Acto matrimonial. Tim LaHaye
explosión titánica, emocional y física en que culmina el acto marital para el esposo se puede denominar como el placer más extraordinario que puede disfrutar jamás, al menos sobre una base repetible. En aquel momento todo otro pensamiento es borrado de su mente; cada glándula y órgano de su cuerpo parecen remontar por un ascenso febril. Siente como si su tensión sanguínea y su temperatura llegasen a bullir hasta perder el control. A este punto su respiración se acelera, emitiendo un ronco quejido de éxtasis al estallar la tensión con la liberación del semen en el objeto de su amor. Toda palabra resulta inadecuada para describir esta experiencia fantástica. Aunque la naturaleza agresiva del hombre encuentra otras experiencias fascinantes en diversas actividades —como saltos de esquí, carreras de ciclomotores, pilotar aviones a retroimpulso, y jugar al fútbol—, todo hombre está de acuerdo en que hacer el amor encabeza toda la lista.
Un enfermo del corazón nos proporcionó la mejor descripción que hemos oído jamás sobre lo que el acto marital significa para un hombre. Advertido por su médico de que cualquier ejercicio físico innecesario le podía costar la vida, continuó, sin embargo, las relaciones amorosas con su esposa. Había ocasiones cuando después del acto tenía que pasar por agotadoras experiencias de shock: sufría fuertes palpitaciones de corazón, su rostro perdía el color, y sus extremidades quedaban frías y acalambradas. Algunas veces tardó una o dos horas antes de que pudiese levantarse siquiera de la cama. Cuando le advertí que algún día podía matarse haciendo el amor a su esposa, respondió rápidamente: «¡No puedo imaginar una mejor manera de irme!»
El aspecto más hermoso de todo esto es que Dios creó tal experiencia gozosa para compartirla el hombre únicamente con su esposa. Si la ama y cuida en la forma como Dios le ordena, se desarrollará entre ellos una relación cálida y llena de afecto que enriquecerá toda su vida marital; la experiencia más extraordinaria y fascinante de hacerse el amor mutuamente, la cual será compartida varios miles de veces durante su matrimonio.
Napoleón Hill, en su libro muy práctico para hombres de negocios, Piensa y enriquécete, denota un malentendido muy común acerca del instinto sexual masculino, al instar a los vendedores a limitar la expresión de sus instintos sexuales porque podría restarles energía e iniciativas para su profesión.2 Nada más lejos de la verdad. Un esposo sexualmente satisfecho es un hombre motivado. Hill probablemente habrá sido víctima de la falsa idea, tan característica de la pasada generación, que sostenía que el sexo consume tanta energía que disminuye y puede acabar con la fuerza viril. Salvo que el autor hable de una frecuencia anormal de varias veces al día, su declaración simplemente no es cierta. Por el contrario, a un hombre sexualmente frustrado le resulta extremadamente difícil concentrarse, tiende a ser duro y poco congeniable, y, lo que es más importante, le es difícil retener metas a largo plazo. A la inversa, un esposo realmente satisfecho rehúsa malgastar su día de trabajo en trivialidades; desea aprovechar todo momento para volver a su esposa y familia, los que confieren a su duro trabajo real propósito y significado.
Dos cartas enviadas a «Querido Abby» con menos de diez días de intervalo ocasionarán una sonrisa pero ilustrarán muy bien nuestro punto. La primera, escrita por un esposo iracundo que se quejaba de su esposa por ser mala ama de casa, reconoció un hecho positivo que le agradaba: «Ella iría a la cama conmigo a cualquier hora que yo deseara.» La segunda carta venía de un vendedor que solicitaba que le respondiésemos al autor de la primera carta diciéndole que fuese agradecido por sus bendiciones maritales: «¡Si yo tuviese una mujer así, me sentiría estimulado a ganar bastante dinero para contratar para ella una mujer de faenas para venir a limpiar la casa!»
Marbel Morgan, autora de La mujer total,3 afirma que el hombre tiene en mente dos cosas cuando llega a casa en la noche: comida y sexo; y no siempre en este orden.
INSTINTO SEXUAL Y VIDA MENTAL
El problema espiritual más consistente con el cual se enfrenta el hombre cristiano normal es su vida mental. El instinto sexual masculino es tan potente que a menudo el sexo parece ser lo más importante en su mente. Todo joven que ha estado en el servicio militar puede testificar que el 95 por ciento de la conversación de los compañeros libres de servicio gira en torno del sexo. Bromas e historias sucias llegan a ser un constante bombardeo verbal. Pronto, después de llegar a ser cristiano, un hombre así recibe la orden, mediante la Palabra de Dios y el Espíritu Santo, de cambiar el curso de sus pensamientos. Naturalmente, nuestro Señor conocía este problema masculino universal, porque advirtió: «Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón» (Mateo 5:28). Tal adulterio mental probablemente ha llevado más hombres sinceros a la derrota espiritual que cualquier otro pecado.
Muchas mujeres cristianas fallan en comprender este problema masculino, lo cual es una de las razones por que frecuentemente optan por vestimentas tan provocativas. Si supieran los problemas mentales que causan al hombre común con la indecente exposición de sus cuerpos, muchas de ellas se vestirían con más modestia; pero como ellas no tienen tal estímulo sexual a la vista de un cuerpo masculino, no quieren comprender fácilmente la respuesta del hombre. Yo capté este mensaje cuando estuve designado en la Base Aérea de Las Vegas. Tras diecinueve días, recibí lo que consideraba entonces como uno de los deberes más interesantes: barrer las viviendas de las mujeres en servicio militar. Para mi mayor decepción, después de haber buscado la escoba más pequeña para prolongar mi deber, encontré los pabellones vacíos; todas las mujeres estaban en sus trabajos militares. Regresé al pabellón de servicio para coger una escoba más grnade, pero durante la limpieza me percaté de algo bastante sorprendente: no había ni una sola foto de desnudo masculino en los dos pisos del pabellón de mujeres. ¡Por el contrario, los 197 hombres de nuestro pabellón exhibían 193 fotografías de desnudos femeninos!
Otra ilustración sobre el hecho de que las mujeres carecen del problema de deseo visual ocurrió recientemente en nuestro hogar. Hojeando la revista Sports Illustrated, encontré una fotografía de «Míster América». Mientras estaba admirando sus brazos y musculatura ondulante, Bev se me acercó y, viendo por encima de mi hombro lo que yo estaba contemplando, exclamó espontáneamente: «¡Uf, qué grotesco!» Las mujeres tienen su propia clase de problemas espirituales, pero el deseo tipo actitud mental les significa rara vez un problema.
Hemos revisado todo esto para señalar algo importante. Una esposa cariñosa, con plena respuesta sexual, puede ser una ventaja muy grande para conservar la vida mental agradable a Dios de su esposo. Esto no quiere decir que la victoria y elevación espiritual del marido dependan del comportamiento de su esposa. De hecho, Dios ha prometido dar a un hombre apasionado la gracia para convivir con una esposa fría e indiferente. Pero no pocos esposos cristianos carnales han aprovechado el rechazo sexual de sus esposas como una excusa de que sus derrotas espirituales se hayan agudizado en períodos de deseos sexuales de tipo actitud mental.
Una esposa cariñosa que comprende las tentaciones de su esposo en ese sentido, reprimirá sus deseos de frenar sus impulsos amorosos y, considerando más las necesidades de su esposo que su propio cansancio, le dará su amor libremente. Su recompensa será la respuesta inmediata a su cariño y juntos podrán compartir la experiencia arrebatadora del amor marital.
Notas
1 Catherine Parker Anthony, Libro de texto de anatomía y fisiología (St. Louis: C. V. Mosby Co., 1963), pág. 44.
2 Napoleon Hill, Piensa y enriquécete (Cleveland: Ralston Publishing Co., 1956), pág. 274.
3 Publicado por Fleming H. Revell, Old Tappan, N. J., 1973.
3 | Lo que el acto de amor significa para una mujer |
¡Afortunadamente para las mujeres, los hombres y las culturas están cambiando! Se dice que hace una generación muchos hombres eran amantes egoístas y que la sociedad contribuyó a esa imagen de «macho» e hizo que pareciesen animales en la alcoba. Se suponía que el placer sexual de «la mujercita» era su derecho divino y sus relaciones eran, por lo general, experiencias