El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

El libro de las mil noches y una noche - Anonimo


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cinco cabezas cortadas.

      Los infieles se arrojaron sobre ellos de diez en diez, y saltaron entonces diez cabezas a cada golpe. Hicieron, pues, una gran carnicería, hasta que la noche separó a los combatientes.

      Entonces los creyentes y sus tres jefes se retiraron a una caverna, para resguardarse aquella noche. Y buscaron inútilmente al asceta; y después de haberse contado, vieron que sólo eran cuarenta y cinco los supervivientes. Y Daul'makán dijo: "Acaso el asceta haya muerto en el combate".

      Pero el visir exclamó: "¡Oh rey! He visto a ese asceta durante la batalla, y creo que excitaba contra nosotros a los infieles. ¡Y parecía un efrit negro de la clase más espantosa!"

      Pero entonces se presentó el asceta en la entrada de la gruta, asiendo de los pelos una cabeza cortada, cuyos ojos se movían convulsos. Y era la cabeza del general en jefe del ejército cristiano, guerrero muy terrible.

      Los dos hermanos se pusieron de pie, y gritaron: "¡Gloria a Alah, que te ha salvado, ¡ oh santo asceta! y te ha devuelto a nuestra veneración!"

      Entonces aquella maldita repuso: "¡Oh mis queridos hijos! quise morir en la pelea, y me arrojé entre los combatientes; pero los infieles me respetaban y apartaban sus aceros de mi pecho. Entonces aproveché esta confianza para acercarme a su jefe, y de un solo sablazo, con auxilio de Alah, le corté la cabeza. ¡Y esa cabeza os la traigo aquí, para alentaros contra ese ejército sin jefe! En cuanto a mí…"

      En este momento de su narración,

      Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

       Y CUANDO LLEGO LA 97ª NOCHE

      Ella dijo:

      He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que la vieja Madre de todas las Calamidades prosiguió de este modo: "En cuanto a mí, me marcho corriendo hasta los muros de Constantinia, y os enviaré refuerzos que os saquen de entre las manos de esos descreídos. ¡Fortaleced, pues, vuestra alma, y mientras llegan vuestros hermanos, calentad vuestros alfanjes con la sangre de los infieles, para ser grato al Supremo Señor de los ejércitos!" Y los dos hermanos besaron las manos del asceta, le dieron las gracias por su abnegación, y le dijeron: "¿Y cómo vas a salir de aquí, cuando nos cercan completamente los cristianos?" Pero la maldita vieja contestó: "¡Alah me ocultará a sus miradas! ¡Y aunque lograran verme, no me harán ningún daño, porque estaré entre las manos de Alah, que protege a sus verdaderos fieles y persigue a los impíos que le niegan!"

      Entonces Scharkán dijo: "¡Tus palabras están llenas de verdad, santo asceta! Te he visto luchar heroicamente en medio del combate, y ninguno de esos perros se atrevía a acercarse a ti, ni siquiera a mirarte. Ahora sólo te falta salvarnos de entre sus manos, y cuanto antes marches para buscar auxilio, mejor será. He aquí la noche. ¡Parte a favor de sus tinieblas, bajo la égida de Alah el Altísimo!"

      Entonces la maldita vieja trató de llevarse consigo a Daul'makán, para entregárselo a los enemigos. Pero el visir Dandán que desconfiaba de los manejos de aquel asceta, dijo a Daul'makán lo necesario para impedirlo. Y la maldita vieja tuvo que irse sola, echando miradas de odio al visir.

      Respecto a la cabeza cortada del general cristiano, la vieja había mentido, pues no había hecho más que cortarle la cabeza después de muerto. El general cristiano había perecido en medio del combate, a manos de uno de los guerreros musulmanes. Y este guerrero musulmán había pagado su hazaña con la vida, pues apenas el jefe cristiano había entregado su alma a los demonios del infierno, los cristianos al ver muerto a su jefe por la lanza del musulmán, se precipitaron sobre él, lo acribillaron a estocadas y lo destrozaron. Y el alma de aquel creyente fué en seguida al Paraíso, entre las manos del Remunerador.

      En cuanto a los dos reyes, el visir y los cuarenta y cinco guerreros, que habían pasado la noche en la gruta, se despertaron al amanecer, y cumplieron sus deberes religiosos matutinos, una vez hechas las abluciones prescritas. Después se sintieron reanimados para la lucha, y a la voz de Daul'makán se precipitaron como leones sobre una piara de cerdos. E hicieron una carnicería en sus numerosos enemigos; las espadas chocaban con las espadas, las lanzas con las lanzas, y las azagayas rasgaban las armaduras, pues los guerreros se arrojaron al combate como lobos sedientos de sangre. Y Scharkán y Daul'makán hicieron correr tantas olas de sangre, que el río se desbordó, y hasta desapareció el valle bajo los montones de cadáveres. De modo que a la caída de la noche…

      En este momento de su narración,

      Schehrazada, vió aparacer la mañana, y se calló discretamente.

       Y CUANDO LLEGO LA 98ª NOCHE

      Ella dijo:

      De modo que a la caída de la noche los combatientes tuvieron que separarse; y cada partido regresó a su campamento; y el campamento de los musulmanes seguía siendo aquel escondrijo de la caverna. Y una vez vueltos a la caverna, comprobaron que treinta y cinco de los suyos habían quedado en el campo de batalla, lo cual reducía su número a diez guerreros, además de los dos reyes y el visir, y los dejaba sin más defensa que sus excelentes aceros y el auxilio del Altísimo.

      Y Scharkán no pudo menos que exhalar un gran suspiro, y exclamó: "¿Cómo lo haremos ahora?"

      Pero todos los creyentes le respondieron: "¡Sólo ocurrirá lo que Alah disponga!" Y Scharkán se pasó toda la noche sin dormir.

      Pero al amanecer despertó a sus compañeros, y les dijo: "Compañeros, ya no somos más que trece, contando a mi hermano y a nuestro visir. Pienso que sería funesta una salida contra el enemigo, porque a pesar de nuestro valor, no podríamos resistir mucho tiempo a la jauría innumerable de nuestros enemigos, y ninguno de nosotros volvería con su alma. Por lo tanto, nos situaremos espada en mano a la entrada de la gruta, y retaremos al enemigo, y los podremos destrozar cuando entren, puesto que somos más fuertes que ellos. Y así los iremos diezmando, hasta que vengan los refuerzos que nos traerá el asceta.

      Y todos contestaron: "Tu idea es excelente y vamos a desarrollarla". Y cinco de los guerreros salieron de la gruta, y desafiaron a gritos a los cristianos. En seguida, al ver que un destacamento de ellos avanzaba hacia aquel lugar, se metieron en la gruta y se apostaron a la entrada, en dos filas.

      Y las cosas ocurrieron según había previsto Scharkán: cada vez que los cristianos querían franquear la entrada de la gruta, caían destrozados, y ninguno podía salir ya para avisar a los demás aquel peligro. De modo que este día la matanza de cristianos fué todavía mayor que los otros días, y no se interrumpió hasta que llegaron las tinieblas de la noche. Y así fué como Alah cegó a los impíos, para reconfortar el corazón de sus servidores.

      Pero al día siguiente los cristianos celebraron consejo, y dijeron: "Esta lucha no acabará mientras no exterminemos hasta el último de los musulmanes. En vez de tomar esa gruta al asalto, cerquémosla bien con nuestros soldados, rodeémosla de leña y prendámosle fuego para quemarlos vivos. Y si al verse en este peligro se rindieran a discreción, los cogeremos cautivos y los arrastraremos hasta nuestro rey Afridonios de Constantinia. De otro modo los dejaremos convertirse en carbón, para alimentar el fuego del infierno, ¡Y ojalá Cristo los ahume y los maldiga a ellos, a sus ascendientes y a su posteridad, y los convierta en alfombra para los pies de los cristianos!"

      Y dicho esto, se apresuraron a hacinar leños alrededor de la gruta…

      En este momento de su narración,

      Schehrazada vió aparecer la mañana, y discretamente aplazó su relato para el otro día.

       Y CUANDO LLEGO LA 99ª NOCHE

      Ella dijo:

      Se apresuraron a hacinar leños alrededor de la gruta hasta una altura enorme, y les prendieron fuego.

      Los musulmanes acabaron por no poder resistir aquel calor, que aumentando cada vez más, terminó por echarlos, y formando una sola masa se precipitaron afuera.


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