El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

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para cortarle la cabeza?" Y el verdugo cogió entonces un lienzo y vendó los ojos a AlíNur.

      Y al verlo, la multitud se encaró con el visir y empezó a injuriarle, aumentando cada vez más el tumulto de gritos. Y no cesaba la agitación, cuando súbitamente se levantó una nube de polvo y resonaron clamores confusos que iban aproximándose, llenando el aire y el espacio.

      Y al ver la nube de polvo y oír el estrépito, el sultán miró por la ventana del palacio y dijo a quienes le rodeaban: "Averiguad en seguida lo que es eso". Y el visir repuso: "No es eso lo más urgente. Antes conviene degollar a ese hombre".

      Pero el sultán replicó: "Calla, ¡oh Sauí! y déjanos ver lo que es eso".

      Aquella nube de polvo la levantaron los caballos en que galopaban Giafar, el gran visir del califa, y los jinetes de su séquito.

      Y he aquí el motivo de su llegada. El califa, después de la noche de amor que había pasado entre los brazos de DulceAmiga, había dejado transcurrir treinta días sin acordarse de ella ni de la historia de AlíNur benKhacán. Pero una noche entre las noches, al pasar junto al gabinete en que estaba encerrada DulceAmiga, oyó amargo llanto y una voz dolorida que cantaba estos versos del poeta: ¡Oh delicia mía! ¡Tu sombra, estés ausente o estés conmigo, no se aparta de mí! ¡Y mi boca, para alegrarme, gusta de repetir tu nombre delicioso! "

      Y como los sollozos fuesen cada vez más desesperados, abrió el califa la puerta entró en el gabinete, y vió a DulceAmiga que lloraba. Y DulceAmiga se echó a sus pies, y se los besó tres veces, y recitó estas estrofas: ¡Oh tú, que eres de ilustre raza y producto de sangre famosa, de origen noble, rama fértil doblada bajo el peso de frutos exquisitos! ¡He de recordarte la promesa que tu bondad me hizo y que me ofreció tu generosidad sin par! ¡Ojalá no la olvides nunca!

      Pero el califa, que seguía sin acordarse de DulceAmiga, le dijo: "¿Quién eres, oh joven?" Y ella contestó: "Soy la que te regaló AlíNur benKhacán. Y ahora te ruego que cumplas la promesa de enviarme junto a él con todos los honores debidos. Y cuenta que pronto hará treinta días que estoy aquí y no he podido disfrutar siquiera una hora de sueño".

      Entonces el califa llamó apresuradamente a Giafar AlBarmaki, y le dijo: "Llevo treinta días sin saber nada de AlíNur, y temo que le haya mandado matar el sultán de Bassra. Pero juro por mi cabeza y por la tumba de mis padres y mis abuelos, que como le haya ocurrido una desgracia a ese joven, perecerá el que tenga la culpa, así sea la persona más querida para mí. Quiero, pues, ¡oh Giafar! que salgas inmediatamente para Bassra y averigües lo que han hecho con AlíNur". Y Giafar se puso inmediatamente en camino.

      Y al llegar a Bassra se encontró Giafar con aquel tumulto, y vió la muchedumbre agitada como el oleaje del mar, y preguntó: "¿Pero qué alboroto es ése?" Y en seguida millares de voces le refirieron cuanto había ocurrido con AlíNur benKhacán. Y cuando Giafar ovó sus palabras, se dió más prisa para llegar a palacio.

      Y subió a las habitaciones del sultán, y le deseó la paz y le enteró del objeto de su viaje, y le dijo: "Si le ha sucedido alguna desgracia a AlíNur, tengo orden de que perezca quien tuviere la culpa, y de que tú, ¡oh sultán! expíes también el crimen cometido. ¿Dónde está AlíNur?"

      El sultán mandó entonces que trajeran en seguida a AlíNur, y los guardias fueron a buscarle a la plaza. Y apenas entró AlíNur, se levantó Giafar y mandó a los guardias que prendieran al sultán y al visir ElMohín ben Sauí. E inmediatamente nombró a AlíNur sultán de Bassra, y lo colocó en el trono, en vez de Mohammad ElZeiní, a quien mandó encerrar con el visir.

      Después Giafar permaneció en Bassra, en casa del nuevo rey, los tres días reglamentarios de cortesía. Pero al cuarto día, AlíNur se dirigió a Giafar y le dijo:

      "Tengo vivos deseos de volver a ver al Emir de los Creyentes".

      Y Giafar se avino a ello, y dijo:

      "Empecemos por hacer nuestra oración de la mañana, y saldremos en seguida para Bagdad". Y el rey dijo: "Escucho y obedezco".

      E hicieron la oración de la mañana, y ambos, acompañados de guardias y jinetes llevando consigo al ex rey Mohammad ElZeiní y al visir Sauí, emprendieron el camino de Bagdad. Y durante el viaje, el visir Sauí tuvo tiempo para reflexionar y morderse las manos arrepentido.

      AlíNur marchó todo el camino al lado de Giafar, hasta que llegaron a Bagdad, morada de paz. Y se apresuraron a presentarse al califa, y Giafar le contó la historia de AlíNur.

      Entonces el califa mandó acercarse a AlíNur, y le dijo: "Toma este alfanje y corta con tu propia mano la cabeza de tu enemigo, el miserable BenSauí".

      Y AlíNur cogió el acero, y se acercó a BenSauí, pero éste lo miró y le dijo: "¡Oh AlíNur! Yo procedí contigo según mi temperamento, al cual no podía sustraerme..

      Pero tú debes obrar a tu vez según el tuyo".

      Entonces AlíNur tiro el alfanje, miró al califa y, le dijo: "!Oh Emir de los Creyentes! este hombre me ha desarmado".

      Y recitó lo que dice el poeta ¡He visto a mi enemigo y no he sabido cómo vencerle, pues el hombre puro siempre es vencido por las palabras de bondad!

      Pero el califa exclamó: "¡Está bien, Alí Nur!" Y dijo a Massrur: "¡Oh Massrur!

      Levántate y corta la cabeza a ese bandido". Y Massrur se levantó, y de un solo tajo degolló al visir ElMohín benSauí.

      Entonces el califa se dirigió a AlíNur, y le dijo: "Ahora puedes pedirme lo que quieras".

      Y AlíNur respondió: "¡Oh señor y dueño mío! no deseo reinar, ni quiero tener ninguna intervención en el trono de Bassra. No siento más deseo que tener la dicha de contemplar tus facciones".

      Y el califa contestó: "¡Oh AlíNur! con todo el cariño de mi corazón, y como homenaje debido".

      Después mandó llamar a DulceAmiga, y se la devolvió a AlíNur, y les dió grandes riquezas, y un palacio de los más hermosos de Bagdad, y una suntuosa pensión del Tesoro. Y quiso que AlíNur benKhacán fuera su íntimo compañero. Y acabó por perdonar al sultán Mohammad ElZeiní, al cual repuso en el trono, encargándole que en adelante eligiese mejor sus visires. Y todos vivieron ccn alegría y prosperidad hasta su muerte.

      Al terminar, la discretísima Schehrazada dijo al rey: "No creas ¡oh rey! que esta historia de AlíNur y DulceAmiga, aunque muy deliciosa, sea tan notable y sorprendente como la de Ghanem benAyub y su hermana Fetnah". Y el rey Schahriar contestó: "No conozco tal historia".

       HISTORIA DE GHANEM BEN AYUB Y DE SU HERMANA FETNAH

      He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que en la antigüedad de los tiempos, en lo pasado de los siglos y de las edades, hubo un mercader entre los mercaderes que era riquísimo y padre de dos hijos. Se llamaba Ayub, y su hijo varón, Ghanem benAyub, fué conocido después por el sobrenombre de ElMotim elMasslub,(1) y era tan hermoso como la luna llena, y estaba dotado de una elocuencia maravillosa. La hija, hermana de Ghanem, se llamaba Fetnah,(2) nombre muy merecido por sus encantos y su hermosura.

      Al morir Ayub les dejó grandes riquezas…

      En este momento de su relato, vió Schehrazada nacer el día y se calló discretamente.

       AL LLEGAR LA 33ª NOCHE

      Prosiguió en esta forma:

      Al morir el mercader Ayub les dejó grandes riquezas, y entre otras cosas, cien cargas de sederías, brocados y telas preciosas, y cien vasijas llenas de vejigas de almizcle puro.

      Todo cuidadosamente empaquetado, y en cada fardo se veía escrito con grandes caracteres: DESTINADO A BAGDAD, pues Ayub no pensaba morirse tan pronto, y quería ir a Bagdad para vender sus preciosas mercancías.

      Pero llamado a la infinita misericordia de Alah, y pasado el tiempo del luto, el joven Ghanem pensó realizar


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