La sociedad de castas. Agustín Pániker Vilaplana

La sociedad de castas - Agustín Pániker Vilaplana


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estrecha. Muchas mujeres, en especial si lograron casarse a una edad ya algo más avanzada, rechazan ir a vivir con sus suegros y cuñados. En cualquier caso, es más fácil que una recién casada de 24 años contradiga a su suegra, o se oponga a realizar el trabajo de criada, que una de 14. De ahí la preferencia por la familia nuclear entre la clase media urbana; donde, por ejemplo, las viejas reglas de reclusión o segregación espacial por género han desaparecido. Asimismo, las mujeres en hogares nucleares poseen un grado de satisfacción sexual claramente superior a las que viven en hogares extensos (donde la privacidad es muy limitada). De forma similar, en una familia reducida, los niños reciben una atención más individual (centrada en su desarrollo físico, social o psicológico personal).

      En contrapartida, puede que la mujer en este tipo de familia se sienta más sola. La familia nuclear tiende a aislar a las mujeres y a recortar su esfera de influencia. Si económicamente la cosa no va bien, añorará la seguridad del hogar extenso, que es un sistema casi “comunitario”. Hasta hace muy poco, no era raro que una pareja que no lograba tener descendencia adoptara el hijo de otro miembro de la familia extensa.

      Con todo, muchos rasgos característicos de la familia extensa que hemos visitado se mantienen: el modelo sigue siendo esencialmente patrifocal y patrilocal, el matrimonio es pactado y la idea de pureza del hogar sigue viva.

      3. LA OCUPACIÓN TRADICIONAL

      Tras las reglas matrimoniales, el segundo punto que parece caracterizar a toda casta es su asociación con una ocupación tradicional. Hay castas de médicos, de escribas, de ganaderos, de sacerdotes, de barberos y de multitud de oficios y profesiones.

      Para algunos expertos, esta exclusividad hereditaria en ciertas profesiones y oficios generó en la India una división del trabajo esencialmente no competitiva, orientada a las necesidades del conjunto. Por tanto, si la endogamia separa claramente a los grupúsculos, su asociación hereditaria con una ocupación tendería a conectarlos, pues en la comarca todas las profesiones están obligadas a cooperar. En palabras de Edmund Leach:

      «La sociedad de castas en tanto un todo, es un sistema orgánico […] de división del trabajo en el que el elemento de competición entre los trabajadores ha sido grandemente excluido».1

      Esta apreciación es claramente más teórica que factual, y algo tautológica (todos los sistemas sociales son “orgánicos”), pero es ilustrativa –de cierta escuela de indología y– de un modelo ideal. Y este patrón ideal exigiría que los herreros se casaran entre herreros (endogamia) y tuvieran hijos que se dedicaran a la herrería (ocupación tradicional); y así con todas las castas. Algo de ello todavía perdura en la India, sin duda. Mencionábamos en la Introducción [véase Detractores y defensores] que nueve de los diez hombres más ricos de la India pertenecían a alguna casta “baniā” de comerciantes. Y aún podríamos afinar más: la especialización puede ser tal que 3 de los 4 indios que han recibido un premio nobel en ciencias han sido brāhmaṇs tamiles de la subcasta iyer.2 Los miembros de una casta tienden a considerar su ocupación tradicional como la “natural” para ellos. Dedicarse a otra tarea sería impropio y contrario a su adhikāra o predisposición innata. Y todas se enorgullecen de su pericia en tal ocupación. A resultas, consideran su trabajo un monopolio natural de casta. Volveremos sobre la cuestión [véase El dharma es contextual].

      ¿MONOPOLIOS OCUPACIONALES?

      Muchos nombres de casta tienen, en efecto, un origen ocupacional. Por ejemplo, la casta lohār, que se ha dedicado tradicionalmente a la herrería, toma el nombre de lohār, que significa “hierro”. Kumhāra quiere decir “alguien que hace potes”; de modo que la casta de los alfareros recibe el nombre de kumhār (o kumbāra, o kumbhār, etcétera). El nombre de baniā (o baniyā, o vāṇiyā, o baṇajiga, etcétera), típico de las castas comerciantes, proviene de la sánscrita vāṇija, que significa “mercader”. En el Punjab, jāṭ significa “agricultor”, lo mismo que vēḷḷāḷa en Tamil Nadu u okkaliga en Karnataka. Lógicamente, estas son tres denominaciones de grandes castas agrícolas de esas zonas. Telī significa “alguien que prensa aceite o porta sésamo”; de modo que la casta de los aceiteros recibe la apelación telī. Y así con infinidad de castas.

      Una misma ocupación puede recibir nombres de casta distintos según las variantes regionales, especializaciones o características culturales. Los médicos (vaidyas) pueden ser tamiles (vaidiyars) o bengalíes (baidyās). En Tamil Nadu hay vaidiyars que se dedican a la medicina āyurveda, a la medicina yūnānī, a la medicina alopática, a la medicina ciṭṭar, médicos ambulantes que venden amuletos (koratis), cantantes nocturnos con poderes ocultos (rāpāḍis), exorcistas (mantravāḍis), herbolarios (nāṭu vaidiyars), y nos detenemos ya. ¿Significa esto que todos los que profesen la medicina han de ser vaidyas o pertenecer a alguna casta o subcasta que se ha dedicado a la medicina? No, ni por asomo. Como en seguida veremos, la correlación entre casta y ocupación es hoy en día francamente tenue.

      Sin embargo, es cierto que existen oficios y profesiones que se han mantenido bastante estables dentro del radio de una casta a lo largo de los siglos; en especial, ciertas ocupaciones propias de los brāhmaṇs (sacerdotes para rituales domésticos, maestros del Veda), algunas ocupaciones artesanales (orfebres, barberos, carpinteros) y las consideradas más degradadas (incineradores, curtidores, lavanderos, basureros).

      A pesar de lo ganado con la abolición de la “intocabilidad”, trabajos como los de limpiador de letrinas o retirador de carroña continúan siendo tabú para quien no proceda de una casta muy baja (aunque también es cierto que hoy bastantes dalits rehúsan realizar estas tareas que hasta la fecha constituían el signo más flagrante y visible de su subalternización). De hecho, uno de los problemas de la comunidad ex-intocable es el desamparo en el que se encuentran ciertos colectivos que históricamente se han dedicado a la limpieza de basuras, letrinas y alcantarillas. Este penoso trabajo todavía es “monopolio” de una de las castas más degradadas de toda la India: la bhangī [véase Los intocables y los desechos orgánicos], llamada también –dependiendo de la región o la religión– chūhṛā, mazhabī, vālmīki, tōṭṭiyaṉ, mehtar, methar, etcétera. Todavía el 95% de los basureros y limpiadores de alcantarillas de la ciudad de Chennai, capital de Tamil Nadu, son chakkiḷiyars o ādi-āndhras de habla telegu (nombres locales que reciben los bhangīs).

      Asimismo, el submundo de bardos, músicos y genealogistas está monopolizado en cada región de la India por una serie de castas particulares. En Rajasthan, por ejemplo, los ḍhāḍhīs (subcasta de los ḍoms) son músicos y cantantes ambulantes que recitan baladas tradicionales o cantan con ocasión de bodas y otros eventos auspiciosos. En el oeste de Nepal tenemos a la casta de bardos ḍholī que ejerce similar función. Entre las castas de genealogistas (genéricamente conocidas como bhāṭs) de Rajasthan o Gujarat sobresalen los jāgās, los chāraṇs, los barōṭs o los turī-barōṭs [FIG. 13]. En el Punjab indio o paquistaní, también muchas castas de músicos y bardos son musulmanas. Destacan los mīrāsīs o los qavvāls (estos últimos especializados en la música mística qavvālī).

      13. Un grupo de barōṭs. Del libro de W. Johnson, Photographs of Western India. c. 1855/1862.

      14. Jardineros (mālīs). Del libro de W. Johnson, Photographs of Western India. c. 1855/1862.

      En cambio, y a diferencia de lo que tiende a pensarse, la ocupación de sacerdote no es patrimonio de los brāhmaṇs. Ciertamente, los grandes templos de divinidades panindias (en realidad, en aquellos donde la liturgia requiere del sánscrito)


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