El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

El libro de las mil noches y una noche - Anonimo


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que en la tierra en que reposas, ¡oh hermano mío! ¡Ay de mí, oh Scharkán! ¿Cómo podía suponer que había de verte bajo el sudario en las parihuelas, y a hombros de los portadores? ¿En dónde estás, astro de Scharkán? ¿En dónde estás, astro querido, cuya claridad deslumbraba a todas las estrellas de los cielos? ¡El abismo infinito de tu tumba,!oh joya preciada! Está iluminado por la claridad que le prestas en el seno de nuestra última madre, hermano mío! ¡Y hasta el sudario que te cubre, los pliegues de tu sudario, tomaron vida al contacto tuyo y se extendieron como alas para cobijarte!

      Y recitadas estas estrofas, rompió en llanto el rey, y con él todo el ejército. Entonces avanzó el visir Dandán, se arrojó sobre la tumba, la besó, y con voz ahogada por las lágrimas, recitó estos versos:

      Acabas de cambiar sabiamente las cosas perecederas por las inmortales.

      Seguiste el ejemplo de tus antecesores en la muerte.

      Has emprendido el vuelo hacia las alturas, allí donde las rosas forman alfombras perfumadas bajo los pies de las huríes. ¡Ojalá te deleites allí con todas las cosas nuevas! ¡Quiera el Dueño del Trono iluminado reservarte el mejor sitio de su paraíso, y poner al alcance de tus labios los goces reservados a los justos de la tierra!

      Y así fué como terminó el luto por Scharkán.

      Pero Daul'makán seguía muy triste al verse separado de su hermano, mucho más cuanto que el sitio de Constantinia amenazaba prolongarse. Y un día se confió a su visir, y le dijo: "¿Qué haría, ¡oh visir! para olvidar estos pesares que me atormentan, y librarme del aburrimiento que pesa sobre mi alma?"

      El visir contestó: "¡Oh rey! no conozco más que un remedio para tus males, y es contarte una historia de los tiempos pasados; una historia de los reyes famosos de que hablan las crónicas.

      Y la cosa ha de serme muy fácil, pues reinando tu difunto padre el rey Omar AlNemán, le distraía por las noches, narrándole cuentos y recitándole versos de nuestros poetas e improvisados por mí. De suerte que esta noche, cuando esté dormido el campamento, te contaré, si Alah lo quiero, una historia que te maravillará, y te hará encontrar extremadamente corto el tiempo del sitio. Puedo anticiparte que se llama la Historia de los dos amantes Aziz y Aziza".

      Al oír estas palabras, el rey Daul-makán sintió que su corazón latía impaciente, y no tuvo otra preocupación que llegara la noche para poder oír el cuento prometido, cuyo solo título le hacía estremecerse de gusto.

      Así es que apenas empezó a anochecer, mandó que se encendiesen todas las luces de su tienda, y que trajesen grandes bandejas cargadas de cosas de comer y beber, y pebeteros cargados de incienso, ámbar y aromas. Y reunió allí a los emires Bahramán, Rustem y Turkash y al gran chambelán, esposo de Nozhatú. Y después mandó llamar al visir Dandán, y le dijo: "¡Oh mi visir! he aquí que la noche tiende sobre nosotros su amplio ropaje y su cabellera, y sólo aguardamos para nuestro deleite la historia entre las historias que nos ha prometido".

      En este momento de su narración,

      Schehrazada vió aparecer la mañana, y discretamente, aplazó su relato para el otro día.

       PERO CUANDO LLEGO LA 107ª NOCHE

      Ella dijo:

      El rey Daul'makán dijo, pues, al visir Dandán: "¡Oh mi visir! he aquí que la noche tiende sobre nosotros su amplio ropaje y su cabellera, y sólo aguardamos para nuestro deleite la historia entre las historias que nos has prometido". Y el visir Dandán contestó:

      "¡De todo corazón, y como homenaje debido!

      Pues sabe, ¡oh rey afortunado! que la historia que voy a contarte sobre Aziz y Àziza, y sobre todas las cosas que les sucedieron, es una historia hecha para disipar todos los pesares del corazón, y para consolar de un luto, aunque fuera más grande que el de Yacub. Hela aquí:

       HISTORIA DE AZIZ Y AZIZA Y DEL HERMOSO PRINCIPE DIADEMA

      "Había en la antigüedad del tiempo y en lo pasado de las edades y del momento una ciudad entre las ciudades de Persia, detrás de las montañas de Ispahán. Y el nombre de esta ciudad era la Ciudad Verde. El rey de esta ciudad se llamaba Soleimán-Schah.

      Estaba dotado de grandes cualidades de justicia, de generosidad, de prudencia y de saber. Así es que desde todas las comarcas afluían viajeros a su ciudad, pues su fama se había extendido mucho e inspiraba confianza a las caravanas y los mercaderes.

      Y el rey Soleimán-Schah siguió gobernando de este modo, rodeado de prosperidades y del afecto de todo su pueblo.

      Pero sólo faltaba a su dicha una mujer que le diera hijos, pues era soltero.

      Y el rey Soleimán-Schah tenía un visir que se le parecía mucho, por su liberalidad y por la bondad de su corazón. Y un día en que su soledad se le hacía más pesada que de costumbre, mandó llamar el rey a su visir, y le dijo: "¡Oh mi visir, he aquí que se agota mi paciencia, y mis fuerzas disminuyen, y como siga así, no me quedará más que el pellejo sobre los huesos. Porque veo ahora que el celibato no es un estado natural, sobre todo para los reyes que han de transmitir un trono a sus descendientes. Además, nuestro bendito Profeta, ¡sean con él la plegaria y la paz! ha dicho: "¡Copulad y multiplicad vuestros descendientes, porque vuestro número ha de glorificarme ante todas las razas el día de la Resurrección! Aconséjame, pues, ¡oh mi visir! y dime tu parecer".

      Entonces el visir dijo: "Verdaderamente, ¡oh rey!, ésta es una cuestión muy difícil, y de una delicadeza extraordinaria. Trataré de satisfacerte, sin salirme de la vía prescrita.

      Sabe, pues, ¡oh rey! que no sería de mi gusto que una esclava desconocida llegase a ser tu esposa, porque ¿cómo podrías conocer su origen, la nobleza de sus ascendientes, la pureza de su sangre y los principios de su raza? ¿Y cómo podrías conservar intacta la unidad de sangre de sus propios antecesores? ¿No sabes que el hijo que nazca de tal unión sería un bastardo lleno de vicios, embustero, sanguinario y maldito por Alah, a causa de sus abominaciones futuras? Sería como la planta que crece en terreno pantanoso, y que cae podrida antes de llegar a su total crecimiento. Así es que no esperes de tu visir el servicio de comprarte una esclava, aunque fuese la joven más hermosa de la tierra; pues no quiero ser origen de desgracia, ni soportar el peso de los pecados, cuyo instigador sería este servidor tuyo. Pero si quieres hacer caso a mis barbas, sabe que mi opinión es que escojas, entre las hijas de los reyes, una esposa cuya genealogía sea conocida y cuya belleza se presente como modelo ante todas las mujeres".

      Entonces el rey Soleiman-Schah exclamó:

      "¡Oh mi visir! si logras encontrar semejante mujer, estoy dispuesto a tomarla por esposa legítima, a fin de atraer sobre mi raza las bendiciones del Altísimo!" Al oírlo dijo el visir:

      "El asunto está ya arreglado, gracias a Alah".

      Y el rey exclamó: "¿Cómo es eso?" Y prosiguió el visir: "Sabe, ¡oh rey! que mi esposa me ha dicho que el rey Zhar-Schah, señor de la Ciudad Blanca, tiene una hija de belleza tan ejemplar, que supera a todas las palabras, pues mi lengua se haría peluda antes de poderte dar la menor idea de ella".

      Y el rey exclamó: "¡Ya Alah!" Y prosiguió el visir:

      "Porque ¿cómo podría hablarte dignamente de sus ojos, de sus párpados oscuros, de su cabellera, de su talle y de su cintura, tan fina que casi no se ve? ¿Cómo describirte el desarrollo de sus caderas y de lo que las sostiene y redondea? ¡Por Alah! ¡Nadie puede acercársele sin quedarse inmóvil, como nadie puede mirarla sin morir!

      Y de ella ha dicho el poeta: ¡Oh virgen de vientre de armonía! ¡Tu cintura desafía a la ramas de sauce y a la misma esbeltez de los álamos del paraíso! ¡Tu saliva es miel silvestre! ¡Moja en ella la copa, endulza el vino, y dámelo después.Oh hurí! ¡Pero sobre todo te ruego que abras klos labios y regocijes mis ojos con sus perlas!

      Oídos estos versos, el rey se estremeció de gusto, y gritó desde el fondo de su garganta: "¡Ya


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