La sociedad de castas. Agustín Pániker Vilaplana

La sociedad de castas - Agustín Pániker Vilaplana


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“promedio” mundial en la franja de 0-6 años es de 950 niñas por cada 1.000 niños (950‰). En la franja de los 15-64 años, las ratios se igualan dada la mayor mortalidad de varones. Y pasados los 65, la proporción es de 1.210 mujeres por cada 1.000 varones (1.210‰). Dado que el promedio mundial en el 2011 era de 983‰, los expertos consideran que se da una merma antinatural de mujeres. Casi todas las mujeres que “faltan” en el mundo pertenecen a países asiáticos, con China e India a la cabeza, tanto en números absolutos como en proporcionales.

      En el censo de 1901, la India tenía una ratio de 972‰. Las estadísticas fueron cayendo hasta la alarmante cifra de 927‰ en el censo de 1991. Desde entonces ha habido una cierta mejoría (933‰ en el 2001 y 940‰ en el 2011), pero dado el imponente peso demográfico de la India, eso significa que aún hay un déficit de unos 30M o 35M de mujeres. Y lo peor del caso es que si bien en cifras absolutas la tendencia ha mejorado levemente, si nos mantenemos en la franja 0-6 años, el cuadro ha empeorado. Se ha pasado de 927‰ niñas en el 2001 a 914‰ en el 2011. Es decir, aunque más mujeres se mantienen vivas (gracias a la mejora general de la salud), nacen menos niñas (debido a los abortos selectivos). Existen distritos de la India donde las cifras toman el cariz de un holocausto [véase Cuadro 1]; en el mundo únicamente comparables a los de alguna provincia de China. (Países europeos como Italia, España o Grecia tienen ratios de 941, 940 y 939‰, respectivamente.)

      Es muy significativo que las peores cifras se den en medios urbanos y en estados prósperos como Haryana, Punjab, Maharashtra o Gujarat. La capital del país, con una gran población de gente bien alfabetizada, posee uno de los índices más fatídicos del país. Y dentro de la ciudad, el sur de Delhi, corazón de la élite rica y cosmopolita, obtiene los peores resultados. Por tanto, no estamos ante un problema de falta de educación y tradicionalismo confinado a remotas áreas rurales. De esas asimetrías no escapan ni los indios de la diáspora. Un estudio reveló que el índice de nacimientos de niñas en la comunidad india de Nueva Jersey, en Estados Unidos, era tan malo como en Punjab o Haryana.

      La práctica del infanticidio de niñas es antigua en la India. Sabemos que algunas comunidades marciales lo practicaban hace siglos. Entre los bedīs y los jāṭs del Punjab, los kaḷḷars de Tamil Nadu o los rājputs de Gujarat, el asesinato de niñas o de mujeres era común. Antes de que cayeran víctimas de enemigos o conquistadores, los guerreros preferían matarlas.

      A principios del siglo XIX, los británicos reportaron infanticidio de niñas entre los rājputs, como los rājkumārs del valle del Ganges o los jadeja de Gujarat. Una técnica extendida consistía en sedar a la bebita con opio y enterrarla viva en una tinaja. Las autoridades coloniales se autoimpusieron la tarea de rescatar a la desgraciada mujer hindú de la barbarie de su religión (cruzada a la que pronto se unió el grueso reformador indio de alta casta educado en inglés). Estos abanderados de la mission civilisatrice, empero, pasaron por alto que entre los jāṭs musulmanes (campesinos), los bedīkhatrīs sikhs (comerciantes) y hasta entre castas bajas, la práctica también era habitual. El fenómeno traspasaba barreras de religión o casta.

      CUADRO 1: PEORES RATIOS DE GÉNERO. FRANJA 0-6 AÑOS (CENSO 2011)

Estados % Distritos %
Haryana 830 Jhajjar (Haryana) 774
Punjab 846 Mahendragarh (Haryana) 778
Jammu & Kashmir 859 Rewari (Haryana) 784
Delhi 866 Samba (Jammu & Kashmir) 787
Chandigarh [cap. Haryana/Punjab] 867 Sonipat (Haryana) 790
Maharashtra 883 Jammu (Jammu & Kashmir) 795
Rajasthan 883 Bid (Maharashtra) 801
Gujarat 886 Ambala (Haryana) 807
Uttarakhand 886 Rohtak (Haryana) 807

      Veena Oldenburg se pregunta por qué razón los jāṭs (que entonces eran pagadores-de-novia) o los musulmanes (que no daban dote) tenían que matar a sus hijas. Lo cierto es que el infanticidio selectivo de niñas constituía un método primitivo, brutal si se quiere, para conseguir la proporción de hijos e hijas que las familias del Punjab o el valle del Ganges consideraban apropiada para sus necesidades existenciales (y no espirituales o culturales).94 Se trataba de una práctica que todos condenaban por igual, pero considerada pragmáticamente necesaria. Ya conocemos por qué [véase La pérdida de poder de las mujeres]. Las mujeres eran las responsables del bienestar familiar, así que era competencia suya decidir si una tercera hija, por ejemplo, debía sobrevivir o no. Dada la altísima mortalidad infantil por causas naturales, en la India un bebé no era considerado realmente “persona” hasta el décimo tercer día, cuando se realizaba el sacramento de la imposición del nombre y se aceptaba al recién nacido en la familia.95

      Hoy, la preferencia por el hijo varón se ha aliado de forma letal con la tecnología (que facilita la determinación prenatal del sexo). Dado que estas pruebas son esenciales para detectar malformaciones, las campañas en contra de su prohibición no han sido fructíferas. En cambio, ha generado una industria clínica y pseudoclínica muy lucrativa. En un estudio realizado en Bombay (hoy Mumbai) en 1985 se descubrió que un 96% de los abortos eran femeninos. Como decía un eslogan popular en aquella década: “Pague hoy 500 rupias y ahórrese 50.000 en el futuro”;96 las de la dote que tendría que satisfacer por casar a su hija. Puesto que desde 1994 esa industria es ilegal, el negocio ha pasado a la clandestinidad.

      El problema es de compleja solución. No basta con crear un marco legal adecuado, pues mientras las mujeres sientan que tener hijas es una carga no dudarán en transgredir la ley. Ni es una mera cuestión de pedagogía de masas (como el ambiguo subsidio en efectivo al nacimiento de hijas)97 o de educación, ya que las estadísticas muestran que las zonas con altos índices de alfabetización presentan las peores ratios. Un detallado estudio realizado en maternidades de Delhi durante 10 años (1993-2002) mostró que la peor proporción de niñas se daba entre padres en los que ambos tenían un alto nivel de educación (llegando hasta la escalofriante cifra de 690‰ nacimientos), mientras que cuando ambos progenitores tenían menos de 7 años de educación la ratio era de un “saludable” 934‰ (recordemos que el promedio mundial es de 950‰). La peor ratio se daba entre aquellos progenitores cultos en los que el padre tenía un puesto de trabajo elevado y la madre permanecía en casa.98 Cuando la mujer trabajaba, los índices mejoraban.f

      El obstáculo es la patriarquía que considera a las mujeres como meros bienes, máquinas productoras de niños y repositorios de la “tradición”. El impedimento es también el negocio que médicos, clínicas y multinacionales proveedoras de tecnología están realizando –con campañas publicitarias muy agresivas– a costa del sesgo en favor del hijo varón. El problema es la patriarquía que frena el empoderamiento femenino y la participación de la mujer en la cadena productiva. Como decía una mujer paṭel


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