¡Me encanta!» Ella había salido con chicos durante siete años, pero el primero que la trató como a una dama logró ganar su corazón. La razón es simple: las mujeres necesitan un amor romántico.

      d)Amor afectivo. La mayoría de las mujeres tienen ansias de besos de aprecio. El lector tal vez conozca algunas excepciones —así como nosotros—, pero si mira el asunto con más profundidad, encontrará que tal carencia de afecto es vivamente sentida. Algunas veces es motivado por un esposo que demanda sexo rápido en lugar de hacer el amor lentamente. Algunos hombres poco considerados pueden ser satisfechos con eso, pero la mayoría de las mujeres no. Para ellas, un tierno roce, un cálido abrazo y la cercanía del objeto de su amor resulta casi tan grato como un contacto más íntimo. En efecto, muchas esposas responden a una mirada de aprecio y a palabras de admiración. Sabio es aquel esposo que rompe con la rutina frecuentemente para


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