El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

El libro de las mil noches y una noche - Anonimo


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el sultán le preguntó: "¿Y qué haremos ahora, oh Sauí?" A lo cual respondió el visir: "¡Oh rey! confíame a ese joven, y ya sabré yo descubrir la verdad.

      Lo mandaré a Bagdad acompañado por un chambelán, que se enterará de todo lo ocurrido. Si lo que ha dicho es cierto, nos traerá una orden escrita con la noble letra del califa. Pero si ha mentido, volverá el chambelán con este joven, y entonces sabré vengarme, para hacerle expiar lo pasado y lo presente".

      Después de oír al visir, acabó el sultán por creer que AlíNur era un maldito embaucador, y lleno de cólera no quiso aguardar a ninguna prueba, y gritó a los guardias: "¡Apoderáos de este joven!" Y los guardias se apoderaron de AlíNur, lo tiraron al suelo y empezaron a darle de palos, hasta que lo dejaron sin sentido. Después les mandó que lo encadenaran de pies y manos, y llamó al jefe de los carceleros, y el jefe de los carceleros no tardó en presentarse al rey.

      Este carcelero se llamaba Kutait. Cuando le vió el visir, le dijo: "Kutait, el sultán va a ordenarte que cojas a este hombre y lo metas en un calabozo subterráneo, donde lo atormentarás día y noche con la mayor dureza".

      Kutait contestó:

      "Escucho y obedezco". Y cogió a AlíNur y lo llevó en seguida a un calabozo.

      Y cuando Kutait entró en el calabozo con AlíNur, cerró la puerta, mandó barrer el suelo y poner un banco detrás de la puerta, cubriéndolo con un tapiz y colocando en él un almohadón. Después, acercándose a AlíNur, le quitó las ligaduras y le rogó que se sentase en el banco, diciéndole: "No he de olvidar, ¡oh mi señor! lo mucho que me favoreció tu padre, el difunto visir; de modo que no tengas temor alguno". Y desde entonces lo trató lo mejor que pudo, procurando que no careciese de nada; y sin embargo enviaba diariamente recado al visir de que AlíNur estaba sujeto a los más tremendos castigos.

      Todo ello durante cuarenta días.

      Llegado el día cuarenta y uno llevaron al palacio un magnífico regalo para el rey de parte del califa. Y el rey se maravilló de lo espléndido de aquel regalo, y como no comprendía la causa que había movido al califa a enviárselo, mandó reunir a sus emires, y les preguntó su parecer.

      Opinaron algunos que el califa destinaba el regalo a la persona enviada por él para sustituir al sultán. Y en seguida Sauí exclamó: "¡Oh rey! ¿No te dije que lo mejor era deshacerse de ese AliNur, si es que quieres obrar con prudencia?" Y entonces el sultán dijo: "¡Por Alah! Haces que lo recuerde a tiempo. Ve a buscarlo inmediatamente y que se le degüelle sin misericordia".

      Y Sauí contestó: "Escucho y obedezco, pero convendría, ¡oh mi señor! anunciarlo por medio de los pregoneros. Y que digan:

      "¡Vayan a la explanada de palacio cuantos quieran presenciar la ejecución de AlíNur benKhacán!" Y todo el mundo vendrá a ver como lo decapitan, y así me vengaré, y se alegrará mi corazón, y quedará saciado mi odio".

      Y el sultán le dijo: "Puedes disponer lo que quieras".

      Lleno de alegría, el visir corrió a casa del gobernador y le mandó pregonar la ejecución de AlíNur con todos los detalles mencionados. Y así se verificó puntualmente.

      Pero al oír a los pregoneros se apoderó de todos los habitantes de la ciudad una gran aflicción, y todos empezaron a llorar sin excepción ninguna, hasta los niños en las escuelas y los mercaderes en los zocos. Y los unos se apresuraban a ocupar un buen sitio para ver pasar a AlíNur y asistir al triste espectáculo de su muerte, mientras que otros acudían en tropel a las puertas de la cárcel para acompañarle desde que saliera.

      Por su parte, el visir Sauí se dirigió a la prisión, haciéndose acompañar de diez guardias, y mandó que le abrieran la puerta.

      Y el carcelero Kutait, fingiendo ignorarlo todo, preguntó: "¿Qué desea mi señor el visir?"

      Y éste dijo: "Trae en seguida a mi presencia a ese miserable". A lo cual repuso el carcelero: "Se encuentra en muy mal estado a consecuencia de los palos que le di y de los tormentos que ha sufrido, pero de todos modos obedeceré en el acto". Y el carcelero se dirigió al calabozo de AlíNur, y le encontró recitando estas estrofas: ¡Ay de mí! ¡Nadie me socorre en mi desventura! ¡Y cada vez son más intensos mis males y más dificil su remedio!… ¡La ausencia implacable y amarga ha consumido lo más puro de mi sangre, arrebatándome el último aliento de vida! ¡La fatalidad ha transformado a mis amigos, convirtiéndoles en los enemigos más crueles!

      Y pregunto a cuantos me ven: ¿No hay nadie entre vosotros que me compadezca, que se duela de lo inmenso de mi desdicha y que responda a mis llamamientos? ¡Qué dulce me parece la muerte, a pesar de todos sus terrores, ahora que se ha acabado toda esperanza engañosa de la vida! ;Señor! ¡Tú que envías a quienes anuncian buenas eres el mar de la generosidad; tú que guías a los portadores de consuelo! ¡A ti imploro, abiertas todas las heridas de un alma atormentada! ¡Líbrame de mis sufrimientos y de los peligros! ¡Perdona mi torpeza! ¡Olvida mis errores y mis faltas!

      Cuando AlíNur terminó su lamentación, se le acercó Kutait, le explicó lo que pasaba y le ayudó a quitarse la ropa limpia que le había dado ocultamente y le vistió de harapos, llevándole en seguida a la presencia del visir, que lo aguardaba pateando de rabia.

      Y

      apenas le vió AlíNur, acabó de convencerse del odio que le tenía aquel enemigo de su padre. Pero le dijo: "Heme aquí ¡oh visir! ¿Crees que te será siempre favorable el destino para fiar en él de ese modo? ¿Ignoras las palabras del poeta?: ¡Al tener que sentenciar lo aprovechan para extralimitarse en sus derechos y faltar a la justicia! ¿Ignoran que su veredicto pronto dejará de serlo, y se disolverá en la nada?

      Y añadió AlíNur: "¡Oh visir! ¡sabe que sólo Alah es poderoso, que es el Unico Realizador!"

      Y el visir le dijo: "¡Oh Alí! ¿crees inimidarme con todas tus sentencias? Sabe que hoy mismo, contra tu voluntad y contra la de todos los habitantes de Bassra, te cortaré la cabeza.

      Y para imitarte, te recordaré lo que el poeta dijo: ¡Deja obrar el tiempo a su gusto, pero disfruta de la satisfacción!e hacerte justicia!

      Y también es admirable este otro verso: ¡El que vive, aunque solo sea un día, después de haber visto morir a su enemigo, consigue el fin deseado!"

      Inmediatamente mandó a los guardias que se apoderaran de AlíNur y lo montasen en un mulo, pero los guardias vacilaron al ver que la muchedumbre decía a AlíNur:

      "Mándanoslo, y ahora mismo apedrearemos a ese hombre y lo haremos pedazos, aunque nos arriesguemos a perdernos y a perder nuestra alma". Pero AlíNur repuso: "¡Oh, no! ¡No hagáis semejante cosa! Recordad estos versos del poeta: ¡Todo hombre tiene que pasar su tiempo en la tierra, y transcurrido ese tiempo, ha de morir! ¡Por eso, aunque los leones me arrastraran a su selva, nada tendrá que temer como no hubiera llegado mi hora!"

      Los guardias se apoderaron entonces de AlíNur, lo montaron en un mulo y recorrieron así toda la ciudad, hasta llegar al palacio, frente a las ventanas del sultán. Y gritaban: "¡Este es el castigo contra todo el que se atreva a falsificar documentos!"

      Después llevaron a ÁlíNur al lugar de los suplicios, allí donde se encharcaba la sangre de los sentenciados. Y el verdugo, con el alfanje en la mano, se acercó un momento a AlíNur y le dijo: "Soy tu esclavo; si necesitas que haga alguna cosa no tienes más que decirla, y la haré inmediatamente. Si necesitas beber o comer, manda y te obedeceré en el acto. Pues has de saber que te quedan muy pocos minutos de vida; sólo hasta que el sultán se asome a la ventana".

      Entonces AlíNur miró a derecha e izquierda, y recitó estas estrofas: !Decidme por favor! ¿Hay entre vosotros um amigo compasivo que quiera ayudarme? ¡Va a terminar el tiempo de mi vida y a cumplirse mi destino! ¿Hay algún hombre caritativo que me socorra y que merezca ser recompensado por su buena acción? ¡Que eche una mirada a mi desdicha, que descubra nai tristeza y me dé un poco de agua para, calmar los sufrimientos de mi suplicio!

      Entonces todos los presentes empezaron a llorar, y el verdugo fué en seguida en busca


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